Andrés Aberasturi – El incomprensible deslumbramiento por Cuba


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

Hay una cierta «progresía» (y no tengo más remedio que entrecomillar la palabreja en este caso) que tiende siempre a condenar hechos muchas veces condenables -no siempre- y a la vez se hacen adictos y devotos de situaciones verdaderamente indefendibles. Este fenómeno se da mucho entre una cierta clase de «artistas e intelectuales» (otra vez son necesarias las comillas) cuya oposición al sistema les mantiene siempre en una primera línea de polémica.

El director norteamericano Oliver Stone encabeza seguramente la lista de los eternos cabreados aunque a estas alturas ya no sabe uno qué es lo que quiere o cual podría ser su modelo de mundo. La crónica que firmaba en «El Mundo» Luis Martínez bajo el título «Un hombre contra el mundo», no tiene desperdicio: «En apenas unas horas que estuvo (Oliver Stone) en Zinemaldia, tuvo tiempo suficiente para mandar a Aznar a la cárcel (o casi), quejarse de relación con el sexo de sus compatriotas, exigir la legalización de las drogas y tildar de irrelevante al presidente Obama. Un día más y acusa a la difunta Madre teresa de Calcuta de casquivana»

Ni entro ni salgo en semejantes afirmaciones pero lo que no termino de entender es cómo unos tipos que piensan y dicen todas esas cosas, defienden luego la dictadura cubana y se hacen cómplices de Fidel Castro y su régimen, de los Chávez, Morales etc. Y eso que estos populistas son unos demócratas comparados con la saga de los Castro que ya se heredan familiarmente como viejos monarcas absolutistas. Hay un contradicción tan grande en todo esto que resulta difícil de entender no sólo en estos «intelectuales» sino también en gentes de la talla de García Márquez por más que él tratara de explicarse.

Es que no hay dictaduras de izquierdas o de derechas, no puede haberlas porque el principio de todos y de todo es la libertad y si eso se cuestiona -y mucho más si se elimina- da igual que el discurso del dictador se refiera al plan quinquenal que a los polos de desarrollo. Y esto es tan evidente que no parece ni discutible ni matizable desde una mínima reflexión crítica objetiva. Condenar no la revolución de Fidel sino su perpetuación en el cargo y el sistema político que impuso, no representa, de ninguna manera, bendecir a Batista y su régimen despótico y corrupto. Pero, por la misma razón, tampoco al contrario: condenar a Batista no salva a Fidel. Fidel traiciono a su pueblo, se pongan algunos progres como se pongan, y no sólo engañó a Cuba sino a muchos que vimos con buenos ojos su promesa de instaurar en aquel país una verdadera democracia. Pasaron los años y ya se ve. Lo mismo hizo Pinochet en Chile: tras su cobarde golpe de estado, prometió elecciones libres pero sólo llenó campos de fútbol de presos y de mártires por la libertad. El resto fue sólo terror. Como Videla.

Pero ni Pinochet ni Videla ni el error de la invasión de Irak, hacen bueno ni tolerable al régimen cubano. ¿Por qué ese deslumbramiento de tanto progre con la tiniebla castrista? Entiendo que el Ché siga siendo un emblema para muchos pero me resulta incomprensible que alguien con un mínimo de sensatez siga defendiendo o justificando la dictadura cubana.

a.aberasturi

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído