Barak Obama supo distinguir entre el agua y la criatura e hizo que su pueblo mirara más allá o, mejor dicho, envolvió la ceremonia de alguna cosa más que los actos de protocolo
(Mª Àngels Filella i Castells).- Es una frase gráfica que me resuena cada vez, y son frecuentes, que oigo comentarios, sobre todo en los medios de comunicación, relacionados con la dimensión espiritual.
Cuando los conductores de los programas hablan de la fe, de las creencias, siempre se quedan en lo que diríamos es anecdótico, en aquello que se ve, en la doctrina, en los dogmas, la moral tan maltratada por los jerarcas de turno, en todo aquello que estos prohíben arbitrariamente y lo remiten a aquello que ellos dicen categóricamente que es «la voluntad de Dios» como si tuvieran hilo directo, cuando en realidad sí que tienen hilo directo con su voluntad de dominio de las conciencies de los fieles.
Todo esto es el agua de la bañera y hacen bien en tirarla, pero con el agua tiran también el niño que han bañado en ella. Me refiero a Aquello que es esencial, a la dimensión espiritual que todos llevamos en nuestra profundidad, que se hace visible no en las practicas puntuales sino en la vida diaria familiar, profesional, social y política porque es la Vida Viva la que ha de emanar y empapar todo lo que hacemos. Es hacia donde te ha de conducir toda religión si es verdadera, ella solo te ha de enseñar a caminar, a entrar en esta dimensión que llamamos mística.
Es, ni más ni menos, la dimensión espiritual, aquella que no se ve ni se toca pero que es la más real, tan real que de ella emanan los verdaderos valores, aquellos que, como ella, no se ven, te das cuenta cuando se materializan en el vivir como el amor, la honestidad, la ética, la capacidad de entrega a aquellos que más lo necesitan, en el trabajo bien hecho, en el perdón, también en encarar los momentos difíciles o dolorosos de la vida con coraje y serenidad, si puedes claro, pero también cuando te sientes vulnerable, vencido, hundido.
Si todo eso está iluminado por la fe se vive con una dimensión que va mucho más allá, que ultrapasa doctrinas y dogmas y da un sentido diferente a todo el vivir, y a cada cosa el verdadero valor que tiene no el que la sociedad quiere que le des.
Y se hace visible en hechos sencillos, y en los momentos cumbre de la vida emerge dándole un color y una luz bien diferente.
Me refiero ahora a un hecho concreto que vivimos hace unos días, a la proclamación de Felipe VI como rey de España. Les felicitamos porque liberaron la ceremonia de actos religiosos –porque dicen «España es laica»–en realidad nos ahorraron la vergüenza ajena a que nos somete la actual jerarquía en los actos públicos, por lo cual les alabamos el buen gusto. Pero…, tiraron el agua y la criatura.
En España nos contamos por millones los que creemos y nos sentimos portadores de Trascendencia. Que alzamos los ojos para mirar más allá, que oramos, que sentimos y tenemos la certeza de que en nuestra profundidad somos alguna cosa más que la carne que vemos. Y también sabemos cuan necesitados estamos, cuan pobres somos y como precisamos de la ayuda luminosa y el coraje de Aquel/Aquella que mueven el universo y le dan vida.
Y pensé en la ceremonia de toma de posesión del presidente Obama, él puso en un momento bien destacado una plegaria y un precioso canto, todos respondieron con un grandísimo silencio porque todos llevamos muy adentro la necesidad de relación con el Infinito, y cada uno unió su plegaria a la de quien era ya su presidente pidiendo bendiciones, sabiduría y prosperidad para él y para el pueblo que desde aquellos momentos gobernaría.
Barak Obama supo distinguir entre el agua y la criatura e hizo que su pueblo mirara más allá o, mejor dicho, envolvió la ceremonia de alguna cosa más que los actos de protocolo, les invitó a unirse a él parar pedir aquello que más necesitarían en un acto sencillo y entrañable que tocó el corazón de los que seguíamos la ceremonia.