Fin al mundo feliz. La debacle en la Champions, unido al hundimiento en la Liga ha activado a un Barcelona que venía tirano del crédito del triplete hasta la fecha. Con el terror de que el socio pille antes que después que uno de los grandes males de este equipo/club está en el palco y pida cabezas en las alturas, las medidas de urgencia sobre la mesa del presidente, Josep María Bartomeu, avisan de grandes remedios para granes males.
Voces internas advierten de que peder la Liga tras acumular una ventaja superior a los diez puntos sería una vergüenza insoportable. Si a eso se suma que el vencedor fuera el Madrid y que, además, los de Zidane, desahuciados hasta hace nada, levantan la Undécima en San Siro, las tormenta sería de lo nunca visto en Can Barça.
Los avisos que llegan desde el vestuario no son halagüeños. Por más pactos, promesas, propósitos, hay una realidad que supera al grupo: el equipo está quemado. Fundido. La gestión de la plantilla señala a Luis Enrique que, a su vez, señala a la directiva por una planificación ‘amateur’.
El segundo mejor Barça de la historia agoniza. Los recursos destinados al equipo han sido los mínimos. La gestión de principiante. Y el caldo de cultivo en la plantilla apunta en una dirección: Luis Enrique. El asturiano cae peor que mal entre las vacas sagradas del equipo que bendicen un cambio en la dirección a ojos cerrados. Si el Barcelona no gana la Liga, el puesto de Lucho corre serio peligro.
En este sentido, algunas fuentes avisan ya de contactos con perfiles cercanos al club como alternativa al actual entrenador. Desde Koeman a Valverde. Técnicos con ADN Barça.
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