Este lunes se escribió el último capítulo en la historia de una de las empresas más longevas del mundo. La Compañía de la Bahía de Hudson (HBC), fundada en 1670 y conocida popularmente como «La Bahía«, ha cerrado oficialmente sus puertas tras 355 años de existencia, marcando el fin de una institución que fue mucho más que una simple empresa comercial.
El cierre de las 96 tiendas que aún operaban bajo su marca ha supuesto el despido de más de 8.300 empleados, quienes recibieron la noticia con una mezcla de tristeza y resignación. En su cuenta de Instagram, la compañía se despidió con un sencillo mensaje: «Gracias, Canadá, por 355 años», acompañado de su emblemático símbolo de cuatro barras de colores (verde, rojo, amarillo y azul) sobre fondo blanco.
De imperio territorial a gigante minorista
La historia de HBC es, en muchos sentidos, la historia de la propia Canadá. Fundada en 1670 mediante una carta real otorgada por el rey Carlos II de Inglaterra, la compañía recibió el monopolio del comercio de pieles en la llamada Tierra de Rupert, un vasto territorio que abarcaba más de un tercio de lo que hoy es Canadá.
Durante casi dos siglos, HBC no fue solo una empresa, sino un verdadero estado dentro de otro estado. Contaba con su propio ejército privado y administraba el territorio como una entidad soberana, dedicándose principalmente al lucrativo comercio de pieles de castor con las poblaciones indígenas. A cambio de estas pieles, la compañía ofrecía mercancías como las famosas mantas marcadas con barras de colores que posteriormente se convertirían en el símbolo de sus tiendas.
El punto de inflexión llegó en 1869, cuando HBC vendió la Tierra de Rupert a Gran Bretaña para la creación, un año después, de la Confederación de Canadá. Este territorio actualmente está dividido en las provincias de Alberta, Saskatchewan, Manitoba y los territorios de Nunvatu y los Territorios del Noroeste.
Tras esta venta, la compañía se reinventó como un negocio minorista, estableciendo grandes almacenes que se convertirían en un símbolo de la clase media canadiense durante el siglo XX.
El declive de un gigante histórico
A pesar de su capacidad para adaptarse a lo largo de los siglos, HBC no pudo hacer frente a los desafíos del siglo XXI. La compañía había solicitado a principios de marzo acogerse al concurso de acreedores tras perder el pasado año fiscal 330 millones de dólares canadienses (equivalentes a unos 240 millones de dólares estadounidenses).
La evolución del comercio electrónico y los cambios en los hábitos de consumo golpearon duramente a este gigante del comercio tradicional. Los productos que antes se compraban en sus tiendas físicas —utensilios del hogar, prendas de ropa o artículos de decoración— experimentaron un fuerte aumento de demanda en plataformas online, dejando a HBC en una posición cada vez más difícil.
La pandemia de COVID-19 aceleró este declive, obligando a la empresa a cerrar temporalmente sus establecimientos y perdiendo terreno frente a competidores mejor adaptados al entorno digital. A pesar de los intentos por reestructurar la compañía, la imposibilidad de obtener financiación llevó a los tribunales a autorizar la venta de su inventario, mobiliario, establecimientos y propiedad intelectual.
El legado perdurará
Aunque la empresa como tal desaparece, parte de su legado continuará. Canadian Tire, otra icónica firma canadiense, ha llegado a un acuerdo para adquirir los derechos del nombre y los logos de Hudson’s Bay y The Bay, su escudo de armas, eslóganes y algunas de sus marcas por 21,5 millones de dólares.
La compañía compradora también será propietaria del diseño de las cuatro barras que originalmente marcaba las mantas de HBC, y planea utilizar la marca Hudson’s Bay en productos selectos. No será una marca en sí misma, pero podrá encontrarse en algunos artículos.
Sin embargo, otros elementos históricos de la compañía, como la carta de 1670 en la que el rey Carlos II otorgaba a HBC el monopolio del comercio en la Tierra de Rupert, serán subastados junto con otros artículos de valor histórico.
El fin de una era empresarial
El cierre de HBC marca el fin de una era en la historia empresarial norteamericana. Pocas compañías en el mundo pueden presumir de haber sobrevivido a tantos cambios políticos, económicos y sociales. Desde su fundación, HBC fue testigo de la independencia de Estados Unidos, la formación de Canadá como nación, dos guerras mundiales, la Gran Depresión y la revolución tecnológica.
Su capacidad para adaptarse fue notable: pasó del comercio de pieles a convertirse en un gigante minorista, expandiéndose incluso a mercados internacionales durante buena parte del siglo XX. Sin embargo, la transformación digital del comercio resultó ser un obstáculo insuperable.
El caso de HBC es un recordatorio de cómo incluso las empresas más longevas y poderosas pueden sucumbir si no logran adaptarse a los cambios del mercado. En un mundo donde la innovación y la digitalización marcan el ritmo de los negocios, la historia de esta compañía tricentenaria queda como testimonio de una forma de hacer comercio que ya pertenece al pasado.
Mientras los canadienses se despiden de una institución que formó parte de su identidad nacional durante más de tres siglos, queda la reflexión sobre cómo las empresas actuales afrontarán los desafíos de un futuro cada vez más incierto y cambiante. La lección de HBC es clara: ni siquiera 355 años de experiencia garantizan la supervivencia en el vertiginoso mundo empresarial del siglo XXI.