Quién nos asegura que no volverá a suceder lo mismo. Lo que hemos vivido no se lo deseo a nadie
Los cristianos iraquíes que huyeron al Líbano sobreviven con escasa ayuda, sin trabajo y con miedo a ser detenidos. Pese a las penurias, la mayoría ni se plantea en un futuro volver a Irak tras el horror vivido.
Congregados en un aparcamiento frente a la iglesia Mar Tala en Sad el Bauchrieh, cerca de Beirut, los iraquíes esperan bajo un sol abrasador el reparto de productos imperecederos que el arzobispado caldeo les ha preparado, en cooperación con ONG locales.
Zena, de unos 40 años y de profesión secretaria, reconoce que su vida en el Líbano es «muy difícil», mientras intenta hacerse con una de las 1.600 bolsas de ayuda repartidas.
«Mi hijo y yo no encontramos trabajo y tenemos que vivir de la ayuda que nos brindan, mientras que en Bagdad nada nos faltaba«, se lamenta esta mujer.
También de Bagdad procede Nauras, madre de dos hijos, que como casi todas las personas interrogadas, duda que la situación en su país vuelva a la normalidad y no desea regresar después del avance de los yihadistas del Estado Islámico (EI).
«Quién nos asegura que no volverá a suceder lo mismo. Lo que hemos vivido no se lo deseo a nadie«, afirma Naura, haciendo caso omiso a las incesantes llamadas del papa Francisco y de otros religiosos para que los cristianos no abandonen Irak y Oriente Medio.
La emigración de los cristianos iraquíes, una constante desde la invasión estadounidense en 2003, se ha intensificado después de que los radicales tomasen Mosul y Qaraqosh, donde cometen atrocidades no solo contra esta comunidad sino también contra los yazidíes y otras minorías.
Ahora buscan en el Líbano una vida en paz y digna. Sin embargo, la situación no es sencilla ya que el Gobierno libanés les considera turistas y no refugiados, y les otorga un visado renovable de quince días.
Algunos han sido detenidos por permanecer o trabajar de modo ilegal en el país. Ron Merheb, coordinador de la ayuda para los cristianos iraquíes en el arzobispado caldeo, explica que estas personas «viven con el temor de ser arrestadas, en caso de que encuentren trabajo, y posteriormente repatriadas».
Para agilizar los trámites, los cristianos se dirigen en busca de consejo al iraquí padre Yusef, quien les explica los pasos a adoptar para inscribirse y recibir ayuda, legalizar su situación y buscar trabajo.
El obispo caldeo de Beirut, monseñor Miguel Kassargi, que supervisa la entrega de la ayuda en Sad el Bauchrieh, asegura que su mayor preocupación es garantizar a los refugiados iraquíes atención médica y la escolarización de los niños.
Otro de los retos es ayudarles a pagar el alquiler de sus nuevos alojamientos, una necesidad de la que algunos libaneses intentan sacar provecho.
Una propietaria de la zona de Sad el Bauchrieh reconoció que habían subido los alquileres porque aunque en un principio solo se interesa una pareja iraquí por la vivienda, luego son «cinco o seis familias las que viven juntas».
La mayoría de los iraquíes que se encuentran en el Líbano proceden de Mosul y Qaraqosh. Su dolorosa huida les condujo primero a Erbil, capital del Kurdistán iraquí, de donde volaron a Beirut.
Mientras que Nauras no se atrevía a enviar a sus hijos al colegio en Bagdad por miedo a los atentados y secuestros, los residentes de Mosul sufrieron directamente las amenazas del EI.
Los yihadistas marcan con la letra N (Nazara, cristiano en árabe) las propiedades de los cristianos, a quienes forzaron a convertirse al islam, huir o morir.
«Nos han quitado todo. Hemos venido solo con lo puesto y mis hijos siguen traumatizados por lo que vivieron«, comenta el campesino Yusef, que huyó de Mosul con su mujer y sus tres pequeños.
Delante de tres camiones con provisiones, Yusef muestra una pequeña bolsa de plástico con sus únicas posesiones: los pasaportes y una tarjeta que concede la iglesia caldea cuando se inscriben para poder recibir la ayuda.
Al término de la jornada, algunos se van con las manos vacías de Sad el Bauchrieh, debido a que al no estar registrados en el arzobispado no tenían comida asignada. Este es uno de los primeros pasos a dar para encauzar su nueva vida lejos de Irak. (RD/Agencias)