Andrés Aberasturi – La fiesta terminó.


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Cuando la fiesta lleva ya muchos días terminada, lo que a uno se le ocurre es pillar cuanto antes escobas y fregonas y ponerse a limpiar lo antes posible las reliquias de los pasados días de vino y rosas. Si se dejan más tiempo se corre el peligro de convertir el recuerdo de la abundancia en aquel verso hermoso sólo para el amor pero definitivamente poco recomendable para pasar a la historia: todo en ti fue naufragio

Sirva esta poética comparación para explicar lo que uno piensa sobre el solar patrio, el presidente ZP y las posibilidades de las comisiones que se anuncian para llegar a acuerdos que nos vayan sacando de la crisis, que vayan limpiando el local de las guirnaldas, rotas ya, con las que decoramos aquel guateque de los tiempos felices: están los farolillos chinos de los 400 euros, las banderitas de los cheques-bebé, las serpentinas de las subvenciones que no pueden ser eternas y los vistosos letreros del «Plan E». ¿Todo fue malo? En absoluto; y hasta resultó hermoso mientras duró pero la fiesta terminó hace mucho, el «pincha» dejó los vinilos y los cedés porque entre la SGAE y lo que pagaba como autónomo aquello no era negocio y los camareros fueron despedidos uno a uno hasta que el bar cerró definitivamente. La fiesta había terminado y todos lo sabían menos ZP y su Gobierno que seguían empeñados en una conga a la que nadie se apuntaba.

Bien; así están las cosas; el local hecho una ruina y lo suyo sería -hubiera sido- contratar lo primero y con urgencia una brigada de limpieza y no parar hasta dejarlo brillante como una patena. Sin adornos, claro, pero limpio. Y decir al «pincha» que volviera aunque iba a ganar menos y al del bar que se pusiera detrás de la barra ayudándole para reponer la bebida pero advirtiéndole que ya no podría cobrar la consumición al mismo precio porque la fiesta había terminado. No se hizo nada de eso: hasta muy altas horas de la noche se empecinaron en seguir bailando aquella conga patética, sin música y sin luz y por eso cambiaban el ritmo y hasta la dirección sin saber por qué.

Nada se hizo hasta que un día, viendo ya ZP y su Gobierno lo que ya era naufragio, decidió no ponerse a limpiar sino llamar a los invitados para dilucidar entre todos por dónde convendría empezar la limpieza, si sería mejor usar escobas o escobones, bayetas o fregonas, mister proper o fairy. Y los invitados, ay, decían y decían y se hicieron dos bandos y mientras discutían en el centro del salón, legiones de parados iban rodeando el edificio en silencio y los autónomos y la pymes escalaban los muros hasta que un batallón no de geos sino de inspectores de Hacienda les apuntaron con sus bolígrafos; «cumplimos órdenes» dijeron pero se veía que estaban a punto también de revelarse.

Esto es sólo una metáfora de lo que ha pasado y de lo que puede pasar. Pero es un hecho que cuando acabó la fiesta nadie lo dijo, nadie quiso verlo y uno está en la duda de si a estas alturas se puede discutir entre usar escobas o escobones o lo mejor sería ponerse a limpiar ya con lo que fuera. Lo único que no sobra es tiempo.

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