El ambiente estaba tan cargado este 18 de junio en el Congreso de los Diputados que ni los más veteranos recordaban una sesión de control tan bronca. Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, lanzó una de las acusaciones más contundentes que se recuerdan en la política reciente: “Usted es el lobo que ha liderado una manada corrupta todos estos años”. El destinatario, claro, era un Pedro Sánchez acorralado por los últimos informes policiales y judiciales que salpican a su entorno más cercano.
Lo que empezó como un rifirrafe habitual en sede parlamentaria terminó convertido en un intercambio de golpes verbales sin precedentes. Feijóo, con tono grave, no solo exigió la dimisión del presidente sino que le acusó directamente de ser el máximo responsable de una red corrupta, señalando que los españoles son las verdaderas víctimas del deterioro institucional. El coro de “¡dimisión!” desde la bancada popular y la salida abrupta de Santiago Abascal (VOX) fueron solo dos detalles del clima irrespirable.
El caso Koldo-Ábalos-Cerdán: epicentro del terremoto político
El detonante es el ya célebre caso Koldo, una presunta trama de corrupción en la adjudicación de contratos públicos durante la pandemia, que ahora implica a pesos pesados socialistas como José Luis Ábalos y Santos Cerdán. El informe reciente de la Guardia Civil ha puesto nombre y apellidos a las sospechas: desde adjudicaciones sospechosas en obras públicas hasta comisiones ilegales y favores personales —alquileres, empleos para allegadas e incluso dinero en efectivo—. Los delitos que se investigan van desde organización criminal y cohecho hasta tráfico de influencias y malversación.
La implicación directa de Santos Cerdán, hasta hace nada secretario de Organización del PSOE, ha dejado al Gobierno sin margen para esquivar las críticas. Feijóo no ha dudado en capitalizar políticamente el escándalo, presentando a Sánchez como un presidente “profundamente atrapado en una trama de corrupción” y exigiendo los votos necesarios para presentar una moción de censura.
Y dijo con contundencia que «Ábalos fue el principio, pero Cerdán no será el final».
Un cruce de reproches y el “y tú más” eterno
Como era previsible, Sánchez no se quedó atrás. Lejos de ofrecer explicaciones o autocrítica ante Feijóo —aunque sí admitió ante Gabriel Rufián (ERC) no haber dado la talla “en una cosa”—, el presidente devolvió el golpe con un repaso a los casos judiciales que afectan al PP en comunidades como Andalucía, Castilla y León o Galicia. Acusó al partido rival de ser “una enciclopedia de corrupción con capítulos autonómicos”, recordando episodios como los supuestos ceses irregulares en el Servicio Andaluz de Salud o tramas eólicas autonómicas.
La presidenta del Congreso, Francina Armengol, tuvo que interrumpir varias veces ante los gritos e insultos cruzados. El propio Sánchez ironizó sobre la falta de apoyos para una moción real y volvió a reivindicar los avances económicos bajo su mandato frente a lo que calificó como campañas de fango.

El papel incómodo del PSOE: entre Ábalos y Cerdán
El escándalo tiene dos nombres propios: José Luis Ábalos, exministro y figura clave durante años del aparato socialista, y Santos Cerdán, último secretario de Organización del PSOE antes de dimitir por las investigaciones judiciales. Según la Guardia Civil, ambos habrían participado —junto al exasesor Koldo García— en adjudicaciones fraudulentas vinculadas a constructoras como Acciona y otros contratos públicos sospechosos desde 2017.
La sombra del caso se extiende por varios ministerios e instituciones públicas (Ministerio de Transportes, ADIF…), con ramificaciones aún por esclarecer. En términos políticos, supone un golpe devastador para la credibilidad socialista justo cuando Sánchez intentaba recomponer su imagen tras meses convulsos.
Feijóo busca aliados para una moción… pero le faltan cuatro votos
En medio del espectáculo parlamentario, Feijóo fue claro: está dispuesto a presentar una moción de censura contra Sánchez si logra sumar cuatro votos adicionales —apelando abiertamente a PNV, ERC, Junts y BNG— además del apoyo ya garantizado por Vox. No es baladí: aunque reconoce no tener aún los apoyos necesarios, mantiene la presión máxima sobre un Ejecutivo debilitado.
Mientras tanto, Sánchez esquiva responsabilidades directas (“no es presidente porque no quiere; ahora dice que no presenta moción porque otros no quieren”, ironizó) e intenta centrar el debate en los escándalos autonómicos populares. Pero lo cierto es que ni sus socios minoritarios han querido salir hoy en su defensa.

