Teatro musical efectista para un momento en el que el espectáculo es la ley, y el entretenimiento, la regla
La historia de la ópera está repleta de libretos espantosos con partituras excelsas, de descarados abusos de pseudo memoria histórica salpicados de divinas arias y duetos, de tergiversaciones estruendosas en biografías y acontecimientos del pasado a las que nadie sensato hace caso mientras se solaza con esas voces sobrehumanas que son la esencia del género. En esto -presentar un guión matizado y complejo tal y como hemos descubierto bastante recientemente que es la realidad, la verdad y la historia- ‘Ainadamar’ es más que clásica, clasicona: los buenos son muy buenos, y los malos son malísimos. La penúltima vuelta de tuerca del mito de Federico García Lorca le convierte en el mesías del ‘poder gay’ que con tanta prepotencia y estulticia se impone hoy día en los ambientes artísticos. Mejor es ignorar la pueril politización que pretenden colarnos de matute y pasar a lo importante.
‘Ainadamar’ -fuente de lágrimas en árabe- es un drama lírico en un acto que se divide en tres ‘imágenes’ o escenas: ‘Mariana’, ‘Federico’ y ‘Margarita’. En la primera, la actriz española exiliada Margarita Xirgu está dando clase de teatro en Montevideo precisamente con ‘Mariana Pineda’, la obra teatral de Lorca. Le recuerda y relata a su alumna Nuria la última vez que le vió en Madrid y cómo no le convenció para que abandonara España. En la segunda, prosiguen los remordimientos de Margarita y los consuelos de Nuria que dan paso a la detención y fusilamiento del poeta. En la tercera, el espíritu de Lorca visita a Margarita y todos cantan a la libertad.
Se trata de la primera y única hasta el momento incursión operística de Osvaldo Golijov, de corta extensión y atractiva factura. Su ecléctica partitura al contrario que otras obras actuales tan dificultosas, tan balbuceantes, tan cerebrales, busca y encuentra la facilidad de comprensión, las sugerencias populares que están en el oído del más neófito, el ‘zeitgeist’ musical de nuestros días, el espíritu musical que flota en el ambiente. Una sintonía compleja, una amalgama de influencias heterogéneas. Golijov ha compuesto esa partitura iberoamericana global que queríamos escuchar, de palmas y maracas, de soleares y rumbas, de esencias judeomoriscas de la españa precolombina corregidas y aumentadas por el magma de la otra orilla de nuestra gran cultura. Golijov ha construido una partitura operística de raíces populares y andamiaje cultísimo, de sonidos callejeros y ráfagas sinfónicas, de instrumentos primarios y tratamientos tecnológicos. Una partitura inteligente y accesible, algo realmente difícil en nuestro tiempo.
El coste de todo ello es que permite a los puristas denunciar su populismo, rechazar su eclecticismo como oportunismo, darle a los ismos. Es lógico. Pero para nosotros no sólo es un camino válido para la ópera del siglo XXI sino que señala una vía de fusión de las músicas tradicionales con los pentagramas contemporáneos a tener quizás más en cuenta por nuestros Pilar Jurado y José María Sánchez Verdú, por citas dos de los varios que se atreven hoy día con el género.
Lo más controvertido sin embargo es que las fronteras blindadas que siempre han protegido a la ópera, desaparecen, y así entramos en el territorio salvaje y desconocido del teatro musical, donde el canto vocal deja de ser la única verdad, y donde amenazan los géneros menores, el musical de Broadway, la opereta centroeuropea, la zarzuela de largos recitativos, la simbiosis teatro-música, los protagonistas que no cantan y los cantantes que no protagonizan, la dialéctica director musical-director artístico elevada de potencia.
Todo lo que pasa en esta ‘Ainadamar’, que enmendando el formato que la dio origen, ha completado la estructura original puramente musical con el protagonismo de una actriz que recita, que actúa y hasta eclipsa a los cantantes. Gérard Mortier, aún importando la producción de Santa Fe, Nuevo México (2005), echaba en falta más presencia de la obra de Lorca y del ambiente andaluz. Él y el director de escena Peter Sellars daban vueltas al tema cuando apareció Nuria Espert. Así se llegó a la idea de reforzar la raíz del drama con el recitado de poemas. El personaje de Margarita Xirgu se desdobla en soprano y recitadora. Y además se refuerza la presencia flamenca, desdoblando al personaje de Ruíz Alonso en bailaor y cantaor.
El libreto es bastante lioso, de esos que necesitan que te lo expliquen antes de verlo. El director artísitico no se siente concernido por este hándicap de partida, y colabora todo lo que puede a la confusión para que lo que emerja sea poco o nada parecido a ideas o reflexiones sino sentimentalismo lacrimógeno, un folletín que te agarra del pescuezo y no te suelta por más clemencia que supliques. Sensacionalismo habitual del género. David Henry Hwang (1957) es autor de una impresionante lista de libretos para numerosos musicales y algunas óperas recientes, cuya fama mayor se debe a su musical ‘M. Butterfly’, una ‘deconstrucción’ de Madama Butterfly de Giacomo Puccini, estrenado en Broadway en 1988. Repitió delito como coautor de otro musical basado en Aida de Giuseppe Verdi. Libretista también de Philip Glass, guionista para Sydney Pollack, en fín una acumulación de méritos y medallas que explica que Golijov le eligiera para construir el andamiaje de un espectáculo de éxito.
Pero el haber trabajado en los libretos de adaptaciones operísticas de Alicia en el País de las Maravillas y la película The Fly’ de David Cronenberg, así como en el de un musical basado en el Tarzán de Walt Disney, no han sido óbice ni valladar para que nos presente un Lorca Superstar, un personaje de musical, un mito a lo Evita sin el menor parecido con la realidad, la verdadera especialidad de los guionistas de Hollywood que contamina ya el resto de los géneros y escenarios. Tan políticamente correcto es el guión del camarada Hwang, que según el experto e irónico corresponsal en Madrid del diario alemán más serio, parece obra del mismísimo ex presidente Zapatero.
Nos gustó Alejo Pérez al frente de la orquesta, nos gustó ella misma en su mismidad versátil, y la colaboración de Adam del Monte (guitarra flamenca), Gonzalo Grau (percusión) y Jeremy Flower (efectos sonoros y sampler).
El director artístico Peter Sellars, tras su primer trabajo para el Real, ‘Iolanta y Perséphone’ en esta misma temporada, no se complica la tarea y recurre a tres paneles del artista chicano arte chicano Gronk (Glugio Nicandro) como toda escenografía, una silla desde la que Espert domina la trama, y un coro de mujeres enlutadas al estilo de la tragedia clásica griega que reconvierte al original de niñas. Los personajes recurren excesivamente a manosearse y retozar por los suelos. Las dos mujeres que interpretan a los personajes femeninos visten y peinan de manera similar lo dificulta junto a sus texturas vocales distinguirlas. La coreografía es aceptable aunque las intervenciones del bailaor no están a la altura de un público medianamente entendido. El bestialismo post-azteca de los paneles, los lamentos del coro, los espasmos del bailaor y la negrura reinante componen un escenario tétrico. Hay sin embargo un bello detalle final que aunque ya hemos visto a otros escenógrafos no deja de tener impacto: el telón de fondo se levanta descubriendo los ventanales del teatro a través de los que se ve la vida discurrir fuera, autobuses turísticos y gente en las terrazas.
El reparto tiene un gran acierto en atribuir el papel de Federico a una mezzosoprano, respondiendo a su personalidad delicada, afeminada diríamos en otra época. La cantante estadunidense Kelley O’Connor hace una interpretación notable y su timbre oscuro, su porte ligero, sus modales refinados, bordan el personaje. La acompañan -ambas correctamente- las sopranos Jessica Rivera en el papel de Margarita Xirgu y Nuria Rial en el papel de su alumna. Pero el trío cede protagonismo ante Nuria Espert, que no sólo interpreta un auténtico recital poético de diez poemas a lo largo de la representación -una intervención más extensa que la de los cantantes- sino que con sus enorme tablas domina el escenario en todo momento sin necesidad de hacerse notar, simplemente sentada en una silla, que es cuando mejor actúa.
Poco más. Bien llevados los papeles secundarios por Miguel Ángel Zapater que hace de abstruso falangista-cura malvado, y David Rubierafa como el maestro y Ángel Rodríguez como el torero, los dos benditos que flanquean en su crucifixión a este cristo posmoderno.
Golijov ha refrendando esta nueva versión que refuerza sin duda su descarada apuesta por el éxito. Más allá de Ainadamar, debería probar de nuevo en el género, con más riesgo y más autenticidad, que es a la larga lo único que puede y debe aportar un artista. Su ‘Ainadamar’ ha servido de acertada rúbrica a esta temporada, la hora de la verdad de Gérard Mortier al frente del Teatro Real. En lugar de prolijos recordatorios y sesudos análisis de lo que ha supuesto, recurramos a una deducción sensata: Mortier ha venido a rubricar la desaparición de la ópera tal y como ha sido entendida durante cuatro siglos, y su sustitución por algo más ligero y menos épico, un teatro musical efectista para un momento en el que el espectáculo es la ley, y el entretenimiento, la regla. Una ópera con menos virtuosismo donde tenores y sopranos, barítonos y mezzos no serán ya los intocables y reverenciados divos y divas del pasado.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 7
Libreto: 4
Partitura: 8
Dirección musical: 8
Dirección artística: 6
Voces: 7
Interpretación: 8
Escenografía: 6
Orquesta: 7
Realización: 8
Producción: 8
TEATRO REAL
AINADAMAR
Fuente de lágrimas
de Osvaldo Golijov
Drama lírico en un acto y tres imágenes
Libreto de David Henry Hwang, traducido al castellano por Osvaldo Golijov
Estreno mundial de la nueva versión para el Teatro Real
Escenografía realizada para la Ópera de Santa Fe (Nuevo Mexico, USA)
8, 10, 11, 13, 14, 16, 17, 19, 20, 22 de julio de 2012
EQUIPO ARTÍSTICO
Director musical, Alejo Pérez
Director de escena, Peter Sellars
Escenógrafo, Gronk
Figurinista, Gabriel Berry
Iluminador, James F. Ingalls
Director del coro, Andrés Máspero
Colaborador del director de escena, Robert Castro
Coreografía adicional, Marco Berriel
Ingeniero de sonido, Pichón Dal Pont
REPARTO
Margarita Xirgu, Nuria Espert (actriz, Jessica Rivera (cantante)
Federico García Lorca, Kelley O’Connor
Nuria, Nuria Rial
Ruiz Alonso, Jesús Montoya (cantaor) y Marco Berrie (bailaor)
José Tripaldi, Miguel Ángel Zapater
El maestro, David Rubiera
El torero, Ángel Rodríguez
Voces de la fuente, Adela López, Cristina Alcaide
Niñas, Legipsy Álvarez, Oxana Arabadzhieva, Rossella Cerioni, Consuelo Garres, Esther González, Paula Iragorri, Celine Kot, Miriam Montero, Carolina Muñoz, Iria Rajal
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intermezzo y Orquesta Sinfónica de Madrid)
Efectos sonoros y sampler, Jeremy Flower
Cajón flamenco, congas, djembé, Gonzalo Grau
Guitarra flamenca, Adam del Monte
DURACIÓN APROXIMADA
1 hora y 40 min. Sin descanso.











