El último capítulo de la ficción alcanzó el 17.8% de share

El impresionante final de ‘Sin Identidad’, la mejor serie de los últimos años

Giros inesperados y grandes actuaciones para un final épico que nos dejó con ganas de más

Megan Montaner
Megan Montaner

Tras un curso difícil en cuanto a audiencia se refiere, el 8 de julio de 2015, ‘Sin Identidad’ recuperó fuerzas y alcanzó un estupendo 17,8% de cuota de pantalla con su espléndido final definitivo. La venganza se cumplió superando todas las expectativas y ofreciendo un recital maestro de guión y de interpretación.

¡Qué rara y qué caprichosa es la audiencia! Lo que ha ocurrido con ‘Sin identidad’ en sus dos únicas temporadas bien merece una reflexión. La serie nació a trompicones y con todo en contra: primero iba a ser una historia de niños robados y cuando ya se habían rodado varios capítulos, la cadena cambió de opinión, se contrató a otro equipo de escritores liderados por Manuel Ríos San Martín y, al final, la primera temporada fue un Frankenstein maltrecho construído con los pedazos del material original y los destellos de las nuevas ideas.

Lo curioso es que, a pesar de sus carencias, la primera tanda de episodios (que funcionaba como un largo, larguísimo prólogo) fue un auténtico éxito de público. ¿El secreto? Un casting de campanillas (no sólo la gran Megan Montaner, sino, sobre todo Verónica Sánchez y Victoria Abril) y la promesa de que, la historia, la verdadera historia, la de la venganza pura y dura, iba a llegar muy pronto.

Pero como si fuese un giro de guión típico de la serie, la segunda temporada, la buena, ha sufrido cierta ignorancia por parte de la audiencia. ¿Cómo es posible? Pocas veces antes hemos visto una trama más entretenida, adulta y despojada de prejuicios como ésta. Es más, si la idea era la de emular a la estadounidense ‘Revenge’, no lo han conseguido. La han superado.

Pero si la segunda temporada de ‘Sin Identidad’ no ha llegado a cuajar del todo (aunque no olvidemos que siempre ha contado con sus dos millones de espectadores fieles) ha sido, principalmente, porque ha tenido que sufrir las brutales embestidas de la competencia (La Voz 3, en Telecinco, por ejemplo) en uno de los cursos televisivos más ‘violentos’ que se recuerdan.

Queda claro que ‘Sin Identidad’ ha tenido dos vidas: dos series empaquetadas como una sola pero muy diferenciadas entre sí. Es por ello que yo sólo voy a centrarme en la segunda, en la que realmente me ha interesado y una de las pocas que me ha encadenado al sofá semana tras semana.

‘Sin Identidad’ (segunda temporada) ha sido como una puesta a punto de ‘Motivos personales’, aquella serie mítica de Telecinco que desvirgó a España en el género del thriller televisivo y que comparte muchos factores con la que nos ocupa (para empezar, la presencia de Lydia Bosch).

Durante catorce semanas hemos asistido a la venganza de María, una montaña rusa de espionaje industrial, acción, muerte, mentiras, sexo y redención. Pero más allá del envoltorio y de los giros que, en ocasiones, rozaban la marcianada, los guionistas se han encargado de imprimir un poso de profundidad en la trama.

Viendo el último capítulo, se nos ponían los pelos de punta al comprobar la máxima de que el destino de un hombre es su carácter. Maravillosa la creación de un arco circular en el que los personajes, incapaces de escapar de sus propias decisiones, regresaban a su casilla inicial, a su origen (me quito el sombrero ante la resolución de la trama de Amparo, la gran Verónica Sánchez).

A grandes rasgos, al final, todos tuvieron su merecido. El malo malísimo de la función, Enrique (espléndido Tito Valverde, aunque, a priori, no era la mejor opción de casting) terminaba solo y casi obligado a pegarse un tiro en la boca, ante la fría y dolorosa mirada de su sobrina.

Lo sorprendente del final es que, en vez de crear un clímax entre Enrique y María, los guionistas se decantaron por cargar todas las tintas en el enfrentamiento entre la protagonista y su hermana Amparo. Bien hecho. Es más, el personaje de Verónica Sánchez ha sido el gran hallazgo de la serie. Una metamorfosis perfecta entre el bien y el mal, el humor y la tragedia, la ambigüedad que todos llevamos dentro.

Y por fin, María consiguió salirse con la suya sin matar a nadie, olvidando su vida anterior (incluyendo a su madre, una Lydia Bosch pletórica en su última secuencia) y abrazando la felicidad como opción.

Pero claro, ‘Sin Identidad’ nunca ha destacado por hacer concesiones al público, por lo que, al final, se nos regaló una última moraleja: La venganza solo trae más venganza.

Mi más sincera enhorabuena a todos los responsables de ‘Sin identidad’ por hacer una serie entretenida, honesta, desquiciada, adulta, oscura, sin censuras, en la que poder decir palabrotas sin avergonzar a nadie y en la que cualquier cosa podía pasar. Esperamos volver a ver algo parecido en el futuro y no, no me refiero a ‘Vis a Vis’ (sé que ambas ficciones pueden meterse en el mismo saco peor no tienen nada que ver)

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Autor

Sergio Espí

Sergio Espí, guionista y crítico de televisión de Periodista Digital, responsable de la sección 3segundos.

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