Ahí lo tienen.
No satisfecho con las tres semanas largas de tumbona en La Mareta, el tipo enfila hacia Andorra, ordena bloquear una planta completa del lujoso Hotel Hermitage y a disfrutar de la vida a cuenta del sufrido contribuyente.
Acompañado, eso sí, de su pentaimputada esposa y de una legión de guardias civiles, no vaya a ser que algún ciudadano indignado se acerque y entone a su vera la canción del verano. Esa que tiene una sola estrofa y un único estribillo: “¡Pedro Sánchez, hijo de puta!”.
Y en el exterior, drones, agentes en bicicleta y todo lo que cuelga, que paga el erario público.
Supongo que en esta España nuestra, donde hay más tontos que botellines y cada vez más gente cae en la trampa de los créditos al consumo —que usan para viajar y no para tapar agujeros—, habrá muchos que alegarán, cariacontecidos, que el presidente del Gobierno, aunque sea uno tan nefasto como este, también tiene derecho a vacaciones.
No, damas y caballeros.
Sánchez no es el CEO de una empresa ni un trabajador más, de esos que fichan y se ajustan a un horario.
Y no tiene derecho a ninguna vacación.
Es un político, con un cargo público esencial, y supuestamente lo suyo es vocación y servicio.
No tiene derecho a vacaciones y mucho menos a que se las paguemos nosotros.
Dicho esto, vamos al tema, que no es otro que lo que se avecina.
El Gobierno Sánchez enfila septiembre con las rodillas temblorosas, cercado por causas judiciales, abandonado por sus compinches parlamentarios y con el espectro de nuevas elecciones sobrevolando el Palacio de La Moncloa.
A día de hoy, 29 de agosto de 2025, la sensación es que el Ejecutivo Frankenstein afronta su momento más crítico desde que arrancó la legislatura.
Cierto que Sánchez ha sobrevivido a mociones, pandemias, crisis y corrupciones múltiples. Incluso a sus propias y graves incompetencias. Pero este septiembre parece marcar un punto de inflexión crucial.
El nuevo curso político arrancará en unos días con un protagonista indiscutible: un nuevo informe de la UCO.
Y el palo llegará con un Congreso ingobernable y con encuestas en las que se hunde todavía más el PSOE, mientras PP y VOX rozan juntos los 200 escaños.
Los peseteros y amorales del PNV van a seguir a lo suyo, impasible el ademán, mirando para otro lado como hacían antes con los terroristas de ETA. Pero hay indicios de que los separatistas de ERC y los xenófobos de Junts andan alterados.
Nadie quiere ya atar su destino al de Sánchez, e incluso en el PSOE son cada vez más quienes creen que el mal menor para ellos es adelantar elecciones a 2026.
Vamos a ver qué pasa.