ANÁLISIS

Jorge del Corral: «Navarra y Baleares siguen la estela catalana en su intento de arrinconar la lengua española»

Los gobiernos navarro y balear siguen la estela independentista catalana. Azuzan el enfrentamiento, ensanchan las diferencias y camuflan las semejanzas. El Estado debe evitar que las nuevas generaciones nazcan de los huevos de la serpiente etarra

Jorge del Corral: "Navarra y Baleares siguen la estela catalana en su intento de arrinconar la lengua española"
La presidenta del Gobierno de Navarra, Uxue Barkos, junto al Vicepresidente de desarrollo económico, Manu Ayerdi Olaizola. EF

Los males nunca vienen solos y al virulento brote independentista en Cataluña y al dormido en el País Vasco se pueden sumar los de Navarra y las Islas Baleares, ahora en plena siembra independentista del dúo agricultor Geroa Bai-EH Bildu, en el primero, y del PSOE con los ecosoberanistas de Més, en el segundo.

Desde que los nuevos dirigentes del PSOE -incluyo en este grupo a José Luis Rodríguez Zapatero por su revanchismo guerracivilista- abandonaron el constitucionalismo de sus mayores, la actual segunda fuerza política de España y primera por número de legislaturas gobernadas es una mina vagante a la que muchos se agarran aún porque la consideran fiel a los tres párrafos del artículo 1º de la Constitución y al único del 2º.

Y no sirve que un tercer partido, en este caso Ciudadanos, sea constitucionalista, porque no se puede defender la norma máxima desde una sola orilla. Se necesitan las dos para que perdure y se actualice al paso del tiempo, pero sin que salte el núcleo que la alumbró.

Es precisamente este riesgo el que vuelve a latir cuando se constata lo que está ocurriendo en Navarra y en las Islas Baleares, con dos gobiernos de coalición que azuzan el enfrentamiento, ensanchan las diferencias y camuflan las semejanzas.
El euskera se impone en la educación

Empecemos por la Comunidad Foral de Navarra, gobernada por la coalición independentista de izquierdas integrada por Geroa Bai, Euskal Herria Bildu (en castellano, reunir Euskal Herría), Podemos e Izquierda-Ezkerra, con Uxue Barkos Berruezo presidiendo el gabinete y una única obsesión: ser ella la que integre Navarra en el País Vasco (la gran Euskal Herria, el espacio vital -lebensraum- de los imperialistas independentistas vascos), en virtud de la Disposición Transitoria cuarta de la Constitución, otra cesión de entonces al PNV de Xabier Arzalluz, dentro del «pacto de lealtad» que fue la Constitución, en palabras de Gregorio Peces Barba, y que pronto rompieron dos desleales de tomo y lomo: el propio Arzalluz, proponiendo por sorpresa y a última hora la abstención (lavarse las manos a lo Pilatos) en el referéndum constitucional, y Jordi Pujol, para quien «atacarme a mí es atacar a Cataluña».

Barkos, que quiere lograr el trofeo para dar luego plausibilidad a la Euskadi independiente, está imponiendo el euskera en la educación, en las Administraciones públicas de la comunidad y a las empresas privadas que quieran contratar con ellas, a pesar de que el 93,7 de la población habla únicamente en castellano.

No contenta con esta ingeniería lingüística, que se completará importando del País Vasco funcionarios independentistas con la mochila del euskera como idioma, la señora presidenta de Navarra maniobró para que la bandera de Euskadi (la del PNV y Sabino Arana) ondeara permanentemente en las dependencias oficiales de la comunidad. Con la connivencia de Joseba

Asirón, alcalde de EH Bildu en Pamplona y tras derogar la Ley de Símbolos, que prohibía la ikurriña en el territorio foral, el regidor proetarra izó esta enseña en el ayuntamiento y ofendió con su presencia a la de paño rojo con el escudo de Navarra en el centro, formado por cadenas de oro dispuestas en cruz, aspa y orla, una esmeralda verde al centro y timbrado con la corona real. La sentencia del juzgado contencioso-administrativo número 1 de Pamplona ha acabado con esta ofrenda impuesta desde instituciones navarras, pero saltársela está a la orden del día porque, como en Cataluña, sale barato.

Apoyar a los agresores e ignorar a las víctimas

En la agresión en el bar Koxka, de Alsasua, a dos guardias civiles y sus novias por una banda de facinerosos pertenecientes a los movimientos independentistas Alde Hemendik y Ospa, que buscan la expulsión de la Guardia Civil y la Policía Nacional del País Vasco y Navarra, y que está siendo juzgada estos días en la Audiencia Nacional por orden del Tribunal Supremo, la simpar Barkos y su ejecutivo se han vuelto a retratar. Y lo han hecho bajo la cínica frase, repetida hasta la saciedad por su portavoz, María Solana, de que el gobierno autonómico «ha estado donde debía. Pidiendo justicia, no impunidad, pidiendo proporcionalidad y respeto a cuestiones básicas desde la separación de poderes», ya que «en ningún momento ha tomado posición de manera parcial por nadie».

Por lo visto no es tomar posición el apoyar a los agresores e ignorar a las víctimas en una manifestación organizada en Pamplona por la subvencionada Atsau Gurasoak, en la que acarrearon en autobuses a los participantes desde pueblos y ciudades del País Vasco y norte de Navarra con viaje, bocata y potes a cargo del organizador. Tampoco es inmiscuirse en la separación de poderes el chillar por las calles que «en Madrid no se hace justicia». Por lo visto se imparte mejor en el bar Koxka y en las herriko tabernas.

Y tampoco es deslealtad al Estado que el Gobierno de Navarra traslade a las instituciones europeas (Comisión Europea, Comité de las Regiones y Defensor del Pueblo, entre otras), la resolución del Parlamento de Navarra (de mayoría independentista) para que «determine si la transposición de las previsiones comunitarias sobre el tratamiento penal del terrorismo es correcta en el Estado español».

Y si «la petición fiscal en el caso Altsasu (Alsasua, para entendernos) es compatible con las previsiones del artículo 49.3 de la Carta Europea de Derechos Fundamentales». El colmo del cinismo y la desmesura.

Y sigamos por las Islas Baleares, al frente de cuyo gobierno de coalición está una de las porteadoras de Pedro Sánchez en su camino a Damasco, Francina Armengol Socías, que por pedir no se queda corta y exige certificado de nivel B2 de catalán para tocar el trombón en la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares, donde la mitad de sus componentes no son españoles, empezando por su director, el japonés Joji Hattori, que se dirige a los músicos en inglés.

Por arte de birlibirloque, ahora llamado arte de francinaarmengol, el lenguaje de la música ha dejado de ser universal para ser catalán, como antes lo dejó de ser en los quirófanos baleares por mor de esa inquina al castellano que quiere borrar la lengua común de los españoles y primera más hablada del mundo (exceptuando el chino en China) para imponer la de Verdaguer en la función pública y formar un día parte del ensoñado Països Catalans.

Tener también nivel B2 será condición necesaria para operar de cataratas o de corazón, porque ojos que no ven, corazón que no siente. Como en Navarra, el siguiente paso será importar desde Cataluña funcionarios (sanitarios, educadores, administrativos, etc.) debidamente horneados en el crisol independentista. ¡Maldita Torre de Babel! Necios políticos.

Con estas dos mechas en manos de los barreneros independentistas de Navarra y Baleares, apoyadas entusiásticamente por los fogoneros del País Vasco y Cataluña, y utilizando, como siempre, la lengua como separador y elemento básico de la tríada pueblo-idioma-nación, España -Zavalita: en qué momento se jodió el Perú- seguirá padeciendo metástasis durante su nueva y desesperada travesía hacia la unidad y la concordia que ya alcanzamos y disfrutamos un lejano 1978. Para llegar otra vez a ese lugar, el Estado debe evitar a toda costa que Baleares se fraccione y que nuevas generaciones de vascos y navarros nazcan de los huevos de la serpiente etarra que sigue reptando y haciendo puestas en Altsasu, perdón, Alsasua, y en otras localidades navarras y vascas. De lo contrario, Yugoslavia será una broma a nuestro lado.

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