El juicio de los dirigentes de la fracasada República Catalana en el Tribunal Supremo descubre que su defensa y argumentación no se basan en hechos objetivos y razonados, como plantean las acusaciones, sino en sus creencias, sentimientos y en los de sus seguidores aunque fueran contra todas las leyes.
Se confrontan el racionalismo del tribunal y la sentimentalismo de los separatistas, que actuaron siguiendo los mandados de una religión creada por ellos mismos, pero heredada desde hace siglo y medio de sus primeros apóstoles.
Los nueve hombre y tres mujeres autores de lo que fuera del Tribunal podemos llamar golpe de Estado de septiembre y octubre de 2017, apelan a que creían obedecer al sagrado mandato “del pueblo” –sólo una tercera parte de los catalanes—de separarse de España para construir su Paraíso…
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