Una protesta de taxistas estuvo a punto de provocar que la Corazonada empiece a palos
Estamos en Barajas. Varios aviones despegan hacia Copenhague para cumplir un sueño. El del alcalde de Madrid que ha puesto toda su reputación en esta meta Madrid 2016. Poco más de dos días todo habrá terminado… o habrá vuelto a empezar. Quién sabe.
Lo peculiar de esta ascensión al monte Olimpo de la nueva era es que la corazonada estuvo a un pelo de empezar a palos. Los taxistas sabían de la concentración de medios de comunicación en la Terminal 4 de Barajas la mañana del miércoles.
Los conductores en huelga se vienieron arriba porque a un manifestante le gusta más una cámara, o algo que se le parezca, que a un tonto un lápiz. Eso y que otros taxis tuvieron el valor de entrar en la Terminal de salidas, hicieron el resto.
Al mítico grito de «esquiroles» dejaron bonitos los autos de sus compañeros y de otras conductores que traían a pasajeros en minibases de los aeropuertos de la capital. La Policía, que supo mantener la calma en todo momento, se limitó a crear un cordón en todo lo ancho de la carretera y ahuyentar a los crecidos manifestantes.
Ellos, enseguida se retiraron hacia el interior del aeropuerto para seguir la protesta en la planta inferior (llegadas).
Mientras tanto, en el mostrardor habilitado por la delegación madrileña la facturación de equipaje de los medios de comunicación transcurría normalmente. Interrumpida por algún foco que pedía ánimos a deportistas como Manolo Santana que estarán apoyando la Corazonada en la capital danesa.
Tenemos una Corazonada y la vamos a perseguir. Nos vemos en Dinamarca.