Nunca sabremos cuantos votos hubiera perdido el PSOE con el propio Zapatero de candidato
Nunca el PSOE había caído tan bajo, lastrado en sus expectativas por tres años horribles para el Gobierno de Zapatero, que vio como pasaba de prometer el pleno empleo en España a batir todas las marcas de desempleo; y de presumir de gasto social a aprobar un recorte de urgencia que dejó millones de afectados.
Pero, además, después del 20-N, ningún dirigente socialista puede sacar pecho ni se atisba a nadie que tenga una hoja de servicios sin tachones.
Hasta el domingo 20-N, algunos pensaban que Carme Chacón, que lo intentó en las frustradas primarias, iba a intentar rentabilizar un buen resultado en Cataluña para anunciar que pelearía por el liderazgo del partido.
Pero después del resultado cosechado en Cataluña, donde se ha perdido más porcentaje de voto que en ningún otro sitio de España, Chacón no parece en disposición de disputar nada.
Al PSOE apenas les queda el bastión andaluz, donde la amenaza del PP se consolida día a día y donde se convocarán elecciones autonómicas para mediados de marzo.
Sin esos referentes claros, en el PSOE nadie adivina dónde está el Zapatero de 2011 que, como el expresidente del Gobierno en el XXXV Congreso de 2000, se pueda erigir en el candidato sorpresa para liderar el PSOE los próximos años.
Zapatero se resiste a entregar el control del partido a Rubalcaba. Este 21 de noviembre de 2011 compareció ante los medios tras concluir la Comisión Ejecutiva para anunciar la celebración de un congreso ordinario en febrero.
El secretario general del PSOE continuará en el cargo hasta esa fecha para asegurar que los militantes eligen de «forma libre y democrática» a su sucesor.
Zapatero sugirió que él no va a apoyar a nadie cuando resulta ya evidente que Rubalcaba pretende optar al cargo. Este lunes, un día después de las elecciones, se presentó como ese «político imprescindible» que jalea el diario que aspira a volver a controlar el PSOE cuando afirmó ante sus compañeros:
«Tenemos un proyecto sólido».
Sin embargo, Zapatero eludió confirmar si Rubalcaba va a ser el portavoz en el debate de investidura, lo que revela que quiere marcar distancias con el candidato vapuleado en las urnas.
El presidente achacó la derrota a la crisis -«hemos ido con el viento en contra»-, pero no realizó ni la menor autocrítica. Adoptando la misma actitud que Rubalcaba en la noche del domingo, fingió ignorar que el PSOE ha sufrido el mayor descalabro electoral de la historia de la democracia, con la excepción de UCD en 1982.
Lo que Zapatero y Rubalcaba se niegan a reconocer -y éste es el fondo del asunto- es que su partido tiene un serio problema de ideas y de proyecto político. Lo que ha fallado no es sólo la táctica, sino un programa anclado en el pasado, repleto de fantasías y estereotipos e incapaz de dar respuesta a la grave crisis económica.
Pero a la hora de repartir responsabilidades, hay que diferenciar necesariamente entre las del presidente del Gobierno y las del candidato. Es correcto responsabilizar a Zapatero de una mala gestión de la crisis.
Sin duda, la incapacidad del presidente para afrontar la grave situación económica le ha llevado al PSOE a perder las elecciones. Pero si Zapatero es el responsable de la previsible derrota, el responsable de que esa derrota se haya convertido en desastre electoral es Rubalcaba.
Primero, porque, ayudado por el aparato, doblegó a Zapatero e impuso que no se celebraran primarias, renunciando al mejor activo del partido: la democracia interna.
Después, porque habiendo tenido carta blanca ha realizado una campaña insensata, basada en el miedo a la derecha, los hipotéticos recortes del PP y unas absurdas propuestas económicas.
Zapatero incluso tuvo que tragarse sus convicciones al reimplantar el Impuesto sobre el Patrimonio que había eliminado dos años atrás para complacer al candidato.
Rubalcaba es el responsable del desastre porque ha perdido los votos del centro, ahuyentados por su radicalismo y el histérico regreso de González y Guerra, y también ha sufrido la diáspora de un sector de la izquierda que ha preferido refugiarse en IU.
Nunca sabremos cuantos votos hubiera perdido el PSOE con el propio Zapatero de candidato; sí sabemos que con Rubalcaba han sido más de cuatro millones.
Desde que fue designado por el Comité Federal antes del verano, Rubalcaba ha puesto todo el apoyo del partido al servicio de sus ambiciones personales.
Y ahora pretende seguir como jefe de la oposición y hacerse con el control del PSOE, como si nada hubiera sucedido.
Esa es la operación puesta en marcha por quienes este 21 de noviembre de 2011 le seguían adulando como el único dirigente que puede sacar al PSOE de la debacle cuando es él mismo quien la ha provocado.