Ni en los peores momentos, con Mourinho, me pasó esto: hoy me avergüenza mi Real Madrid, como institución. A muchos les dará igual (“mientras entre pasta fresca para fichar a cracks”…), pero yo no puedo pasar por alto que, con nuestra camiseta, servimos como instrumento de propaganda al régimen autoritario de Dubái, en los Emiratos Árabes. Allí, para que conste, en 2009 se aprobó una “guía del perfecto ciudadano” en la que se prohibían cosas como que una pareja se coja de la mano o se bese en público. ¿Por qué ese silencio cómplice en aficionados y medios de comunicación? ¿Por qué no ahondar más en un escándalo por el que Florentino Pérez, aprovechando la imagen del Real Madrid, pero con sus empresas privadas, está haciendo negocios multimillonarios en el Golfo Pérsico?
En estas, pienso que el hoy Papa Francisco, allá en Argentina, se hizo simpatizante del San Lorenzo de Almagro porque lo fundó un religioso salesiano que buscaba que los niños de las barriadas no pasaran tanto tiempo en la calle, expuestos al peligro de la droga y la violencia. Y me siento muy triste porque hoy yo no puedo sentir un mínimo de orgullo con mi equipo de toda la vida. Pase que todo sea un negocio y no ya un deporte, pero ¿colaborar con una dictadura? No, eso ya no.
Por soñar que no quede. Sueño que Florentino Pérez (a quien he admirado de corazón muchos años) explica a los socios que ha prostituido al club, que dimite y que, tras unas elecciones, entra una nueva Junta Directiva, sana y madridista. Su primera medida, y sigo soñando, es romper el contrato de patrocinio con Fly Emirates y entregar nuestra camiseta blanca a una causa tan limpia y bella como la de Cáritas. Totalmente gratis.
¿Que no podemos fichar por una millonada al próximo crack? ¡Y qué más da…! Bergoglio ha visto ganar muy pocas Ligas a su equipo, pero es feliz. Y, como hablamos de una pasión, de un sentimiento, con eso me basta y me sobra. Aunque no caiga la Décima. ¡Y qué más da…! Todo con tal de poder volver a gritar un sincero ¡Hala Madrid!
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
