Las cifras hablan por sí solas: España ya cuenta con más de 2,5 millones de musulmanes y al menos 1.766 mezquitas.
Este crecimiento no solo se traduce en un cambio estadístico, sino que se percibe en la vida cotidiana de ciudades como Barcelona o Madrid, donde barrios enteros experimentan una transformación cultural palpable.
En la ciudad condal, la comunidad musulmana supera los 300.000 residentes y existen oficialmente 36 mezquitas —aunque líderes islámicos reconocen que hay muchas más funcionando de forma clandestina en bajos comerciales o garajes—. Cataluña destaca como el epicentro de esta realidad: uno de cada cuatro musulmanes del país reside allí, es decir, más de 660.000 personas.
La expansión de lugares de culto acompaña a este fenómeno.
Si hace apenas una década había poco más de mil mezquitas, hoy la cifra ronda las 1.800 según registros oficiales, aunque no faltan quienes sospechan que el número real podría ser aún mayor por la proliferación de oratorios informales.
El crecimiento ha sido tan rápido que se ha duplicado en los últimos cinco años. Y las reivindicaciones comunitarias siguen aumentando: desde hace dos décadas se reclama una gran mezquita para Barcelona, similar a la célebre M-30 madrileña.
Origen y perfil de la nueva población musulmana
El perfil del musulmán español es diverso, pero presenta algunas constantes llamativas:
- El 55% son extranjeros, principalmente originarios de Marruecos (879.943), Pakistán (100.496) y Senegal (83.260).
- El 45% ya posee nacionalidad española, con especial crecimiento entre los nacionalizados marroquíes: solo en 2024, casi 50.000 marroquíes obtuvieron el pasaporte español.
- Crecen las segundas y terceras generaciones: hijos y nietos nacidos ya en España, junto a un pequeño pero constante grupo de conversos autóctonos.
Por comunidades autónomas, tras Cataluña destacan Andalucía (395.913), Madrid (320.019), Comunidad Valenciana (256.819) y Murcia (140.924). Cantabria y Asturias cierran la lista con menos de 10.000 musulmanes cada una.
Islamización o pluralidad: política y debate público
En pleno verano político, el término «islamización» vuelve a estar en boca de muchos dirigentes y tertulianos patrios. Algunos sectores alertan sobre un cambio cultural acelerado, mientras otros prefieren hablar de pluralidad religiosa e integración multicultural. No faltan voces críticas que advierten sobre las dificultades para conjugar libertades individuales —especialmente en materia de igualdad de género— con costumbres importadas que chocan frontalmente con los valores constitucionales occidentales.
La realidad es que el debate sobre la apertura de nuevas mezquitas genera controversias vecinales recurrentes, especialmente cuando se trata de grandes proyectos centrales o cuando surgen dudas sobre la financiación externa —en particular desde países como Arabia Saudí— que pueden influir en el tipo de islam que se predica entre sus muros. Las tensiones han llegado a paralizar proyectos emblemáticos como la gran mezquita central en Sevilla o han dado lugar a protestas locales en lugares como Manacor.
Radicalismo islámico: datos inquietantes y respuesta policial
Más allá del mosaico multicultural cotidiano, subsiste una preocupación palpable por el fenómeno del islamismo radical. En 2024, las fuerzas de seguridad detuvieron a 81 personas por delitos relacionados con el yihadismo, récord absoluto desde el fatídico año 2004. Lo más preocupante para los expertos es el rejuvenecimiento del perfil: un 40% de los arrestados tenía menos de 25 años, incluyendo menores —algo inédito hasta ahora—.
La tendencia al alza en operaciones antiyihadistas no es casualidad; coincide con repuntes internacionales como la guerra en Gaza o los atentados perpetrados por Hamás e ISIS. Desde octubre de 2023 se aceleraron las investigaciones ante el temor a «efecto llamada» o radicalización exprés entre jóvenes inmigrantes o españoles conversos.
El desafío para Interior es mayúsculo: mantener la vigilancia sin criminalizar a toda una comunidad cuya inmensa mayoría rechaza cualquier forma de violencia religiosa. Los datos son contundentes:
- En menos de tres meses, a inicios de 2025 ya habían sido arrestados 38 presuntos yihadistas.
- El año cerró con 81 detenidos, doblando prácticamente las cifras del año anterior.
- Las operaciones se reparten por todo el territorio nacional, destacando focos urbanos como Barcelona, Madrid o Granada.
España ante su espejo: integración real y desafíos futuros
La pluralidad religiosa está aquí para quedarse; las cifras lo confirman. Sin embargo, las preguntas incómodas resuenan cada vez más alto en la opinión pública:
- ¿Es posible una integración plena si parte del colectivo mantiene costumbres ajenas —o incluso contrarias— al marco legal español?
- ¿Cómo conjugar libertad religiosa con seguridad ciudadana cuando existen riesgos objetivos?
- ¿Qué papel deben jugar las instituciones públicas para evitar guetos culturales o espacios donde imperen normas paralelas?
En este contexto no faltan anécdotas curiosas ni paradojas dignas del mejor humor patrio: desde propuestas para reutilizar plazas de toros como grandes mezquitas hasta debates encendidos por si se debe enseñar religión islámica —además de católica— en los colegios públicos.
Algunos datos para no perder la perspectiva:
- Hace treinta años apenas había tres mezquitas en Barcelona; hoy los propios líderes islámicos admiten que necesitan recintos mucho mayores para atender a todos los fieles.
- El islam es actualmente la religión que más crece a nivel mundial según Pew Research Center; algunos informes apuntan a que superará al cristianismo antes del año 2100.
- La Ley 26/1992 reconoce derechos específicos al islam en España desde hace más de tres décadas; sin embargo, las reticencias sociales persisten e incluso aumentan conforme lo hacen los números.
En definitiva, España vive una transformación silenciosa pero irreversible donde religión, identidad y política van cada vez más entrelazadas… Y todavía queda mucho capítulo por escribir sobre este convulso cruce de caminos social y espiritual.
