La expectativa de un cara a cara entre Vladímir Putin y Volodímir Zelensky lleva semanas en el centro del debate internacional, alentada por la presión de Estados Unidos y Europa, pero la realidad geopolítica y militar dibuja un escenario mucho más complejo.
Mientras las cancillerías occidentales exploran sedes neutrales —de Suiza a Italia— y la Casa Blanca celebra la posibilidad de un acercamiento, sobre el terreno el conflicto sigue su curso y la distancia entre las posiciones de Moscú y Kiev parece insalvable.
A día de hoy, 20 de agosto del 2025, la guerra no ha dado tregua.
Los constantes avances rusos en el frente este y sur de Ucrania, junto con ataques sistemáticos con misiles y drones sobre infraestructuras críticas, marcan la agenda diaria tanto en los despachos de Kiev como en los de Moscú.
Las últimas 24 horas han sido especialmente intensas: en la noche del lunes al martes, al menos diez misiles y 270 drones impactaron en varias ciudades ucranianas, afectando especialmente a Kremenchuk, Járkov y Poltava.
La alarma antiaérea volvió a sonar en Kiev y otras regiones, recordando a la población que la guerra no se detiene, ni siquiera cuando la diplomacia parece moverse.
El tablero diplomático y la retórica del encuentro
El empuje de Donald Trump desde la Casa Blanca ha sido clave para reactivar la posibilidad de una reunión al más alto nivel. El presidente estadounidense optó por dejar que los líderes de Moscú y Kiev dialoguen directamente antes de intervenir él mismo en una eventual cumbre trilateral. “Vamos a intentar detener la guerra, y creo que tenemos buenas posibilidades”, declaró Trump tras reunirse por separado con ambos mandatarios en los últimos días. La presión de Washington y de varias capitales europeas ha sido decisiva para que la opción de un diálogo directo vuelva a estar sobre la mesa.
Tanto Zelensky como Putin han mostrado públicamente disposición a dialogar, aunque con matices importantes. El presidente ucraniano aseguró esta semana estar dispuesto a reunirse con Putin “sin condiciones” en un plazo de dos semanas, aunque no se ha fijado fecha ni lugar definitivo. Por su parte, desde el Kremlin se ha dejado entrever que el formato y el nivel de la negociación dependerán de las garantías de seguridad para Moscú y de las condiciones sobre el terreno.
Entre las posibles sedes, Suiza e Italia han hecho ofertas formales para acoger la cumbre, mientras que Hungría también ha sido mencionada por su cercanía a Rusia y su pertenencia a la UE. Francia, a través de Emmanuel Macron, ha calificado la eventual cita como “muy importante”, aunque Moscú ha reaccionado con frialdad a las propuestas occidentales.
Obstáculos insalvables: territorio y soberanía
El principal escollo sigue siendo el mismo que desde el inicio de la invasión en 2022: la integridad territorial de Ucrania. Moscú ha planteado en los últimos días la cesión de todo el Donbás (Lugansk y Donetsk) y la renuncia definitiva a Crimea como condición para estabilizar la línea de frente y avanzar en un acuerdo de paz. Kiev considera estas exigencias inaceptables y mantiene la reclamación de recuperar todos los territorios ocupados, apoyado en el compromiso de sus aliados occidentales.
El paquete de garantías de seguridad para Ucrania, negociado estos días en Washington y que contempla la entrega de armas estadounidenses por valor de 90.000 millones de dólares, refuerza la posición de Zelensky, pero también incrementa la desconfianza de Moscú. El Kremlin insiste en rechazar la presencia de tropas de la OTAN en suelo ucraniano y exige compromisos claros que limiten la expansión occidental en su frontera.
El pulso en los frentes: avances rusos y resistencia ucraniana
Mientras tanto, la situación en el campo de batalla sigue siendo determinante. Las fuerzas rusas han consolidado posiciones en varias áreas del este y el sur, presionando sobre Járkov y expandiendo su control en el Donbás. Las ofensivas recientes han logrado avances territoriales limitados pero sostenidos, obligando a Ucrania a redistribuir recursos y a depender cada vez más del apoyo militar extranjero.
Las cifras hablan por sí solas:
- Más de 270 drones y 10 misiles lanzados en una sola noche sobre objetivos estratégicos ucranianos.
- Infraestructuras energéticas y nodos de transporte entre los principales objetivos rusos.
- Movimientos de tropas en el frente este que han permitido a Moscú consolidar posiciones en zonas disputadas.
Pese a la presión, Ucrania resiste en puntos clave y mantiene la moral, apoyada por la promesa de nuevas entregas de armas y fondos occidentales. Sin embargo, la fatiga social y militar es evidente tras más de tres años de guerra ininterrumpida.
Una cita que se aleja más que nunca
Aunque la diplomacia se mueve, la posibilidad real de un encuentro entre Putin y Zelensky sigue estando más lejos que nunca. El ruido de los combates y las exigencias cruzadas hacen que cualquier gesto de distensión quede rápidamente neutralizado por la realidad militar y las agendas políticas internas. Ni Moscú ni Kiev parecen dispuestos a hacer concesiones de calado: el primero exige reconocimiento internacional de los territorios ocupados; el segundo, la restauración de la soberanía plena.
El contexto internacional añade otra capa de complejidad. El papel de Estados Unidos, el interés de Trump por un éxito diplomático de alto perfil, la presión de Europa para evitar un conflicto crónico en su frontera oriental y la propia situación interna de Rusia y Ucrania convierten la negociación en un rompecabezas sin solución sencilla.
En este escenario, la pregunta no es solo si Putin está preparado para encontrarse con Zelensky, sino si ambos líderes —y sus sociedades— pueden asumir el coste político y humano de las concesiones necesarias para una paz duradera. Hasta entonces, la guerra y la diplomacia seguirán su curso, entre la esperanza y el escepticismo.
