Ministros, periodistas, empresarios agiotistas, juristas por el socialismo, fuerzas vivas, propagandistas, suelen coincidir en ser ellos mismos colaboradores del viejo franquismo
En su “Tesoro de lengua castellana” Covarrubias llamaba “ciudadanos” a los conversos. Muchos siglos después, buena parte de la muchedumbre descomunal que vivaquea presupuestos en el actual Frente popular formado por PSOE, nacionalistas, comunistas, antiliberales y déspotas de varia condición, hace gala de una falsa limpieza de sangre democrática.
Hoy ya no hacen ostentación como otrora tomando “la merced de Dios”, los “duelos y quebrantos” (huevos fritos con tocino, carne del animal prohibido), sino que su condición de nuevo demócrata viejo es alardeada lanceando moros muertos. Ya hace 34 años que el malvado General Franco murió en un hospital de la Seguridad social como cualquier otro españolito doliente, anciano y enfermo.
Y muy lejos de ser descuartizado, por cierto, como el Tirano Banderas por una más temerosa que heroica oposición que estaba a verlas venir, y que sólo tocó pelota cuando los sectores más lúcidos y generosos del régimen anterior les dejaron catar la herencia. Pero si entonces no pudieron descuartizar al general ni siquiera en su decrepitud, la han emprendido ahora con el despanzurramiento de España como Nación, promoviendo, contra lo que cabría esperar de sus cargos institucionales, el auge de las taifas, nacioncillas, ninguneadoras y liberticidas.
Si pasaron los duelos quedan los quebrantos: De la convivencia, o al menos la coexistencia pacífica entre españoles. De los acuerdos básicos que posibilitaron la Transición y el régimen constitucional, hoy moribundo. De los intentos de superar el trágico pasado de España, en un, si no olvidar, al menos perdonar lo suficiente para poder conllevarse.
Y varios son los instrumentos utilizados por los nuevos cristianos viejos para disimular su verdadera condición sobre todo después de su acceso al poder tras el fatídico 11M, madre de todos nuestros males actuales: la manipulación de una opinión pública demasiado poco amiga de la reflexión, de la lectura y de la búsqueda del conocimiento o el perfeccionamiento moral, impropia de una Nación tan importante en la Historia como ha sido España. La llamada educación para la ciudadanía. Nombre que no es lo que parece, puesto que entre la secta gubernamental significa doblez, ambición, fanatismo e hipocresía: uno, otro más, de los nuestros, troquelado a nuestra imagen y semejanza.
Otro sí digo, la desmemoria histórica por la que el traidor rey leonés Mauregato en vez de tributar doncellas cristianas a la morisma libidinosa, no era sino un avanzado precoz del talante y la alianza de civilizaciones. El rey Fernando el Católico era buen catalán y socio del Barsa en vez de haber nacido maquiavélico charnego en la judería del pueblo zaragozano de Sos. O la impostura por la que los socialistas españoles resultan ahora ser leales demócratas y republicanos. También en octubre del 34 y en la primavera del 36. Y todo ello a añadir a destrozos anteriores tales como la manipulación y tergiversación de las conciencias de la infancia y juventud en formación en plena autonomía de los requisitos de la verdad, la objetividad o la mera decencia.
O a la utilización sectaria abusiva e inconstitucional de las hablas regionales cuando no, en palabras de Unamuno, de “seudodialectos de gabinete” más o menos artificiales, junto con la persecución del español, lengua común de todos, además de los propios derechos civiles de los hispanohablantes.
Y, curiosamente, los nuevos cristianos viejos, si no se suelen parecer a sus antepasados en talento, son los más feroces inquisidores tal como lo fueron en el no tan lejano siglo XVI. Quizás para hacer olvidar su pasado como hijos de papá alto cargo del régimen. Si algo se repite habitualmente en la biografía de los altos cargos y cargas de cuota entre los apóstoles del régimen emergente, además de una preocupante mediocridad moral e intelectual, es el de un pasado ligado personal y familiarmente a los beneficiarios más directos del franquismo. Ministros, periodistas, empresarios agiotistas, juristas por el socialismo, fuerzas vivas, propagandistas, suelen coincidir en ser ellos mismos colaboradores del viejo franquismo, si su edad lo permitió, o bien hijos de cargos o grandes beneficiados del mismo. Así, entre otros, ZP, la Vicepresidenta del pisito, el difunto Polanco, Cebrián, Sonsoles, Romero, Rubalcaba, Bermejo, Arzallus, Cándido, Lara, Godó…
Mas, estos aprendices olvidadizos de la dialéctica hegeliana harían bien en no olvidar que acaso donde las dan las toman. Contra el vigente “Ventura te dé Dios (hoy, liquidado Dios, el Partido) que saber no te hace falta”, lo mismo pueda salir a la luz una especie de nuevo Libro Verde de Aragón para poner a cada uno en su sitio y quitar patentes de limpieza de sangre democrática. Pero esta vez no sería un celoso inquisidor charnego, recauchutado en catalanista, un Juan de Anchía, Gaspar Galzarán de Castro, o un fiscal Micer Manente, su autor o autores. Y la cosa puede prosperar no solo en el Aragón montillesco o amontillado, pues algún otro émulo del cardenal Mendoza y Bobadilla también podría preparar otro Tizón de la Nobleza de España convenientemente actualizado e ilustrado con ejemplos asaz ejemplares como el reciente la niña Maria Teresa.
Y es que, parafraseando a Gracián: Son canallas todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen.