En los meses posteriores al suceso cobró fuerza la teoría de que los McStay habían cruzado a pie la frontera hacia México
Cuando en una fría noche de febrero de 2010 la familia McStay desapareció de su residencia de la localidad californiana de Fallbrook, a unos 90 kilómetros al norte de San Diego, el suceso ocupó las portadas de los medios nacionales.
Joseph McStay, de 40 años, su esposa Summer, de 43, y los dos hijos de la pareja, Gianni, de cuatro años, y Joseph Jr., de tres, se desvanecieron sin dejar rastro. Ni las autoridades ni sus familiares encontraban ningún sentido a lo sucedido.
Ahora, más de tres años después de su desaparición, se ha confirmado que los restos humanos hallados por unos motociclistas en el desierto del Mojave, en el Condado de San Bernadino, pertenecen a los McStay, lo que no hace más que aumentar el misterio.
Rompecabezas
La policía trabaja ahora para juntar las piezas del rompecabezas que permita saber qué pasó para que terminaran muertos y enterrados en un remoto paraje a más de 150 kilómetros de su hogar.
«Realmente no era el resultado que estábamos buscando», dijo a los periodistas entre lágrimas el hermano de Joseph McStay, Michael McStay, en una emotiva conferencia de prensa celebrada este viernes.
«Nos conforta saber que están juntos y que están en un sitio mejor. Vamos a encontrar al culpable o culpables. Sé que el sheriff y el FBI y todo el mundo quieren que se haga justicia», señaló McStay.
Sin signos de violencia
Los McStay desaparecieron el 4 de febrero de 2010. Las autoridades fueron alertadas por los familiares y amigos de la pareja después de que pasaran varios días sin tener noticias de ellos.
Cuando la policía visitó su casa todo parecía estar en orden y no había signos de violencia. De hecho, los investigadores creen que la familia abandonó la vivienda con prisa, ya que encontraron restos de comida en la cocina y el salón.
Los perros de la familia habían sido alimentados por los vecinos.
Su automóvil fue hallado días después de su desaparición aparcado a unas cuadras del paso fronterizo de San Ysidro. En el maletero del vehículo estaban los regalos de cumpleaños de uno de los niños pero no había ni rastro de los McStay.
Antes de desvanecerse sin dejar rastro, Joseph tenía un próspero negocio de instalación de fuentes de agua, mientras que su esposa Summer cuidaba en casa de sus dos hijos. Según las autoridades, no se les conocían enemigos.
Ni las cuentas bancarias de la pareja -en las que había unos US$100.000- ni sus teléfonos celulares registraron actividad alguna tras su desaparición.
La conexión mexicana
En los meses posteriores al suceso cobró fuerza la teoría de que los McStay habían cruzado a pie la frontera hacia México.
La policía pasó semanas analizando las grabaciones de las cámaras de seguridad del paso de San Ysidro hasta dar con unas imágenes en las que se veía a una pareja con dos niños abandonando Estados Unidos.
Ello, sumado a una búsqueda de internet que se realizó en un computador de la familia sobre los documentos necesarios para viajar a México, parecía confirmar que los McStay habían salido del país de forma voluntaria.
Pero sus familiares nunca aceptaron esta explicación. Las imágenes de las cámaras de videovigilancia eran demasiado borrosas y no encontraban ningún motivo para que los suyos abandonaran la apacible vida que llevaban en Fallbrook, donde hacía unos meses habían comprado una casa nueva.
«Mi hijo no se marchó. No entraron en México. Nunca hubieran hecho eso», aseguró a los medios el padre de Joseph, Patrick McStay.
Tras casi cuatro años de recibir pistas falsas y con una investigación que se encontraba en un callejón sin salida, este viernes el sheriff del condado de San Bernadino, John McMahon, confirmó que los restos óseos hallados en dos fosas en el desierto del Mojave pertenecen a los McStay.
Según McMahon, la familia fue asesinada. El quién, el cómo y el porqué siguen siendo un misterio.