En días aciagos como este 22 de mayo 2017 uno no puede olvidarse de los que decían que Pedro Sánchez estaba muerto, «solo que él no lo sabe». Periodistas que tienen secciones ‘confidenciales’ en la radio nocturna, otros que hablaban de la paliza que iba a darle a Sánchez la ‘niña de la estación’… no me hagan hablar.
Al abrir la prensa es inevitable encontrarse con el videte del día, el que ya lo había avisado, el que ya nos había anunciado la victoria de Pedro Sánchez, solo que se olvidó ese día de enviar su columna. Ese vidente se llama Pedro García Cuartango, director de El Mundo, que cuando no escribe sobre su feliz infancia, hace de Rappel.
Susana Díaz ha perdido afortunadamente para el PSOE porque hubiera sido una mala secretaria general y una peor candidata a las elecciones, ya que no les gusta ni a los jóvenes ni a las mujeres, ni cae simpática en la mitad norte de España. Su gestión en Andalucía ha sido sencillamente pésima.
Cuartango habla de «suicidio colectivo» en el PSOE, una palabra que les gusta mucho a los periodistas, siempre dados a ser heraldos del apocalipsis. Y llama «coherente» a Pedro Sánchez. Sí, coherente.
El editorial de El Mundo lo debe haber escrito Fernandez-Galiano porque no se sabe por dónde va, aunque deja esta admnición:
No obstante, Sánchez debería eludir la tentación populista de convertir la organización en una suerte de asamblea y rendirse a las formas de actuación política más propias de la izquierda radical que de un partido que aspira a gobernar.
Lucía Méndez hace un retrato robot de lo que significa la derrota de Susana Díaz:
La Internacional puño en alto, ha cogido a Pedro Sánchez de la mano, le ha llevado por segunda vez al liderazgo y ha dado un soberano corte de mangas al PSOE de la Transición. La victoria de Sánchez no sólo es la derrota de Susana Díaz, es también la derrota de Felipe González, de Alfonso Guerra, de Zapatero, de la Gestora, del Ibex, del intelectual orgánico de El País, de la intelligentsia socialdemócrata que escribe en los diarios de mayor difusión y de los espíritus que guardaban las esencias del viejo partido.
En ABC no ganan para ansiolíticos. Manolo Marín destroza el proyecto político de Sánchez:
Sánchez cree representar la brújula de una nueva izquierda que, sin ser la extremista y populista empeñada en resucitar un comunismo caduco, no podrá recomponerse desde los pilares de esa socialdemocracia moderada que fracasa en toda Europa, sino desde el retorno a un socialismo militante en el que los valores queden supeditados por el logro de un objetivo preferente: el poder. El «modelo portugués», en el que Podemos sea quien se someta al PSOE y no al revés.
Gabriel Albiac resume en lo que se ha convertido el PSOE:
Y el PSOE es hoy -ni más ni menos que todos los partidos- una estructura funcionarial y un fantástico proveedor de empleos en una sociedad donde el empleo ha pasado a ser un lujo. A eso se reduce todo.
Otro vidente que ya sabía lo que iba a pasar, Ignacio Camacho:
Susana Díaz le construyó el personaje con sus errores tácticos; la forma convulsa en que ejecutó el golpe de octubre dejó viva a su víctima y le facilitó la escritura del guión que hasta entonces no tenía; le diseñó un relato. Le permitió erigirse en una especie de tribuno de la plebe, de jacobino y se convirtió a sí misma en diana del repudio al cuartelazo.
Al último pistolero, Raúl del Pozo, le han pasado por ‘wasap’ algunas claves del batacazo de Susana:
Me informaba una sibila que siempre suele acertar: «Estamos ante una guerra de aparatos. Quienes están en la oposición del partido apoyan a Pedro. En Valencia, los detractores de Ximo se han movilizado. En Cataluña, las agrupaciones han hecho campaña a favor del ex secretario abatido. Iceta se ha mantenido neutral. Pero por Susana sólo estaban Sala, Zaragoza, Balmón y Ros». Ganaron los empecinados seguidores de Sánchez, que tomaron las redes horas antes de las votaciones.