Como Iglesia estamos dispuestos a colaborar en todo lo que podamos. Desde ahí tenemos una tarea bien importante: favorecer la voluntad de consenso. No cultivemos lo contrario
(José Beltrán, en Vida Nueva).- «Es la hora de las grandes perspectivas de futuro, no es la hora de fragmentarnos en diversas opciones». Este el primer balance que realiza el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Ricardo Blázquez, sobre el resultado de las elecciones generales del 20 de diciembre.
En una entrevista en exclusiva que se publicará en el próximo número de la revista Vida Nueva, el también arzobispo de Valladolid reconoce que «estamos ante una situación delicada y realmente nueva». «Si leemos los resultados con profundidad, ciertamente nos dicen mucho. Seguramente hacen un correctivo a los años que han precedido, pero al mismo tiempo nos reclaman la colaboración de todos y la escucha de todos», asegura el presidente de los obispos españoles que no ve «con temor» la irrupción de formaciones como Podemos o Ciudadanos: «No es la hora del temor sino la hora de la actuación convencida y eficaz«
En esta misma línea, Blázquez sugiere que «favoreciendo el consenso, confío en que podamos salir de esta situación. Unidos podemos afrontar el futuro. Fragmentados, nos perdemos todos». En relación a posibles pactos que faciliten la investidura y frenen la ingobernabilidad del país, añade: «Una abstención en un momento oportuno es una forma preciosa de colaboración«.
El presidente de la Conferencia Episcopal reivindica esta apuesta por la cohesión para sacar adelante en la próxima legislatura un gran pacto educativo y el pacto de Estado en la lucha contra la pobreza: «Al final del documento «Iglesia servidora de los pobres» nos referimos a ese pacto contra la pobreza para que estemos todos implicados: la sociedad, las instituciones, los gobernantes, los empresarios, los trabajadores… Y en relación con la educación, se trata también de una cuestión fundamental. Llevamos demasiadas leyes orgánicas durante el tiempo de nuestra vida democrática. Es impensable que cada cambio de gobierno traiga una nueva ley educativa».
«Como Iglesia estamos dispuestos a colaborar en todo lo que podamos. Desde ahí tenemos una tarea bien importante: favorecer la voluntad de consenso. No cultivemos lo contrario», apunta Blázquez sobre el papel que debe jugar la Iglesia como actor social en esta encrucijada política, convencido de que «favoreciendo el concierto y la búsqueda del diálogo, podemos dar una respuesta a la sociedad. Unidos podemos afrontar el futuro. Fragmentados, nos perdemos todos. No tendríamos la capacidad para responder a la altura de las exigencias y también nos pedirían cuentas las generaciones que van llegando».
Sobre quienes consideran a la Iglesia como enemigo, sentencia: «Yo pido: no se tenga miedo a la Iglesia. Nosotros, como cristianos, profesando la fe en Dios, anunciando el Evangelio, estamos prestando un servicio precioso a cada hombre y a nuestra sociedad».