OPINIÓN

Manuel del Rosal: «Semana Santa viajera y vacía»

Manuel del Rosal: "Semana Santa viajera y vacía"

Vacía del sentimiento que antes despertaba la pasión de Jesús, mientras sustituye este sentimiento por la huida hacia la nada como el borracho que, sabiendo que tiene una casa, no sabe encontrarla.

Nunca he viajado en Semana Santa. ¿El motivo? Una mezcla de sentimientos por lo que esos días representan y de aversión a las aglomeraciones de las gentes en todos los sitios.

Los trenes atiborrados de viajeros, los aeropuertos a reventar, las carreteras aplastadas por miles de coches, los hoteles llenos de huéspedes, Los centros comerciales apestando a hormonas, los espectáculos llenos de espectadores. Para poder ocupar una terraza para el aperitivo tienes que sacar número como en las charcuterías…Todos en todos los sitios, codo con codo. ¡Pegados, rindiendo pleitesía al dios consumo y huyendo de lo que habitualmente realizamos en nuestra cotidiana vida!, lo que se ha dado en llamar una “escapada” escapada “de qué? ¿Nos hemos fabricado nosotros mismos una cárcel?

La Semana Santa ha sido y es para mí, esos días en los que he intentado mirar para adentro y compartirlo con mis seres queridos. Creo que estos días nos ofrecen la oportunidad de recuperarnos de los avatares de la vida cotidiana, reflexionando sobre el mensaje que Jesús nos envió hace más de dos mil años desde la cruz; ese mensaje de amor, renuncia y entrega a los demás. No, no soy ni he sido un cristiano al uso ni practicado la liturgia de la iglesia, pero dentro de mí hay algo que, independientemente de cómo concibo las religiones y las iglesias, me hace sentir el sufrimiento de la muerte de Jesús y el gozo de su resurrección. Es por esos sentimientos por lo que no participo de esta semana santa (sí, con minúsculas) que, desde la llegada de lo que se ha dado en llamar progreso, se vive paganamente; semana santa muy alejada del misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

La vida sencilla, esa que estaba revestida de la prístina belleza de lo auténtico, ha sido sustituida por un materialismo que, enemigo de la verdad y de la vida, nos mantiene aherrojados a las cosas perecederas, sin tuétano, vacías.

La Semana Santa no ha podido escapar a esta entrega a lo fugaz, a la satisfacción de lo inmediato, de lo banal y a la huida de lo que verdaderamente nos reconcilia con nuestros semejantes, de la verdadera felicidad, esa que no viene envuelta en papel celofán coloreado, esa que nos hace felices desde la entrega a los demás. Lo que eran unos días para acompañar a Jesús e intentar descubrir su mensaje de amor y renuncia, se han convertido en unos días de mercadeo para viajar y consumir. Hasta tal punto es así, que las noticias sobre lo que la Semana Santa representa, se han transformado en noticias muy enfatizadas sobre ¡fundamentalmente! el tiempo, el estado de las carreteras, las plazas hoteleras que sean cubierto. Al final de la semana, esta habrá sido “buena” o “mala” en función de los millones de euros que ha generado esa “escapada” de unos ciudadanos que ni siquiera saben, como el borracho, lo que quieren ni donde está su norte.

Definitivamente, aquella Semana Santa de reflexión, de recogimiento, de intentar penetrar y comprender el maravilloso misterio de amor, entrega y renuncia de un hombre llamado Jesús, ha sido sustituida por la semana santa (con minúsculas) que se ha apoderado de la Semana Santa (con mayúsculas) sustituyendo los sentimientos y la reflexión interior sobre un misterio que cambió el mundo, por el mercadeo y la satisfacción inmediata.

Termino con un pasaje del Evangelio de San Juan (2,13-25) “…Jesús encontró en el Templo a los cambistas y vendedores y echándolos a todos les dijo: Quitad esto de aquí. No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado”

MAROGA

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído