El gesto de Miguel Ángel Fernández Ordóñez MAFO de cesar un mes antes de lo que corresponde, ha emocionado a la sociedad española ¡Qué grandeza la de este hombre entre tanto miserable que se aferra a su cargo! ¡Qué altura de miras, qué generosidad, qué confianza transmite a un pueblo un dirigente como este, que ahorra a los españoles treinta días y treinta noches de seguir acordándose de su madre, que probablemente era una santa!
De los 72 meses que le correspondían al frente del Banco de España (6 años que han cambiado nuestro pequeño mundo), el Regulador mayor del Reino ha dejado el paisaje financiero español más desolado que Hiroshima después de la bomba atómica.
Era el infalible vigía elegido por Zapatero para velar por el rumbo seguro de una España insumergible, que jugaba en la Champions de Europa y exigía una plaza en el selecto club del G-8. Pero, 71 meses después, pasará a la historia como aquel vigía del Titanic que lo empotró contra un iceberg, que ha llenado la geografía española de millones de muertos vivientes y ha enviado al país al fondo de las gélidas aguas del inmenso océano de la crisis. Las ratas siempre abandonan los barcos en los naufragios.
Este egocéntrico contable que iba por la vida de tecnócrata altamente cualificado, ha dejado el sistema financiero español exactamente igual que si ZP hubiese tenido la ocurrencia de nombrar Gobernador del Banco de España a un mono del zoológico. Con una ventaja del simio sobre el supuesto homo sapiens: que habría cobrado en cacahuetes y dispondría ahora de una pensión en plátanos de esos que nos sobran en Canarias.
Los ciegos gobiernan en un país de tuertos
Se va por fin MAFO, y los españoles más incautos se hacen esta pregunta: ¿será capaz de dormir por las noches? Todo parece indicar que a pierna suelta, señores. Que probablemente duerma además en su casa, en vez de dormir en la cárcel. Y que, seguramente, se pasará el resto de su vida convencido (con algunos argumentos difíciles de contradecir) de que los españoles somos 47 millones de gilipollas.
Estas cosas sólo ocurren en países tan originales como el nuestro, en el que en un pueblo de tuertos los ciegos son reyes. En democracias montadas a toda prisa, en pleno rigor post mortem de un dictador, en el que los pueblos a la deriva histórica se dejan hacer su Constitución, sus reglas de juego político, cambiar la dictadura del Pardo por la dictadura de los partidos y conformarse con enterrar a un cruel caudillo y repartir el poder entre varios astutos caudillitos.
En la política española está ocurriendo lo mismo que en las viejas y enfermizas monarquías absolutas: que todo ha ido degenerando por la endogamia. Que te apellidas, por ejemplo, Fernández Ordoñez, y entras en la nobleza del sistema por las siglas de las siglas. Que los reyes leones de los partidos abdican en sucesores: Suárez en Calvo Sotelo, Felipe en Almunia (aunque luego el PSOE, con mucha vista, lo derrocó con un golpe de estado de ZP), Aznar a Rajoy, ahora Zapatero a Rubalcaba, y así sucesivamente mientras los españoles nos dedicamos a nuestro deporte nacional favorito: ser mirones de nuestra historia.
Una democracia endogámica
¿Saben ustedes cuanto tiempo llevan los mismos, enrolados en las tripulaciones ejecutivas, legislativas y judiciales de éste barco encallado en las piedras de la crisis al que llamamos España? Hay señorías, en el Congreso, dispuestas a seguir ocupando su escaño hasta que la muerte les separe. Hay diputados que han pasado de Nuevas Generaciones o Juventudes Socialistas, directamente al Hemiciclo, sin pasar por la vida.
Rajoy no debe acordarse ya de lo que es un Registro, tras treinta años practicando la escalada política hasta llegar a la cumbre del Everest de La Moncloa. Rubalcaba sólo recuerda de la química cómo se transforma un cuerpo sólido, como el de Carma Chacón, en un engendro político gaseoso. De Chaves existen serias dudas de si no le abandonaron de bebé en la puerta de la sede del PSOE. Esperanza Aguirre. Luís Solana es uno de esos reservas de lujo que jamás cuelga las botas. Y Bonos, y Cañetes, y Romays, y Rudís, y Garcíaescuderos, y Fernández, y Arenas, y Duranes y Llamazares, y centenares de mujeres y hombres de esos que le hacen la desleal competencia a los inmortales.
MAFO es un tumor; España un país invadido de metástasis
La política española está enferma, y MAFO es ahora mismo el bulto sospechoso con el que queremos practicar una biopsia. Que monten comparecencias, comisiones de investigación o numeritos de esos parlamentarios. Todos sabemos ya que MAFO es un tumor maligno. Nadie duda de que la democracia española padezca cáncer linfático y existen pocas probabilidades de que la gobernanza española no éste infestada de metástasis.
Si queda algo de Justicia, incluso podríamos disfrutar del consuelo de embargar cuentas corrientes y llenar cárceles. Pero, ¿qué hacemos con todos los que se van a quedar fuera? ¿Qué hacemos con los que se van a ir de rositas? Ni hay pan, ni hay cárceles, ni hay cauces al servicio de la sociedad para tanto chorizo.