Anna Tarrés se ha tomado con humor, e incluso con orgullo, el papel de mala de la película. La que fuera seleccionadora del equipo español de natación sincronizada admite que no duda en usar métodos de sargento de marines cuando trabaja como entrenadora o cuando ejerce de jurado en el programa ‘Splash’. En su primer libro, ‘Ser la mejor no es suficiente’ trata de explicar las razones por las que el pasado 6 de septiembre la Federación le comunicó que no se renovaba su contrato y 15 nadadoras hicieron pública una carta en la que exponían el maltrato recibido por la entrenadora. XLSemanal ha entrevistado a la exseleccionadora, que niega que fueran vejaciones.
Tarrés califica el escándalo suscitado como un «escarnio» producido a raíz de una denuncia que considera «orquestada directamente» por parte del presidente de la Federación Española de Natación, Fernando Carpena, «para justificar un hecho que no se entiende ni por razones deportivas ni por profesionales».
En 15 años al frente de la selección parece que no ha hecho grandes amistades con las nadadoras. En este sentido, Tarrés defiende que se pueden obtener grandes resultados «sin ser amigo de la persona que tienes al lado».
En su libro cuenta técnicas que empleaba para sacarles información, como poner por escrito lo que les parecía mal de sus compañeras o las que pudieran tener. A su juicio, hay un problema de comunicación porque «no nos atrevemos a decirnos las verdades unos a otros cara a cara». ¿Y puede que le tuvieran miedo? La respuesta de Tarrés es contundente: «Yo impongo respeto, quizá más a la gente más joven, porque pongo límites e impongo una disciplina en el equipo para que todos lleguemos a un objetivo común. Para lograrlo, es necesario que dejen sus individualidades aparte».
La exseleccionadora admite que tiene un carácter explosivo, y es impetuosa. ¿Y en algunos casos también es bastante agresiva? «¿Agresiva, agresiva…? Yo diría que doy fuerza, no agresividad mal entendida», apunta.
En este sentido, Tarrés se remite al típico miedo que sienten los hijos hacia sus madres. «Cuando iba a mi casa con una tarjeta de colores [amonestaciones] de parte de las monjas, no sabía dónde meterme. A ese miedo se le llama respeto a la autoridad. En casa había unas normas que cumplir y yo eso lo he heredado», defiende.
A lo largo de su carrera, Tarrés ha trabajado con muchas deportistas adolescentes y dice que la magia de su trabajo es que ha empezado con chicas de nueve años -como es el caso de Gemma Mengual- y ha acabado cuando tenían 35. «Hemos crecido juntas y hemos aprendido de la vida juntas. Yo también era muy joven y sé que ahora soy mejor entrenadora que antes. ¡Solo faltaría! Si durante el proceso alguien se ha sentido herido, pues perdón», afirma.
Precisamente Gemma Mengual publicó que le hubiera gustado retirarse compitiendo y que, tras el periodo de descanso por su maternidad, Tarrés le puso dificultades para poder hacerlo. «Probablemente, ella quería tener un trato muy diferente al del resto del equipo y, después de dos años de estar ‘fuera de’ y con muchos objetivos muy potentes en su vida -sus intereses comerciales, publicitarios, su vida personal…-, ella no estaba por la labor, no estaba focalizada. No estoy segura de que ella realmente quisiera volver», declara Tarrés, quien señala que Mengual «achacó físicamente» los dos años de retirada, y que ella como entrenadora se equivocó al creer que podía llegar a recuperarse. «El cuerpo ya no le respondía de la misma manera y la mente tampoco. Yo no la retiré, se retiró ella», apunta.
Con respecto a la carta de 15 nadadoras en la que la tachaban de déspota, Tarrés dice que muchas de las cosas que contaron «no eran nuevas», pero que ellas «aprovecharon las circunstancias».
