Tensiones entre Washington y Bruselas por la guerra en Ucrania

Estados Unidos endurece su postura: el vicepresidente Vance lanza un ultimátum a Ucrania tras el desplante europeo de Rubio

El ultimátum de Vance a Kiev y Moscú evidencia la fractura transatlántica y complica el camino hacia un alto el fuego en Ucrania

Estados Unidos endurece su postura: el vicepresidente Vance lanza un ultimátum a Ucrania tras el desplante europeo de Rubio

Este miércoles, 23 de abril de 2025, la diplomacia internacional ha amanecido con un nuevo episodio de tensión en el conflicto ucraniano. El vicepresidente estadounidense JD Vance ha lanzado un ultimátum a Ucrania y Rusia, advirtiendo que Washington podría retirarse de los esfuerzos para lograr una paz negociada si ambas partes no aceptan la propuesta presentada. Este movimiento se produce justo después del sonado desplante del secretario de Estado, Marco Rubio, quien ha evitado reunirse con sus homólogos europeos en Londres y cancelado a última hora su asistencia a las conversaciones sobre un posible alto el fuego.

La decisión de Rubio ha provocado la suspensión de la esperada cumbre europea sobre Ucrania, dejando a los socios del Viejo Continente en una posición secundaria y visiblemente frustrados. El plantón ha sido interpretado como una clara señal del giro unilateralista que está tomando la Casa Blanca bajo la actual administración, lo que agrava aún más las tensiones en la alianza atlántica y reconfigura el tablero diplomático del conflicto.

Ultimátum estadounidense: presión máxima sobre Kiev y Moscú

En declaraciones desde India, donde se encuentra de visita oficial, JD Vance ha sido contundente: “Hemos presentado una propuesta muy clara tanto a rusos como a ucranianos. Es su momento de decir sí o Estados Unidos se retirará de este proceso”. La propuesta, que implica un alto el fuego inmediato y la congelación de las líneas territoriales próximas al statu quo actual, exige concesiones mutuas: tanto Kiev como Moscú deberían renunciar a parte de los territorios que controlan actualmente.

La postura firme de Washington se produce después de meses de negociaciones infructuosas. Aunque el presidente Donald Trump prometió durante su campaña que lograría un acuerdo entre Moscú y Kiev en menos de 24 horas, hasta ahora no ha logrado convencer ni al presidente ruso Vladímir Putin ni al ucraniano Volodímir Zelenski para aceptar las condiciones estadounidenses. La última propuesta estadounidense fue rechazada por Moscú, mientras que Kiev exige un cese total e incondicional de las hostilidades antes de abordar cualquier cuestión territorial.

Europa, fuera de juego: desplantes y malestar creciente

El reciente gesto del secretario de Estado, Marco Rubio, al cancelar su participación en la reunión ministerial europea en Londres, ha dejado patente el distanciamiento entre Washington y Bruselas. La cumbre fue reducida a encuentros cerrados entre funcionarios de segundo nivel, sin presencia mediática ni comunicados oficiales. Los ministros ucranianos Andrii Sybiha (Exteriores) y Rustem Umerov (Defensa), acompañados por el jefe de gabinete presidencial Andriy Yermak, acudieron igualmente al encuentro, donde insistieron en que “trabajarán por la paz” pese al vacío estadounidense.

Según fuentes diplomáticas citadas por Reuters, la retirada estadounidense se precipitó tras conocer que Ucrania presentó un documento ante sus socios europeos negándose a debatir cualquier concesión territorial sin un alto el fuego pleno e incondicional. Esta discrepancia revela las diferencias sustanciales entre los objetivos ucranianos y los planteamientos negociadores impulsados por Washington.

El gesto no es aislado. En las últimas semanas, Rubio también declinó reunirse con la alta representante europea Kaja Kallas durante su visita a Washington, lo que refuerza la percepción europea de ser marginada en las negociaciones clave sobre Ucrania. El propio Trump ha declarado abiertamente que “la Unión Europea se creó para fastidiar a Estados Unidos”, reflejando el clima hostil que domina actualmente las relaciones transatlánticas.

El escenario militar: violencia persistente sobre el terreno

Mientras las capitales negocian o se distancian, la guerra sigue su curso en Ucrania. Este miércoles se ha producido un nuevo ataque ruso con drones contra un autobús que transportaba trabajadores mineros en Marhanets (centro del país), con un saldo oficial de nueve muertos según fuentes ucranianas. El cese temporal de ataques contra infraestructuras energéticas pactado durante la pasada Pascua apenas duró unas semanas; ambas partes se acusan mutuamente de violar reiteradamente cualquier alto el fuego parcial o local.

En Kiev, Zelenski insiste en reclamar a Washington apoyo para lograr al menos una tregua parcial o permanente. Asegura estar dispuesto a dialogar directamente con Trump cuando coincidan este sábado en Roma durante el funeral del papa Francisco. Sin embargo, dentro del Gobierno ucraniano cunde cierta desconfianza ante lo que perciben como una presión creciente para aceptar condiciones poco favorables o incluso renunciar a territorios ocupados.

Perspectivas y riesgos: ¿hacia una paz impuesta o una fractura occidental?

La estrategia estadounidense parece orientada ahora a forzar una resolución rápida del conflicto —aunque sea imperfecta— para cerrar cuanto antes uno de los principales frentes abiertos en política exterior. El ultimátum lanzado por Vance evidencia la impaciencia creciente en Washington ante la falta de avances concretos y el desgaste político interno que genera el apoyo continuado a Kiev.

Sin embargo, esta presión directa puede tener efectos contraproducentes:

  • Profundiza la desconfianza entre Kiev y Washington.
  • Refuerza la percepción rusa de estar ganando tiempo mientras avanza sobre el terreno.
  • Margina a Europa y debilita la coordinación occidental frente al Kremlin.
  • Genera fisuras internas tanto en Ucrania como dentro del bloque europeo.

Por ahora, tanto Putin como Zelenski mantienen posturas inamovibles. El primero descarta cualquier cese definitivo sin garantías territoriales sólidas; el segundo rechaza negociar bajo amenaza o sin apoyo pleno occidental.

Mientras tanto, Europa intenta reconstruir puentes diplomáticos —ya sea proponiendo enviados especiales o buscando interlocución directa con Moscú— pero sin capacidad real para condicionar ni acelerar una salida negociada.

El giro unilateralista estadounidense inaugura así una fase incierta en el conflicto ucraniano. Con cada día que pasa sin acuerdo, aumenta no solo el coste humano sino también el riesgo geopolítico para toda Europa. Los próximos días serán decisivos para comprobar si prevalece alguna fórmula negociadora o si —como temen muchos analistas— Occidente asiste dividido al enquistamiento indefinido del conflicto.

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