La Marea de Pérez Henares

El silencio que suena

Cuando el sol oculta por fin su sangrienta agonía, cuando la luz del crepúsculo se evapora y el cielo oscurecido preludia el brillo aún inexistente de la primera estrella, cuando el día ya muere, y ha muerto, pero la noche aún no ha nacido , es el silencio.

Se han ido callando las criaturas diurnas. Ha callado el críalo, han dejado de piar junto a la charca los pequeños pájaros, ya no viene a beber el arrendajo y ya hasta los mirlos han dejado de revolar vocingleros y escandalosos por los pies de los matones de encinas . Ha callado todo y la noche no quiere hacer oír aún sus voces. Es el silencio. Es la inmovilidad, es el suave paso entre la luz que ya no descubre ni penetra las formas y los cuerpos de la tierra y la oscuridad que aún no acaba de compactar las sombras y aun permite atisbar los contornos.

En el río el agua se aquieta, serena. Ni siquiera se deja mecer por el viento. Hasta los peces quieren boquear en lo manso y más tendido de la corriente sin hacer ruido alguno, tan solo una onda que se mueve y se diluye en su propio y suave movimiento.Es el sereno que espera. Porque todo parece haberse quedado, tierra, aire, agua y cielo, esperando.

Luego se oirá la llamada de algún pájaro nocturno, queda, muy queda, pero ahora ni siquiera vibra esa nota en el aire. Por un instante, que se alarga y pareciera que no iba a romperse nunca, es el silencio y nada se mueve. Nada.

Luego rebullirá un conejo, y el tamareo del jabalí y el regaño de dos turones en celo. Tardará aun más en elevarse del suelo la sinfonía de los grillos y habrá que esperar a que el búho real se decida a hacerse oír en el gran pino donde ha dormido a salvo de cornejas molestas, de cuervos agresivos y hasta de osadas urracas que no tienen reverencia para el señor alado de la tiniebla.

Luego habrá luces en la oscuridad. Luces en el cielo y ojos brillantes en la tierra. Habrá sonidos, roces, caminar de pezuña hendida y el quedo acecho de las garras acolchadas del felino. La noche sonará y cantará. Podrá, si hay luna, recuperar incluso formas y siluetas. Pero ahora es el silencio. Ahora se ha muerto el día y no ha empezado aun a vivir la noche.

Es ahí y no en ningún otro momento cuando se encuentra el verdadero silencio de la tierra. En la “vespra” (una hermosa palabra catalana sin traducción exacta al castellano) , entre el crepúsculo y la noche ya cerrada. Ahí puede uno sumergirse y callar para no molestarle en nada. Hay que llegar e irse con despacio, procurando no despertar los ruidos. El sonido es otra cosa. Porque este silencio si suena.

Iré este fin de semana a oír ese silencio, a sumergirme en el como en un agua limpia y protectora, a oír también mis voces interiores y procurar conjugarlas con las suyas. Para que luego ambas vuelvan a fluir juntas.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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