Este domingo, 22 de junio de 2025, la noticia ha sacudido el tablero internacional: Estados Unidos ha atacado con éxito tres de las instalaciones nucleares más importantes de Irán.
El presidente Donald Trump lo anunció personalmente y celebró lo que calificó como “la total y completa destrucción” de los sitios de Fordow, Natanz e Isfahán.
La decisión marca un giro radical en la política exterior estadounidense y representa el mayor involucramiento militar directo de Washington en la guerra abierta entre Irán e Israel.
El contexto inmediato: una escalada sin precedentes
El ataque llega tras semanas de máxima tensión en Oriente Medio. Las relaciones entre Teherán y Tel Aviv se han deteriorado a niveles nunca vistos desde la revolución islámica, con Israel lanzando ataques preventivos contra infraestructuras estratégicas iraníes y Teherán respondiendo con oleadas de misiles y drones sobre territorio israelí. Mientras tanto, la diplomacia internacional —incluida la presión de Washington sobre Israel para evitar una ofensiva mayor— había fracasado en contener la espiral bélica.
La entrada directa de Estados Unidos en el conflicto supone un punto de inflexión. Trump, tras reunirse con su Consejo de Seguridad Nacional, ordenó el despliegue de bombarderos B-2 Spirit desde bases estadounidenses para ejecutar una operación quirúrgica contra las infraestructuras nucleares iraníes más críticas.
Las instalaciones atacadas: Fordow, Natanz e Isfahán
1. Fordow
Situada a unos 160 kilómetros al sur de Teherán, cerca de Qom, Fordow es una planta subterránea excavada en la ladera de una montaña. Revelada al mundo en 2009 tras años de construcción secreta, Fordow ha sido considerada durante mucho tiempo como uno de los objetivos más difíciles para un ataque aéreo convencional debido a su blindaje natural y su profundidad bajo tierra. La instalación se diseñó para enriquecer uranio al 20%, pero según informes recientes del OIEA, se detectaron rastros de uranio enriquecido al 83,7% —un nivel muy próximo al necesario para fabricar un arma nuclear—.
El ataque sobre Fordow fue especialmente contundente: Trump confirmó que “se lanzó una carga completa de bombas antibúnker”, probablemente del tipo GBU-57, capaces de penetrar cientos de metros bajo tierra. Esta bomba solo está disponible en el arsenal estadounidense y fue clave para golpear el “corazón protegido” del programa nuclear iraní.
2. Natanz
Natanz es la principal planta iraní para el enriquecimiento industrial de uranio. Localizada a unos 250 kilómetros al sur de Teherán, Natanz ha sido objeto durante años del escrutinio internacional y ya fue saboteada previamente mediante ciberataques y operaciones encubiertas atribuidas a Israel. En sus vastas salas subterráneas alberga miles de centrifugadoras avanzadas capaces de producir uranio enriquecido a distintos niveles.
Aunque menos protegida que Fordow, su importancia es estratégica: sin Natanz, Irán pierde capacidad industrial masiva para enriquecer uranio a gran escala.
3. Isfahán
El complejo nuclear de Isfahán cumple un rol fundamental en la cadena nuclear iraní: es allí donde se convierte el uranio natural extraído en gas hexafluoruro (UF6), materia prima imprescindible para alimentar las centrifugadoras tanto en Fordow como en Natanz. Sin este “eslabón químico”, todo el proceso se detiene.
Isfahán ya había sido parcialmente dañado por un ataque israelí la semana pasada. Sin embargo, tras este nuevo bombardeo estadounidense —que alcanzó al menos cuatro edificios críticos— se pone en duda la viabilidad técnica del programa nuclear iraní a corto plazo.
Detalles tácticos: así fue el ataque estadounidense
La operación se ejecutó durante la noche del sábado al domingo. Aviones B-2 Spirit partieron desde Estados Unidos y cruzaron Asia con apoyo logístico aéreo para lanzar bombas antibúnker sobre los objetivos seleccionados. Trump aseguró que “todos los aviones están fuera del espacio aéreo iraní y han regresado sanos y salvos”. El mandatario aprovechó para felicitar a las fuerzas armadas estadounidenses con un mensaje claro: “No hay ningún otro ejército en el mundo que pudiera haberlo hecho”.
Pese al tono triunfalista, Washington insiste en que no prevé más ataques inmediatos pero exige a Irán “buscar la paz y abstenerse de nuevas represalias”. El presidente estadounidense remarcó que este es un “momento histórico” y urgió a Teherán a aceptar el fin del conflicto armado.
Repercusiones inmediatas: ¿fin del programa nuclear iraní?
Los primeros análisis indican que los daños sobre Fordow podrían ser devastadores para las capacidades nucleares iraníes. Las bombas GBU-57 están diseñadas para destruir estructuras subterráneas reforzadas; si han alcanzado los túneles principales o las cámaras donde se alojan las centrifugadoras, la recuperación será lenta y costosa.
En cuanto a Natanz e Isfahán, aunque sus infraestructuras pueden ser reconstruidas eventualmente, la destrucción simultánea limita severamente cualquier intento rápido por retomar el enriquecimiento industrial o reanudar el ciclo completo del combustible nuclear.
Esto no significa necesariamente el fin definitivo del programa nuclear iraní —Teherán ha demostrado capacidad para recuperar instalaciones dañadas— pero sí marca un retroceso sin precedentes desde los acuerdos nucleares internacionales rotos hace años.
Perspectivas regionales e internacionales
La reacción global no se ha hecho esperar:
- Israel ha celebrado abiertamente la acción estadounidense.
- Rusia y China han condenado duramente lo que consideran una escalada peligrosa.
- La Unión Europea pide moderación e insta a retomar vías diplomáticas.
- Arabia Saudí y otros países árabes observan expectantes ante la posibilidad de represalias directas o ataques indirectos por parte de grupos aliados a Irán.
En Washington, voces críticas advierten sobre los riesgos inherentes: un ataque tan contundente podría empujar a Teherán hacia una respuesta asimétrica o desatar una carrera armamentística regional aún mayor.
¿Y ahora qué? Escenarios abiertos
- Respuesta militar iraní: Si bien hasta ahora no hay confirmación oficial sobre daños personales o respuesta inmediata desde Teherán, existe temor fundado a represalias directas contra intereses estadounidenses e israelíes tanto en Oriente Medio como fuera.
- Diplomacia bajo presión: Algunos analistas consideran que este ataque podría forzar un regreso a negociaciones multilaterales bajo términos mucho más restrictivos para Irán.
- Impacto energético: Los mercados petroleros reaccionan con volatilidad ante cualquier indicio de inestabilidad prolongada o cierre temporal del Estrecho de Ormuz.
- Seguridad global: El golpe propinado por Estados Unidos redefine los límites del uso preventivo o punitivo de la fuerza ante programas nucleares sospechosos.
Un punto de inflexión histórico
Hoy, 22 de junio del 2025, Oriente Medio amanece sumido en una nueva incertidumbre tras los bombardeos estadounidenses sobre Fordow, Natanz e Isfahán. Para algunos observadores es una jugada arriesgada pero efectiva; para otros, una puerta abierta hacia más inestabilidad y violencia imprevisible.
El futuro inmediato dependerá tanto del cálculo estratégico iraní como del pulso político internacional por evitar que este episodio derive en una guerra regional aún más destructiva —y quizás irreversible—.
La única certeza es que nada volverá a ser igual tras esta noche histórica; ni para Irán ni para quienes apuestan por un equilibrio frágil entre disuasión y diplomacia nuclear.
