A tus pies Señor, por tu amor vencido, a la cruz libremente me he clavado, y en ese momento todas las respuestas que en el mundo no he hallado, en tu mirada he comprendido el porqué de los golpes recibidos, sin tú haber tenido culpa ni pecado.
Y ahora, por ya no querer escapar de la muerte en su abrazo, he sellado junto a Ti mi destino, al ofrecer a la lanza mi costado, para muriendo contigo, sentirme por un segundo, tu amigo, aunque jamás merezca estar a tu lado.
Pero, aunque de tu compañía no sea digno, Señor, que por lo menos en mi hora final haya ganado el honor de ser llamado soldado de Cristo, como tantos compatriotas caídos, maniatados y desarmados, a la vera de los caminos, con tu bendito nombre en los labios.

