Carlos Carnicero – Una crisis con demasiadas aristas


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Hay dos vectores de la política española -también en parte de la política europea, en general- que distorsionan el análisis y las soluciones de futuro. En primer lugar el carácter instantáneo de la democracia. Siendo un sistema político relativamente moderno, estaba concebido para otro modelo de sociedad mediática: ahora todo camina demasiado rápido para que de tiempo a la reflexión y los políticos son meros tácticos cuya única obsesión es la propaganda eficaz que garantice el resultado instantáneo en las elecciones próximas. La demoscracia o democracia demoscópica ha sustituido a la democracia y nadie es capaz de asumir posiciones impopulares sin sus ventajas se contemplan a medio plazo. De otra parte, Internet y las nuevas tecnologías facilitan una cadencia de información que es imposible de tratar con el sosiego y la reflexión que meritan las estrategias. Todo son ocurrencias y reacciones para aplastar al adversario.

Ahora, después de dos derrotas consecutivas, el PSOE se empieza a preguntar por su papel como partido y a cuestionar el cesarismo del presidente de Gobierno que ejecuta sus responsabilidades a golpes de ocurrencia con un entorno de lobby que no tiene que ver directamente con la dirección del PSOE.

La secuencia inevitable es la desafección y el alejamiento de la política convertida en una bronca cotidiana en cuyos hemisferios son imposibles los acuerdos estables imprescindibles para las transformaciones profundas de la sociedad. El PSOE debiera estar preocupado por la próxima convocatoria electoral en Cataluña en donde la distancia entre el electorado natural y la dirección del partido es una constante que se incrementa en cada consulta.

La propia autonomía como concepto prolongador de la democracia se está poniendo en entredicho porque sea real o ficticio lo que ocurre, la sensación es que la base de una España en la que todos los derechos de sus ciudadanos estén homologados es cada vez más cuestionada.

Son demasiadas crisis, junto a la económica, para que los partidos sean fundamentalmente maquinas de confrontación. Su supervivencia es la de la propia democracia y el resultado de no modificar esos comportamientos puede ser la «berlusconización» de la vida pública.

CARLOS CARNICERO

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