Ah, la España progresista, sus élites morales y su cofradía de la superioridad ética, esa troupe endogámica que se pasea en alfombra roja, entre flashes y copas de champán, proclamando compromisos universales que se disuelven como azúcar cuando pisan la realidad. Firmar manifiestos se ha convertido para ellos en el máximo nivel de activismo político, la excusa perfecta para subir al altar de la buena conciencia sin mancharse un solo zapato. Así, esta “cofradía del manifiesto” —un batallón de actores, cineastas, intelectuales y opinadores con plaza fija— ha resucitado otra vez la causa saharaui para lanzar un ritual furibundo contra Christopher Nolan.
Resulta que Nolan, célebre director británico-estadounidense —autor de Memento, la trilogía de The Dark Knight, Inception, Interstellar y otros bombazos— decidió rodar parte de su adaptación de La Odisea en Dajla, la otrora Villa Cisneros, territorio saharaui ocupado ilegítimamente por Marruecos.
En este caso, la subpandi de actores, intelectuales y cineastas respalda el manifiesto del Festival Internacional de Cine del Sáhara Occidental (FiSahara) contra Nolan, que rodó en Dajla “sin el consentimiento del pueblo saharaui” y con el único consentimiento de la fuerza ocupante: Marruecos. El festival exige que Nolan y las productoras involucradas “reconozcan públicamente que no deberían haber filmado escenas en Dajla” y advierte: “Esperamos que ninguna otra compañía cinematográfica ni proyecto cultural considere la posibilidad de actuar en el territorio ocupado del Sáhara Occidental. No les quitaremos ojo”. Los organizadores insisten en que Nolan “puede haber contribuido sin saberlo a la represión del pueblo saharaui, ayudando a normalizar la brutal ocupación de Marruecos”.
Entre los firmantes del manifiesto están nombres de primera fila del cine español como Javier Bardem, Fernando Colomo, Rodrigo Sorogoyen, Carolina Yuste, Icíar Bollaín, Juan Diego Botto o Aitana Sánchez Gijón. Lo normal, vaya, el club habitual de los fariseos selectivos que alcanzan indignaciones por encargo y a conveniencia.
Para aclarar, Christopher Edward Nolan, nacido en Londres en 1970, es uno de los directores, guionistas y productores más influyentes y prestigiosos del cine contemporáneo. Desde sus inicios con Following, pasando por Memento y la la exitosa trilogía de The Dark Knight, hasta producciones masivas como Inception, Interstellar o Dunkerque, Nolan es conocido por sus complejas narrativas, exploraciones profundas de la memoria, el tiempo y la identidad, consolidando con ello una carrera internacional de primer nivel.
Pero aquí yace la tragicomedia y la hipocresía máxima: mientras esta subpandi de la ceja se desgañita contra Nolan, el mismo Pedro Sánchez que preside el Gobierno de España y la Internacional Socialista (IS), en marzo de 2022 decidió abandonar la histórica postura española —neutral y respetuosa del derecho internacional— y abrazar la iniciativa unilateral del reino alauita que propone convertir el Sáhara Occidental en una región autónoma bajo soberanía marroquí.
¿Y la cofradía del manifiesto? Un silencio que ensordece. Ni una proclama, ni una crítica, ni un reproche. Nada. Mientras Sánchez y Albares envían cartas adulatorias a Mohamed VI, mientras desmantelan derechos históricos y la esperanza saharaui, Javier Bardem y compañía prefieren la discreción y aguardan la siguiente alfombra para desfilar y firmar otro manifiesto con más glamour. La complicidad y la falsedad se amalgaman en un pacto tácito de omisión.
Mientras tanto, Marruecos, beneficiado de este abandono, no descansa. En el Consejo de la Internacional Socialista celebrado en Rabat —con Pedro Sánchez al mando de la organización— intentó legitimar su ocupación mediante el Movimiento Saharaui por la Paz (MSP), un apparátchik fabricado, financiado y dirigido por los servicios secretos marroquíes, cuya única función es fragmentar la resistencia saharaui y cuestionar la legitimidad del Frente POLISARIO. Sin embargo, la IS rechazó al MSP como miembro observador, frustrando los intentos de blanqueo internacional y dejando a Rabat y sus “valedores” en una penosa posición, donde ni Zapatero ni Moratinos quisieron arriesgar sus reputaciones para avalar semejante fraude.
En paralelo, Marruecos mantiene su red corrupta e intimidatoria: financiamiento de pseudo-movimientos, espionaje con Pegasus y manipulación política e institucional, mientras su gente sufre la pobreza, la represión y la deuda. España, por su parte, con un gobierno sostenido por socialistas, comunistas con raigambres estalinistas, formaciones filoterroristas y separatistas, se convierte en cómplice activa de esta farsa hipocrita.
¿Cómo vender esta doble moral? El gobierno de España defiende el reconocimiento y la lucha por Palestina con pasión, clama por la justicia en Ucrania, se autoproclama adalid del derecho internacional y la paz. Pero en casa, en su propia antigua provincia y pueblo saharaui, se olvida, reniega y traiciona; se sitúa junto al opresor en vez de al lado de la resistencia legítima.
Los saharauis, muchos con Documentos Nacionales de Identidad españoles en el exilio o nacidos en campos de refugiados, denuncian esta traición con un amargo grito: “Tenemos un Gobierno que decide olvidarse de los suyos”. Jóvenes con vínculos sólidos a España, testigos de una solidaridad que hoy se resquebraja, padecen ese abandono. Esa coalición política espuria —socialistas, comunistas con raíces estalinistas, filoterroristas y separatistas— sostiene un Ejecutivo cuya praxis contradice el discurso internacional.
Pedro Sánchez, ese líder de la Internacional Socialista que predica democracia y derechos humanos, es también arquitecto silencioso de la entrega saharaui a intereses geoestratégicos. La cofradía del manifiesto sigue arremetiendo contra Nolan mientras el MSP languidece como triste títere sin eco auténtico en la tierra saharaui.
No es un error ni un desliz; es la confirmación cabal de un sistema hipócrita, interesado y traicionero.
Reflexiones adicionales para comprender la magnitud del desastre ético
- El Sáhara Occidental no es un titular pasajero ni un rincón olvidado en mapas: es una herida abierta que España, como potencia administradora pendiente de descolonización, tiene la obligación moral, jurídica y política de sanar, no de ignorar.
- El activismo cultural y progresista mayoritario funciona como teatro: indignaciones que lucen bien en fotos, pero que evitan el compromiso real, la exposición de riesgos y la defensa constante. Es un postureo profesional que sacrifica la coherencia por el rédito momentáneo.
- La diplomacia española, atrapada en equilibrios con Marruecos, un socio clave en seguridad y migración, elige la conveniencia política antes que la defensa de derechos fundamentales, anulando su credibilidad.
- La verdadera salida para el Sáhara es restaurar justicia histórica y respetar el derecho irrenunciable a la autodeterminación de su pueblo, que España tiene la obligación de promover con valentía y hechos, no con discursos huecos ni alianzas espurias.
España se juega la última carta: abandonar la teatralidad hipócrita o sumergirse en un lodazal de conveniencias y silencios cómplices.
No basta posar con la bandera palestina ni proclamar la defensa de Ucrania. La coherencia y dignidad verdaderas exigen mirar al Sáhara Occidental a los ojos y acabar con la farsa del compromiso de cartón piedra, callado y oportunista.
Al fin y al cabo… ¿qué valor tiene predicar justicia mundial si se olvida la propia historia, la propia gente y la propia responsabilidad?
Análisis crítico paralelo: La trastienda del Circo Progresista y la Traición Institucional
Si el artículo que acaba de leer es la radiografía cruda del fracaso moral y político en el Sáhara Occidental, ésta que sigue es la autopsia de la impostura y el clasismo moral que la sostiene, el despliegue descarnado de las falsedades que se venden como compromiso ético verdadero.
El progresismo de escaparate: indignación a medias y postureo profesional
No hay ilusiones que valgan: la “cofradía del manifiesto” es sobre todo un escaparate de exhibición y simultánea indiferencia. Es hipocresía con aderezo de esnobismo cultural. Firmar contra Nolan es un titular, una cafetería de “likes”, un justificante para sentarse en primera fila en festivales con medalla al activismo. Pero, ¿una palabra contra el abandono de un pueblo por el gobierno propio? Nunca. La decencia queda sepultada bajo la prudencia y el cálculo de mercado.
La diplomacia como teatro de garantías y corrupción
Pedro Sánchez, presidente de la Internacional Socialista, encarna este sainete. Apoyado por socialistas, comunistas con raíces estalinistas, filoterroristas y separatistas, su diplomacia es equilibrio sobre alambre, no defensa de principios. La llamada “operación MSP” fue un intento burdo de Marruecos para infiltrar su agenda en esta organización, y España no solo guarda silencio, sino que tantas veces colabora en blanquear lo insostenible.
La diplomacia hoy es compra, chantaje y reparto de favores. La trama corrupta de “Moroccogate” es solo la punta de un iceberg de engaños y complicidades que sepultan a los pueblos y sus derechos bajo montañas de cinismo.
El pueblo saharaui: más allá del silencio oficial
Mientras, en sus campos de exilio, los saharauis soportan la injusticia continuada. Su derecho a decidir sigue pisoteado, su voz y su memoria silenciadas por el poder y la conveniencia. Sus vidas, los niños con acentos españoles y sueños de libertad, son el verdadero contrapeso a la impostura que exhibe esta España oficial y culturalmente cínica.
Conclusión del análisis
La verdad incómoda es que el progresismo cultural dominante es una gigantesca hipocresía que no soporta la reflexión profunda ni la acción coherente. El sistema político que sostiene a Sánchez también es responsable.
El Sáhara Occidental, el Sáhara Español, refleja la enorme incoherencia de una izquierda que sabe hacerse la foto pero no el acto; que se conmueve con opresiones lejanas pero ignora el drama que ocurre frente a sus narices.
Si no se rompe esta cadena de falsa moral, mentira institucional y complicidad, España sellará su complicidad eterna en esta injusticia.
Y la “cofradía del manifiesto” seguirá siendo ese espectáculo de luces vacías que el público aplaude, pero la historia olvida.
