Hoy, 29 de mayo de 2025, Portugal amanece con un nuevo panorama político que rompe con medio siglo de tradición democrática.
Chega, el partido de derecha duro y sin complejos, se ha convertido oficialmente en la segunda fuerza parlamentaria del país, desbancando al histórico Partido Socialista (PS) como líder de la oposición gracias al voto de los portugueses en el exterior. Este hecho marca un antes y un después en la política lusa, donde por primera vez desde la Revolución de los Claveles el PS queda relegado a una tercera posición.
El recuento definitivo de los votos emitidos por los emigrantes portugueses ha otorgado a Chega dos escaños adicionales, elevando su representación parlamentaria a 60 diputados, mientras que el Partido Socialista se ha quedado con 58, sin conseguir ninguno de los cuatro escaños que se elegían fuera del país. La coalición conservadora Alianza Democrática (AD), liderada por el primer ministro Luís Montenegro, también ha salido reforzada sumando dos diputados más hasta alcanzar los 91, aunque sigue lejos de la mayoría absoluta.
El sorpasso que nadie predijo
El vuelco electoral ha supuesto una auténtica sorpresa para analistas y encuestadoras. En las elecciones celebradas el pasado 18 de mayo, Chega y el PS habían empatado a 58 escaños, aunque los socialistas aventajaban a la formación ultraderechista por unos 48.812 votos. Sin embargo, el apoyo masivo de la diáspora portuguesa ha cambiado completamente el escenario, otorgando a Chega el 26,45% de los sufragios en el exterior, frente al 15,75% de AD y el 13,55% del PS.
Para André Ventura, fundador de Chega en 2019, este resultado supone la culminación de un meteórico ascenso político. «Tuve oportunidad de decirle al presidente de la República que Chega asumirá un papel de liderazgo de la oposición en Portugal y de liderazgo de una alternativa de Gobierno», declaró Ventura tras reunirse con el presidente Marcelo Rebelo de Sousa.
La derrota ha sido especialmente amarga para el Partido Socialista, que por primera vez en la historia democrática portuguesa no ha conseguido ningún representante del voto extranjero. Esta debacle llevó a Pedro Nuno Santos a dimitir como secretario general del PS pocas horas después de conocerse los resultados electorales, alegando «responsabilidad política» y anunciando la convocatoria de nuevas primarias a las que no se presentará.
Un fenómeno que transforma la política portuguesa
El ascenso de Chega no es casual ni repentino. Desde su fundación, el partido ha sabido capitalizar el descontento de amplios sectores de la sociedad portuguesa con los partidos tradicionales. Su estrategia de comunicación, especialmente potente en redes sociales, ha transformado por completo el panorama político luso, convirtiéndose en líder absoluto en plataformas como Facebook, Instagram, YouTube y TikTok.
Chega ha construido su discurso en torno a temas como la lucha contra la corrupción, el rechazo a la inmigración «descontrolada» y la crítica a los «subsidios de dependencia». Ventura ha transmitido al presidente Rebelo de Sousa que estos son «pilares fundamentales» de su formación, marcando así sus líneas rojas para cualquier posible negociación.
El partido ultraderechista se presenta como «el grito del portugués común», de aquellos ciudadanos que «pagan impuestos, no consiguen acceder a servicios públicos de calidad y ven su futuro con pesimismo». Un mensaje que ha calado especialmente entre quienes se sienten abandonados por el sistema político tradicional y han sufrido las consecuencias de sucesivas crisis económicas.
La ultraderecha europea: un fenómeno en expansión
El éxito de Chega en Portugal no es un caso aislado, sino que se enmarca en una tendencia que recorre Europa desde hace años. Formaciones de extrema derecha han conseguido importantes avances electorales en países como Italia, Francia, Alemania, Suecia o Finlandia, modificando sustancialmente el tablero político continental.
Este auge responde a múltiples factores que han erosionado la confianza en los partidos tradicionales. La gestión de sucesivas crisis económicas, que ha dejado a amplios sectores de la población con sensación de abandono; el impacto de los flujos migratorios, especialmente tras la crisis de refugiados de 2015; y la percepción de una creciente inseguridad han alimentado un discurso que cuestiona el statu quo político.
En el caso portugués, Chega ha sabido capitalizar además el desgaste del Partido Socialista tras años en el gobierno y los escándalos de corrupción que provocaron la dimisión del anterior primer ministro, António Costa. La formación de Ventura se ha presentado como la única capaz de «enfrentarse a la red de corrupción instaurada por el Partido Socialista» y ha prometido acabar con un sistema en el que, según su visión, «el socialismo llevaba más de 30 años vigente» con un «control alarmante» sobre las instituciones.
Un nuevo equilibrio de poderes
El primer ministro Luís Montenegro ha reiterado en varias ocasiones que no permitirá la entrada de Chega en el gobierno ni negociará acuerdos para sacar adelante ninguna norma. Sin embargo, la nueva configuración parlamentaria coloca a Ventura en una posición estratégica para influir en la política portuguesa.
Con 91 diputados, la coalición AD está lejos de los 116 que otorgan la mayoría absoluta, lo que obligará a Montenegro a buscar apoyos puntuales para gobernar. Aunque el primer ministro ha descartado pactos con Chega, la realidad parlamentaria podría forzar algún tipo de entendimiento en cuestiones específicas.
Para Ventura, el desafío será demostrar que puede ejercer una oposición constructiva sin renunciar a sus principios. «Portugal no necesita ni quiere más elecciones y precisa tener un rumbo, un orden, un camino», ha declarado el líder ultraderechista, en un intento de mostrar responsabilidad institucional.
La gran incógnita es si Chega aprovechará su nuevo estatus para influir realmente en las decisiones del Gobierno o si, por el contrario, mantendrá un perfil más populista y confrontacional. Nada garantiza que Ventura no caiga en la tentación de hacer exigencias con banderas políticas propias de su partido, como la prisión perpetua o la castración química para determinados delitos.
Lo que está claro es que el sistema político portugués ha experimentado una transformación sin precedentes. El bipartidismo que caracterizó la democracia lusa desde 1974 ha saltado por los aires, y Portugal se adentra en una nueva era de fragmentación y polarización política. Chega ha pasado «de ser un grito a un movimiento político nacional que tendrá un impacto real en el futuro del país», como señalan sus propios dirigentes.
En este nuevo escenario, tanto la derecha tradicional como la izquierda tendrán que redefinir sus estrategias. Algunos analistas ya anticipan un posible acercamiento entre el Partido Social Demócrata (principal componente de AD) y el Partido Socialista, lo que podría consolidar aún más a Chega como la verdadera alternativa opositora.
La política portuguesa ha entrado en una fase de reconfiguración cuyas consecuencias son difíciles de prever. Lo único seguro es que el «sorpasso» de Chega al Partido Socialista marca un punto de inflexión histórico que refleja las profundas transformaciones sociales y políticas que experimenta no solo Portugal, sino Europa en su conjunto.
