Canción de la joven Castilla o señora Castillesquieu (Homenaje a Charles de Secondat, Montesquieu)

Canción de la joven Castilla o señora Castillesquieu (Homenaje a Charles de Secondat, Montesquieu)

CANCIÓN DE LA JOVEN CASTILLA
ó SEÑORA CASTILLESQUIEU (Homenaje a Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu)

Machado

Señora doña Castilla,
que brilla
en tu lengua y en tu Historia:
gavilla
a tu gente y dales gloria
de traer a la memoria
normas de la democracia
que viejas Comunidades
de Villa y Tierra
antes las vieran
y que llenen con verdades
sistemas en que hoy se encierran
innúmeras falsedades

Y ven
a ti misma, democracia
organizada, no acracia
ni edén
en tu lar hay almacén.
Evoca
alguna de las medidas
que, unidas,
o sólo con la primera
ya diera
democracia verdadera,
y cuya ausencia coloca
a quienes no las tuvieran
en rumbo que la sofoca.
No son, tampoco –no la hay-
la panacea
universal, pero llenan
de contenido a la democracia,
la profundizan
y amenguan la falsedad.

¿Primera?
Que el programa electoral
sumiera
al diputado social
en obligado cumplimiento
o se fuera,
dimitido
o suspendido
por juicio revocatorio al momento.
Sólo con esto, un gobierno
incumplidor y mendaz
-cualquiera-,
iríase al bien ganado averno
ante el primer incumplimiento,
esencial.
Sólo con esto
mandaría el mandante
que es el pueblo soberano
y obedecería el mandatario
que es el representante,
por lo cual cobra, sirve y es pagado,
en puesto que habría de ser secundario
y según lo que se le haya mandado.

¿Segunda?
Limitación del tiempo del encargo.
Un año duraban tus electos cargos.
Pongamos ocho o cuatro
y ya no habría profunda
casta política que en el presupuesto hunda
a él y a toda su fecunda
familia política y natural.

¿Tercera?
Deposición inmediata
del diputado incumplidor o perezoso,
de sueldo, dieta, prebenda, pensión, tarjeta, becaria y momio sólo ansioso.
Nada de «señorías» irresponsables en su mandato.
Inamovibles, hagan lo que hagan o no hagan, de su escaño.
¿Del pueblo mercenarios?
Del pueblo subordinados
durante esos cuatro u ocho años,
a él y al programa supeditados.

¿Cuarta?
Todo ello implica un «poder» estable
que al diputado le impida ser inviolable
ante su cuerpo electoral.
Ni un sólo día.
Si fuese inmune durante cuatro años
ante sus electores,
en cuatro años se corrompería
de mil amores,
en más, en menos o en todo en sí mismo pensaría
-y en hacerse favores
de todos los colores,
y a sus valedores
y a sus seguidores-
y sólo ulteriormente se acordaría del electorado,
impotente, sin recursos, desarmado,
pasivo y depuesto de su presunta soberanía,
desde el mismo momento de haber votado.

¿Quinta? Y por no seguir:
Si Defensor del Pueblo hubiera…
que el pueblo lo eligiera
porque, así,
sí que defendería,
al pueblo que lo eligió.
Lo de hoy
nuevamente es… fingir.
Del actual modo, defiende al que lo eligió:
su señorial elector.

EL CUARTO Y NUEVO PODER

Un Defensor del Pueblo electoral
sería ya el germen del Poder Social.
Por esta vía, la más asequible e inicial,
habrá algún día democracia
o nunca democracia habrá.
Sino corrupción general,
en menos -que no en poco- o en más,
entre la minoría dirigente notarás.

En Rusia, Ucrania, USA, Cuba, China, España o Portugal,
en Japón y Madagascar,
en Corea -ambas- y en Ceilán.
en Venezuela y en el Chad.

En Repúblicas o Monarquías
-falso debate
en el que no debes perder ni un día,
quien te induzca a ello quiere engañarte
y a otro lugar (el suyo, que oculta: él quiere ser la nueva señoría) llevarte-
que sobre sus pueblos, depuestos, están.

Derecha, izquierda, centro
y sus gobiernos,
del pueblo hoy sólo esperan
cobrarle impuestos.
Y además que se calle
o que patalee desde la calle,
que ese sí es derecho muy practicable
el del pataleo, en la calle.

¡Menudo baile
tanta revolución para lograr
patalear en la calle!
Sin ti, los que le “sirven”
más bien le cobran,
y ningún caso le hacen
si no les mola.

Porque, con lo de ahora,
no sólo no se han dividido en tres los poderes
sino que tampoco, dentro de ellos,
se dividieren,
sino que tus tres cúpulas,
amén de cerrarse,
también entre ellos se compactasen
y sus jerarquías entre ellas y con las otras
bien que se aunasen.

¡Oh, Señora doña Castilla,
que incluso te adelantaste
y superaste
a Montesquieu, presunto divisor final,
del poder político general!

¿Ejecutivo, Legislativo y Judicial?
Señora doña Castilla,
¿y dónde está el que tu aportaste
el más importante y supremo,
el Poder Social,
que también ha de tener órgano electo, y el principal?

En las elecciones de este Poder,
yo votara,
en las elecciones a los poderes señoriales que hay,
da igual
que votes o no votes;
ellos gobernarán
y en su provecho de «señorías»
lo harán.
Deberían llamarte,
Señora Castillesquieu,
pues tu Poder imparte
el que olvidó Montesquieu.

Democracia razonable,
profunda y apreciable,
no superada,
democracia castellana,
ventana
a la libertad,
posada
de la Humanidad,
Volverás, doña Castilla
conjunta.
Dejarás de ser difunta.
Chiquilla,
tu Historia al futuro apunta.

Juan Pablo Mañueco a pie de calle

Juan Pablo Mañueco, del libro «Castilla, este canto es tu canto. Parte I» (2014)

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Juan Pablo Mañueco

Nacido en Madrid en 1954. Licenciado en Filosofía y Letras, sección de Literatura Hispánica, por la Universidad Complutense de Madrid

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