Son tiempos que se estudiarán en los libros del futuro. Son muchas las cosas de estos días que se recordarán, muchas las anécdotas… Me llama la atención la indisciplina ciudadana. La gente que sale a la calle sin importarle las consecuencias. Rebelándose ante el bien común. Y me llaman la atención los que además se enfrentan a la policía, queriendo imponer su propio y egoista deseo. Brutos ignorantes.
Yo crecí con el franquismo, esa fue mi educación que he completado con mi propia evolución, con mi propia mejora, con mi deseo de ser mejor ciudadano… objetivo no siempre cumplido, claro. En cualquier caso la policía siempre estaba para ayudarme, para apoyarme y para defenderme. Si alguien quisiera robarme, hacerme daño u ofenderme estaba la policía. Eran los buenos, los míos.
Pero eso ha ido cambiando, vaya usted a saber por qué, y nos llegamos en tiempos obscenos en los que un vicepresidente del gobierno nunca ha rectificado o pedido disculpas por unas palabras en las que manifestaba su emoción ante un policía golpeado por los manifestantes. La degradación estudiada del respeto a todo lo que significase autoridad nos ha llevado a que payasetes de tres al cuarto se enfrentaran a la policía por un paseo urbano cuando deberían estar en casa. La autoridad es fascista, la policía es fascista, la democracia es lo del ciudadano que se opone a ser confinado en casa obedeciendo al gobierno.
En España durante años y años se ha menospreciado a la policía, a los jueces, a los ministros, a los maestros, a los padres. La degradación moral es evidente pero como en tantos temas hemos preferido esconder la cabeza bajo el ala. La policía que debería ser vista como ángeles custodios es vista por una parte de la sociedad, la más baja, la más soez, la más chabacana, como la puta policía.