Entrar en el Congreso de los Diputados y escuchar a Mertxe Aizpurua —portavoz de EH Bildu, condenada por enaltecimiento del terrorismo y exdirectora del diario ‘Egin’, altavoz oficial de ETA durante décadas— dar lecciones de periodismo tiene algo de realismo mágico patrio. Pero en la política española actual, lo improbable se convierte en rutina: la izquierda abertzale se ha subido a la tribuna para defender, sin sonrojo, una reforma que veta a periodistas “incómodos” tachándolos de “agitadores ultraderechistas”.
Este giro sorprendente se produce mientras el Gobierno y sus socios impulsan una reforma del reglamento para regular la actividad periodística en la Cámara Baja. El objetivo declarado: frenar a quienes —según su relato— convierten el hemiciclo en un plató para el espectáculo y el acoso. Entre las anécdotas recientes, las maniobras para expulsar a Bertrand Ndongo, periodista acreditado por ‘Periodista Digital’, tras varios incidentes con portavoces de izquierda.
El Congreso, nuevo escenario del debate sobre la libertad informativa
La escena política española vive semanas intensas. El pleno del Congreso ha dado luz verde —con 176 votos a favor y 170 en contra— a tramitar una regulación que permitirá a la Mesa del Congreso decidir quién puede o no ejercer como periodista parlamentario. Todo ello tras una cascada de incidentes, reproches cruzados y acusaciones de “acoso” e “intimidación” por parte de algunos acreditados, señalados por los partidos del Gobierno y sus aliados como “activistas ultras”.
La reforma introduce hasta 17 infracciones, que van desde interrumpir el orden o faltar al respeto hasta grabar imágenes en espacios prohibidos. Las sanciones oscilan entre suspensiones temporales —desde diez días hasta seis años— y la retirada definitiva de la acreditación. Un Consejo Consultivo de Comunicación, con representantes políticos y profesionales, será quien asesore sobre cada caso.
Sin embargo, PP y Vox han puesto el grito en el cielo. Acusan al Ejecutivo de querer controlar a la prensa libre y tapar las vergüenzas gubernamentales bajo pretexto de mantener el orden. Para la oposición conservadora, esta medida es un ataque directo a la libertad informativa y un intento más del sanchismo de blindarse frente al periodismo incómodo.
La ‘Brunete Pedrete’ mediática: periodistas-masajistas y pesebres oficiales
En medio del debate sobre el papel de los medios en el Congreso, resuena con fuerza la crítica a lo que algunos llaman la ‘Brunete Pedrete’ mediática: ese conglomerado de periodistas-masajistas que orbitan alrededor del poder, firmemente amarrados al pesebre de La Moncloa. Son los encargados de suavizar titulares, blanquear polémicas y convertir cada rueda de prensa presidencial en una coreografía sin preguntas molestas.
Mientras estos profesionales disfrutan de acceso privilegiado y trato deferente, quienes se atreven a incomodar al Gobierno se enfrentan al veto o al señalamiento público. De hecho, uno de los argumentos recurrentes es que buena parte del periodismo parlamentario actual está más cerca del gabinete de prensa gubernamental que del reporterismo crítico e independiente.
La paradoja no pasa desapercibida: Bildu —partido heredero político e ideológico del entorno etarra— abanderando ahora la defensa de las buenas prácticas periodísticas. En palabras recientes recogidas en el propio hemiciclo, Aizpurua ha llegado a tachar a los periodistas críticos como “voceros del PP y Vox que acosan, atacan y señalan a diputados”. Todo ello mientras la portavoz abertzale olvida su propio historial: fue condenada por ensalzar a ETA desde las páginas del desaparecido ‘Egin’, periódico clausurado judicialmente por ser instrumento propagandístico del terrorismo.
Bertrand Ndongo: ¿agitador o chivo expiatorio?
La figura de Bertrand Ndongo se ha convertido en símbolo —o chivo expiatorio, según se mire— dentro del nuevo clima parlamentario. Acreditado por ‘Periodista Digital’, Ndongo ha protagonizado varias broncas mediáticas: interrupciones en ruedas de prensa, reproches directos a portavoces progresistas e incidentes que han llevado incluso al boicot colectivo por parte del resto de periodistas parlamentarios.
No son pocos los que consideran que su caso es utilizado como pretexto para endurecer el control sobre quién puede informar desde dentro del Congreso. Sus intervenciones han servido para justificar una reforma reglamentaria que muchos ven como censura encubierta.
En paralelo, desde sectores críticos se señala que casos como este son minoritarios y que el verdadero problema es el riesgo evidente: abrir la puerta a un sistema donde los políticos puedan decidir quién ejerce o no como periodista bajo criterios subjetivos.
Ironías históricas y maniobras políticas
La situación tiene algo de tragicómico. Que una exdirectora condenada por blanquear a ETA imparta doctrina sobre ética periodística sería material suficiente para llenar páginas enteras… si no fuera porque el ambiente político ya bordea lo esperpéntico. Y es que Aizpurua no ha dudado en acusar a otros periodistas —ahora desde su escaño— exactamente de lo mismo por lo que ella fue condenada: señalar, acosar e intimidar desde una tribuna pública.
Por otro lado, las maniobras para blindar el hemiciclo frente a voces incómodas coinciden con un clima mediático donde proliferan los periodistas-masajistas alineados con La Moncloa. El Gobierno avanza así hacia un modelo donde las preguntas molestas son penalizadas mientras los medios afines gozan de barra libre institucional.
Curiosidades y datos llamativos
- EH Bildu incluyó en sus listas municipales hasta 44 condenados por pertenencia o colaboración con ETA; siete con delitos de sangre.
- Mertxe Aizpurua fue condenada por la Audiencia Nacional tras publicar un editorial ensalzando la figura histórica etarra.
- La reforma planteada permite suspender credenciales hasta seis años e incluye sanciones por grabar imágenes en zonas restringidas o faltar al respeto durante las ruedas de prensa.
- El incidente protagonizado por Bertrand Ndongo llevó al boicot masivo —inédito hasta ahora— del resto de periodistas parlamentarios durante varias comparecencias públicas.
- El término ‘Brunete Pedrete’ es usado irónicamente para describir ese ejército mediático afín al poder socialista; una suerte de brigada informativa siempre dispuesta a defender cualquier decisión presidencial.
- Mientras se acusa a ciertos periodistas críticos de ser “agitadores ultras”, apenas se debate sobre los riesgos reales para el pluralismo informativo cuando los propios políticos deciden quién puede ejercer como periodista.
