Agustín Jiménez – Tirar de la cadena


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Una nave europea que venía de las estrellas cargada de basura se ha desintegrado al entrar en nuestra atmósfera. Sus mentores consideran que su periplo está rentabilizado y el carguero introduce una metáfora de la alta finanza.

Esta también ha llegado de lo alto, ha dado réditos millonarios a sus patrocinadores y estalla como si nunca hubiera existido al contacto con la «economía real» (el estribillo de estos días: o sea, que la otra no lo era). Más que nunca, la economía es un misterio.

Funcionaba, engordaba a sus dueños pero resulta que no existía. En cualquier superstición planificada, lo normal es que paguen los estafados. Como buenos predicadores, los millonarios se lo han ganado a pulso con su derroche de imaginación y cinismo. Así que los estados responsables (USA, Alemania, Benelux, Dinamarca, Islandia, Francia con Dexia, Inglaterra, antecesor o caniche de USA) nacionalizan o regalan a cuenta de los parados y los hipotecados. No es cuestión de embargar sus yates a los responsables. Aunque con los millones inyectados se subvencionarían millones de hipotecas y millones de empleos, si no se interviniera se perderían puestos de trabajo (sic: gobiernos y sindicatos) y la economía financiera (quedamos en que no existía) peligraría muchísimo.

No han pasado diez años desde que estrenamos el siglo y ya estamos deseando que se acabe. Es como si el presidente Bush hubiera resultado ser el Anticristo. Terrorismo, guerras, epidemias de pájaros, calentón de la tierra, falta de agua y ahora esto. No es de extrañar que 55 países retransmitieran en directo el debate McCain/Obama, del que habría de salir el nuevo Mesías. Pero ¿el Mesías seguirá naciendo en Estados Unidos? Lo único claro que transcendió del debate es que, igual que hay dos Españas, hay dos Estados Unidos.

Un ministro alemán (antes de empezar él mismo a nacionalizar) ha confirmado que el liderazgo ultraatlántico está acabado. Y China (siempre China) aprovechó la peor semana de la bolsa para enviar a uno de sus ciudadanos a tomar posesión del espacio con un chándal carísimo. En el caos, para orgullo patriótico de los españoles que siguen admirando a los señoritos, el banco Santander está en todas las salsas.

La noche en que Inglaterra fue tan mal, el «Sunday Times» traía en primera página un recuadro del «torbellino Torres» (2 goles al Everton) y las negociaciones de Gordon Brown con el chiringuito de Botín. Al día siguiente, ganó Alonso en Fórmula 1. Alonso, Botín, Torres: seguro que a estos los asesora Rajoy, el único representante del género humano que previó la crisis y, aunque en su humildad no quiera comunicárnoslas, tiene recetas, equipo e ilusión para superarla.

Nosotros, que tal vez nunca ganemos un campeonato, debemos limitarnos a tirar de la cadena.

Agustín Jiménez.

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