ASÍ SE LAS PONÍAN A PUIGDEMONT

Juan Manuel de Prada: «¿De veras el Gobierno no pudo tantear antes el terreno, para evitarse el varapalo?»

Juan Manuel de Prada: "¿De veras el Gobierno no pudo tantear antes el terreno, para evitarse el varapalo?"
Soraya Sáenz de Santamaría y sus nuevas gafas. PD

EMPIEZA a causar perplejidad el cúmulo de traspiés, pasos en falso y patinazos del Gobierno en su pulso con Puigdemont, que es mejor escapista que Houdini.

El Gobierno, que en los albores del «procés» actuó con una indolencia digna de Bartebly («Preferiría no hacerlo»), actúa ahora con una premura torpe, mordiendo todos los anzuelos que su contrincante le ofrece, enredándose con las más altas instituciones y magistraturas del Estado, favoreciendo a la postre las intenciones malévolas de la propaganda independentista.

Lo veíamos recientemente, cuando Puigdemont lograba que la Fiscalía General del Estado picase el cebo de su viaje a Copenhage, solicitando una orden de detención que lo habría puesto bajo custodia de la policía danesa y habría proporcionado justificación a su investidura «telemática».

Por fortuna, el juez Llarena desbarató la astuta maniobra de Puigdemont y evitó el ridículo oceánico del fiscal General, quien en su afán por contentar al Gobierno se había tragado la triquiñuela. Basta con leer a Gracián para saber que «nunca juega el tahúr la pieza que el contrario presume y menos la que desea».

Pero, ¿quién lee en España a los clásicos?

Han pasado muy pocos días desde aquel engañabobos danés con el que el tahúr Puigdemont a punto estuvo de salirse con la suya y el Gobierno vuelve a meter la pata hasta el corvejón.

Asustado por el ascenso de los naranjitos, parece obsesionado en competir con ellos en postureo. Sólo así se explica el patinazo de anunciar a bombo y platillo la impugnación de la candidatura de Puigdemont, para que a continuación un dictamen del Consejo de Estado la desaconseje y tache de prematura.

Sabemos que los dictámenes de estos «ancianos de la tribu» no son vinculantes, pero… ¿de veras el Gobierno no pudo tantear antes el terreno, para evitarse el varapalo? Gracián nos advertía también que «la detención prudente sazona los aciertos»; pero con este penoso episodio el Gobierno sólo muestra una precipitación imprudente.

Hay algo de correteo de gallo descabezado en su movimiento, un correteo que permite a los independentistas recomponer la figura y regala al tahúr Puigdemont un nuevo envite.

Pues, ¿cómo se hallaba Puigdemont antes de este penoso episodio? Acababa de perder su última baza ganadora, que era forzar una investidura «telemática», justificando que no podía abandonar Dinamarca por hallarse bajo custodia policial.

Y ya sólo le quedaban dos cartas, ambas perdedoras: por un lado, la carta poco gallarda de la permanencia en Bruselas, que imposibilitaba su investidura; por otro, la carta del regreso a España, que tal vez le permitiese una investidura problemática, pero le auguraba una prisión preventiva en espera de juicio.

Estaba atrapado en una trampa saducea que él mismo había confeccionado; y los propios independentistas aceptaban por lo bajinis que tendrían que designar otro candidato más viable, después de hacer un poco la pamema para salvar el honor.

Ahora esta impugnación les obliga a defender con uñas y dientes la candidatura de Puigdemont, presentando el empeño del Gobierno como un atropello a la voluntad del pueblo catalán. Y, entretanto, el tahúr Puigdemont podrá dedicarse a urdir nuevas tretas; pues a estas alturas ha demostrado ser el único que ha leído a Gracián, que aconsejaba «manejar los asuntos con expectación y no descubrirse inmediatamente», justo lo que el Gobierno no ha sabido hacer en esta partida. Siempre se había dicho

«Así se las ponían a Fernando VII», para referirse a las facilidades que se le dan a alguien para llevar a cabo sus designios; a partir de hoy podrá decirse con mayor propiedad:

«Así se las ponían a Puigdemont».

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