Es posible que Rajoy hubiera sido un buen Presidente de Gobierno. Es probable que no lo comprobemos nunca. Para llegar a la Moncloa y mandar en el BOE hay que ganar las elecciones. Y Rajoy parece – digo parece , de tener apariencia- como no querer del todo ganarlas. Vamos que si le cae, pues le cae , pero sin mucho esforzarse.
A Mariano Rajoy le está fallando crecientemente la empatía y la comunicación con su posible clientela y descuento de antemano a esa parroquia de tipo furioso que nunca lo han querido de Papa ni de cura y hubieran preferido una papisa con látigo y cueros. Aparte ellos, que son los que son y caben donde caben, Rajoy de entrada contaba con algo a su favor. Un perfil de señor educado, con bonhomía y sentido común. Nada malo a juzgar de mayorías. Ello, se pongan de basiliscos como quieran los de los pulpitos arrebatados, contaba y operaba a su favor. Era parte de su buen bagaje de “señor normal” que no mete miedo a nadie y ofrece garantías de solvencia y sensatez.
Pero es que en vez de profundizar y hacer valer tales conceptos positivos , su imagen es cada vez más la de un señor un poco harto de casi todo, como enfurruñado siempre, que tiene que explicarnos el porque es un desastre todo y que además hay que votarle. Cualquiera diría que le cuesta un esfuerzo ímprobo el hecho de tener que intentar convencernos. Y puede que al hombre no le falte hasta razón. Pero entonces que no se dedique a esto de la política. Para ella y para la oposición hace falta trasmitir un entusiasmo, un empuje, unas ganas y unas certezas que este señor no trasmite. Hay no sólo que creerse el papel sino también interpretarlo bien. Poniéndole el alma en ello y convirtiendo a quienes le escuchan, le siguen y a los que dudan en gentes deseosas de empujarle y ayudarle en su esfuerzo.
Pero no es el caso. Al contrario. La sensación que acaba dando es la de un señor que pasaba por allí” y hasta que parece molestarle que le pregunten cosas. Y si. Puede resultar molesto y cansino. Pero en la oposición hay que comerse los micrófonos. Así es el circo y el que no le guste pues mejor que se salga del escenario.
Son estos tiempos de zozobra. La palabra que más se usa y menos se posee es “confianza”. Bastantes la han perdido en el territorio y el liderazgo rivales. Pero resulta que en el otro tampoco la encuentran. Si algo define a una buena parte del cuerpo electoral español es que no le queda cuerpo de votar, que mira con igual recelo a un lado y otro. En un lado se encuentra un pitoniso cuyas profecías se cree cada vez menos el personal y en el otro a un señor de aire adusto que casi les riñe. Un señor que más que dejarse la piel, la voz, el gesto y el último argumento en intentar convencernos de que es nuestra esperanza y nuestra mejor posibilidad de futuro, parece encogerse un poco de hombros como diciéndonos que las reclamaciones al maestro armero, que el es un señor que de casualidad y por cosas del albur este raro de la política pasaba por allí. Y que si lo elegimos, pues que bueno. Que mejor para nosotros, pero que si no nos damos cuentas. Pues que allá penas.