El independentismo, que como todos los nacionalismos de los siglos XIX y XX fue precursor del fascismo y del nazismo, tiene etapas que como el catalán resultan positivas para su despreciado mundo exterior.
Primero aceptemos que Cataluña no obtendrá la independencia aunque la declaren en su Parlamento, y por muchas masas fanatizadas y crecientemente fascistas que salgan a reclamarla.
Incluso, aunque reproduzcan el terrorismo de Terra Lliure, producirán dolor y muerte como ETA, pero no vencerán al Estado.
Con tanto ruido sobre Puigdemont, falsos heridos por la policía y la presencia obsesiva de separatistas en los medios, no prestamos atención a las advertencias de la OTAN, organización militar occidental, esta vez desde la representación de EE.UU: “Apoyamos fortísimamente una España unida. Rotundamente”…