Tenemos 700 años

Tenemos 700 años

Los lectores habituales saben que soy un castellano orgulloso de serlo y que pienso que si cuando aquel reparto de las autonomías hubiesen dejado a Castilla entera y con un papel protagonista otra cosa sería este drama llamado España. Eso no significa que niegue nuestros muchos defectos, para ello tendría que volver a nacer, ni que niegue nuestros numerosos aciertos históricos, para ello tendría que volver a nacer nacionalista catalán. Lo menos me gusta de los castellanos es que somos muy críticos con nosotros mismos, con nuestros méritos históricos y personales, no somos jocundos, alborotadores y folclóricos, como los andaluces, ni somos profundamente orgullosos, autosatisfechos y autosuficientes como los vascos. Somos como somos, a veces afortunadamente, a veces lamentablemente, en general no nos valoramos lo suficiente. En parte hemos asumido como propio el descrédito y las críticas que nos achacan quienes no han hecho nada en la historia de la humanidad, salvo levantar piedras muy gordas y extorsionar a los diferentes gobiernos de España. Si fuéramos nosotros los responsables de las dos guerras mundiales del siglo XX, por poner un ejemplo, no dejaríamos de escribir y tertulianear durante siglos sobre nuestra propia maldad, echando sal incesantemente en nuestras propias heridas.

Descubrimos nuevos mundos y somos capaces de amargarnos por ello, tenemos los espacios naturales más bellos y al tiempo somos capaces de arrancar decenas de árboles para poner una plaza, muuuuy castellana ella, de ladrillos y adoquines, cemento y asfalto, como si el verde y la naturaleza nos repateasen los higadillos.

Todo este largo preludio lo digo por la catedral de Palencia. Por fuera tan seca y austera que, como los ladrillos refractarios, parece rechazar el fuego y el calor de quienes se acercan a ella, y por dentro tan acogedora, sensible y espiritual. La catedral de Palencia ha cumplido 699 años el pasado lunes. 699. En aquel año no existían los EeUU, no existía España, no existía la Unión Europea, no existía ni la hora del aperitivo ni la hora de la siesta ni se tenía noticia alguna de la redondez de la tierra. Pero la segunda catedral de Palencia, la segunda, echaba a andar un primero de junio. 699 años han pasado desde entonces. Esto…, perdón, voy a sacar la pata, puede que la siesta si existiera ya entonces, a ver quién se ponía a levantar esa inmensa mole con el calor de las tres de la tarde.

Yo soy más de románico que de gótico, conste. Sé que el gótico es esplendor y magnificencia, sé que sus arcos, sus rosetones, sus grandiosas catedrales pretenden acercarnos a Dios, pero yo, pido perdón, soy más de la pequeña ermita que hay en el monte de casi todos los pueblos, porque me acerca más a los hombres; me habría gustado convivir, charlar y tomar un imposible café con churros con quienes erigieron la espadaña de Cantamuda o con aquel Micaelis  me fceit, de San Cornelio y San Cipriano. Me suena que ya se lo he contado y que me estoy repitiendo, disculpen.

No sé lo que van a hacer con nosotros estos malandrines del gobierno mañana o la semana que viene, como para saber lo que va a pasar dentro de 365 días, pero el año que viene se celebrarán 700 años, siete siglos, de esa primera piedra. ¿Hemos puesto ya la primera piedra de esas celebraciones o estamos esperando a ver qué coronavirus pasa? Si, sí, soy consciente de que ahora las prioridades son otras, pero pue qu’el año que viene haya tiempo pa’ to. No estaría bien que la Diputación o el ayuntamiento de la capital nos dijeran también que esto no se podía prever. Desconozco en este momento si nuestras instituciones están ya o no en la labor, doy por supuesto que sí, pero aviso de que la ocasión merece la pena y que hemos de celebrarlo, hemos de montar un tinglao de tres pares de narices, o a lo peor de solo un par de narices, dadas las circunstancias, pero no debemos dejar pasar la fecha por alto. 

Hay que avisar a malabaristas, a todos los juglares y trovadores del reino, músicos y contorsionistas, hay que convocarb justas y torneos de los más galantes y donosos caballeros para celebrarnos, grandes partidas de pelota, dados y alquerque para festejarnos y para autocomplacernos. Siempre con licencia de la Santa Madre Iglesia y con la esperanza de que Dios nos ampare. Siete siglos no se cumplen todos los días. Cuando nos vengan con la grandeur de Francia, la omnipresencia y el omnipoder de EEUU o la belleza de mi amada Italia debemos contraponer lo nuestro, nuestras organizaciones religiosas, culturales, sociales o económicas de hace setecientos años, nosotros ya existíamos hace 700 años, hace 700 años alzábamos la catedral de Palencia, la segunda, oiga. ¿Se imaginan a Trump celebrando los setecientos años de los EEUU? No, claro, no tienen más que doscientos y pocos años, una caca. Palencia, la segunda catedral de Palencia, ya va por los setecientos.

Señor presidente de la Junta de CAstilla ( y León, bueno), señora presidenta de la Diputación, señor alcalde de la ciudad, muévanse, como dice la desdichada ministra tienen que tomar unas decisiones megadrásticas, tío. Y tías, claro.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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