BENAVIDES Y MALOSPELOS EN LAS CORTES

La ministra Ana Pastor y «el pastel» de Sacyr en el Canal de Panamá

La ministra de Fomento de España, Ana Pastor, viaja a Panamá a parchear el estropicio que originó el gobierno socialista de Rodríguez Zapatero

La ministra Ana Pastor y "el pastel" de Sacyr en el Canal de Panamá
La ministra española Ana Pastor con el presidente pasnameño Ricardo Martinelli. EP

El viaje de la zamorana puede ser entendido, y hasta disculpado, por el intento de parchear el estropicio que originó el gobierno del socialista Rodríguez Zapatero

Como cuestión previa, puntualicemos que «pastel», además de un objeto dulce de forma figurada y familiar, el diccionario lo define (en su acepción numero 8) como el «Convenio secreto entre algunos con malos fines o con excesiva transigencia».

Pero, evitemos maldades y suavicemos el pastel entendiéndolo como un «convenio con alguna transigencia». Además, tras conocer qué significa «descubrir el pastel», aceptemos que tal convenio es susceptible de ser puesto de manifiesto aunque esté oculto.

Con ello en el magín, ocupémonos de una de las noticias que, como los Reyes Magos que se celebran estos días, fue de oriente a occidente y mereció la atención de todos: el viaje de la ministra de Fomento de España a las obras del Canal de Panamá que podían ser paralizadas.

Obviados los regalos (de los Reyes Magos, no de la ministra), lo primero que surge es la estampa de Ana Pastor, vestida de rojo, reuniéndose con el Presidente de Panamá Ricardo Martinelli que para no pecar de localista se toma del diario Excelsior. Después, se lee su titular: «Pactan diálogo sobre el Canal»; e inexorablemente aparece la pregunta:

¿A qué fue la ministra a Panamá?

El diario dice que a pactar un diálogo, y parece que es cierto. Como consecuencia, se lee en la misma fuente, «Autoridades del Canal de Panamá y el consorcio encargado de la ampliación de la vía negociarán una salida al conflicto que amenaza con paralizar las obras, tras un compromiso logrado con la mediación de la ministra española de Fomento, Ana Pastor»

Con la pregunta contestada y ya metidos en el asunto, se toma conciencia de que existe un conflicto: La amenaza de paralización de las obras que se realizan en el Canal de Panamá. Y surge una cierta desconfianza que, dicen los expertos, es oportuna cuando se analizan cuestiones de este tipo. Y que lleva al siguiente interrogante:

¿Por qué una ministra de España se mete en un asunto que afecta a un Consorcio de empresas y a la Autoridad del Canal de Panamá (ACP)?

Es cierto que en el consorcio, formalmente nombrado como Grupo Unidos por el Canal (GUPC), está SACYR, una empresa española a la que España debe amparar como al resto de las empresas españolas. Pero también es cierto que el meollo de la cuestión se encuentra en un contrato entre el GUPC y la entidad encargada de las obras que se realizan en el Canal de Panamá, la ACP. Y ahí ya no parece imprescindible, quizá tampoco aconsejable, la intervención del Gobierno de España para mediar entre las partes.

Por si fuera poco, en el asunto se implica el Presidente de Panamá con unas declaraciones que llevan a una convicción: El Presidente panameño y la ministra española se reúnen con los firmadores del contrato de las obras que se realizan en el Canal de Panamá para tratar de solventar un conflicto originado por el aviso – puede que hasta amenaza – de paralización de las obras obj-to del contrato. A más abundamiento, parece que se quiere hacer creer que el conflicto se ha agudizado por la «supuesta» rotura de conversaciones entre las partes que se obligaron en contrato.

Y entonces ya saltan todas las alarmas, se agudizan las desconfianzas y se encienden los recelos. Porque en un asunto de estas dimensiones, cuando se trata de miles de millones de euros, o de dólares, las conversaciones entre las partes, el GUPC y la ACP, no se rompen por antipatías personales, enfren-tamientos viscerales o nimiedades.

Es oportuno ver en dónde se encuentra la divergencia entre los contra-tantes, en la que no tienen parte los intereses estatales españoles (¿o sí?). Y la diferencia se cuantifica en 1.200 millones de euros que, convertidos a los dólares del contrato, importan 1.600 millones de dólares, que es lo que el consorcio constructor dice pretender cobrar por sobrecostes en las obras.

Y entonces se hace pertinente entrar, sino en el farragoso texto del contrato entre las partes, en la esencia del mismo y hasta tratar de resumirla:

La ACP hace un proyecto para hacer una obra que se saca a licitación pública y que se adjudica con una baja muy importante al Consorcio GUPC en el que interviene una empresa española (SACYR). Para licitar la obra, ACP ha previsto una realidad y ha definido lo que pretende hacer con un Proyecto so-bre el que los licitadores, tras hacer sus cálculos, han formulado sus propuestas. En el momento de la realización de la obra, aparecen como novedades unas realidades geológicas que obligan a modificar los supuestos del Proyecto sobre el que se hizo el contrato y que generan sobrecostes.

Como consecuencia, nacen varios supuestos, o pasteles, a modo de preguntas: ¿Sabía la Autoridad del Canal de Panamá la realidad geológica de los terrenos en los que se iba a hacer la obra? ¿Se fió el consorcio adjudicatario, GUPC, de lo que decía el proyecto de la ACP?

Las contestaciones pueden ser variadas, pero parece lógico pensar que tanto la ACP como el GUPC, se «tentaran bien los machos» antes de meterse en una operación, u obra, de una dimensión económica tan importante.

Surgido el conflicto por el aviso de paralización de los trabajos por impa-go de las obras hechas (según el proyecto contractual o de acuerdo con las innovaciones obligadas), reaparece la forma en que los contratantes se «tentaron los machos». Y ahí salta a la palestra algo no olvidado en el recuerdo y que parece ser el determinante de que la zamorana Pastor haga el viaje a Panamá, no como una reina maga llegada del oriente hispano a las Américas panameñas, sino como las zagalas sayaguesas de su tierra: con el hato al hombro y los caudales a resguardo en su faldriquera zamorana.

Lo cuenta el diario El Mundo, lo recoge el Excelsior y parece que es el elemento determinante para que una ministra de Rajoy, vestida de rojo y bajo un casco de obra blanco, se fotografíe con el presidente Martinelli:

«El gobierno de España concedió en 2009 un crédito irregular a la empresa constructora Sacyr para su fianza en la licitación de la obra de ampliación del Canal de Panamá. El dato consta en un informe del Tribunal de Cuentas que considera que ese crédito de 150 millones de euros se dio en contra del criterio técnico de la aseguradora estatal Cesce e incumpliendo procedimientos y nor-mas. El gobierno del entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero se volcó en apoyar financieramente la victoria en el concurso improvisando fórmulas contractuales y saltándose las reglas de la aseguradora estatal encargada».

Ése es, sino el pastel principal, uno de los que importan en el caso, que destapó el Tribunal de Cuentas español con su informe: El gobierno de España en el año 2009 concedió un crédito irregular de 150 millones de euros a la empresa SACYR saltándose las reglas desde una reguladora estatal.

Llegados a este punto, el viaje de la zamorana puede ser entendido, y hasta disculpado, por el intento de parchear el estropicio que originó el gobierno del socialista Rodríguez Zapatero, pero surgen preguntas a cual más turbadora:

¿El Gobierno de Rajoy apechugará con el pastel que dejó Zapatero en la obra del Canal de Panamá sin buscar responsabilidades?

¿La «puesta del aval» desde una aseguradora estatal fue una simple «zapateada» del aún no amortizado José Luis Rodríguez? ¿O hubo alguna contraprestación a cambio?

¿Dada la importancia del Canal de Panamá para el tráfico entre los océanos Atlántico y Pacifico, los Estados Unidos de América y el resto de las potencias mundiales han estado siempre al margen de la obra y el conflicto o hay además algún que otro pastel aun no descubierto?

Desafortunadamente, o por fortuna, las sospechas sobre pasteles y pasteleos ocultos, como las meigas gallegas y las brujas de Sanzoles zamoranas sólo son eso ante el teclado de un ordenador: sospechas. Pero haberlas haylas.

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