Lo primero que dijo el sacerdote fue: "Dios te ama y la iglesia te acepta". El joven gay me dijo: "Eso literalmente me salvó la vida"
(James Martin, sj, en America).- Uno de los desafíos más recientes para las parroquias católicas es cómo dar la bienvenida a los feligreses L.G.B.T., así como las familias con miembros L.G.B.T. Pero ese desafío está también donde abunda la gracia porque los católicos L.G.B.T. se han sentido excluidos de la iglesia por tanto tiempo, que cualquier experiencia de bienvenida puede cambiar su vida: Un momento de sanación que puede inspirarlos a ir a misa nuevamente, devolverlos a la fe, e incluso ayudarlos a creer en Dios otra vez.
En los últimos años, he escuchado las historias más terribles de católicos L.G.B.T. que se han sentido no bienvenidos en las parroquias. Un hombre gay autista de 30 años que salió del clóset con su familia y no estaba en ningún tipo de relación me dijo que un agente pastoral dijo que ya no podía recibir la Comunión en la iglesia. ¿Por qué? Porque incluso decir que era gay era un escándalo.
Pero la crueldad no termina en las puertas de la iglesia. El año pasado, una mujer me contactó para preguntar si conocía «sacerdote compasivos» en su arquidiócesis. ¿Por qué? Ella era enfermera en un hospital de enfermos terminales donde un paciente católico estaba muriendo. Pero el párroco local asignado al hospital se rehusaba a darle la unción, porque era gay.
¿Es sorprendente que la mayoría de los católicos L.G.B.T. se sientan como leprosos en la iglesia?
Lo mismo pasa con las familias. La madre de un adolescente homosexual me dijo que su hijo había decidido volver a la iglesia después de años de sentir que la iglesia lo odiaba. Después de mucha discusión, decidió regresar el domingo de Pascua. La madre estaba encantada. Cuando comenzó la misa, estaba tan emocionada de tener a su hijo a su lado. Pero después de que el sacerdote proclamó la historia de la Resurrección de Cristo, ¿Adivinan sobre qué predicó? Acerca de lo malo de la homosexualidad. El hijo se puso de pie y salió de la iglesia. Y la madre se quedó sentada y lloró.
James Martin, en el Encuentro Mundial de Familias
Pero también hay historias de gracia en nuestra iglesia. El año pasado, un estudiante universitario me dijo que la primera persona a quien reveló su orientación, fue un sacerdote. Lo primero que dijo el sacerdote fue: «Dios te ama y la iglesia te acepta». El joven me dijo: «Eso literalmente me salvó la vida». De hecho, debemos alegrarnos de que cada vez más parroquias católicas sean lugares donde los católicos L.G.B.T. se sienten en casa, gracias tanto al personal de la parroquia como a los programas más formales.
Mi propia comunidad jesuita en Nueva York está al lado de una iglesia llamada St. Paul the Apostle, que tiene uno de los programas de sensibilización L.G.B.T. más activos en el mundo. El programa se llama «Out at St. Paul» («Fuera del clóset en Saint Paul») y patrocina retiros, grupos de estudio bíblico, charlas y eventos sociales para la numerosa comunidad L.G.B.T. En cada misa dominical de 5:15 p.m., cuando llega el momento de los anuncios de la parroquia, una persona L.G.B.T. se levanta en el púlpito para decir: «¡Hola! Soy Jason, Xorje o Marianne, y soy miembro de ‘Fuera del clóset en Saint Paul’. Si eres lesbiana, gay, bisexual o transgénero, queremos que te sientas bienvenido. Aquí hay algunos eventos que se presentarán esta semana». Y acabo de enterarme de que dos miembros de ese grupo están ingresando a órdenes religiosas este año.
Lamentablemente, gran parte de la vida espiritual de los católicos L.G.B.T. y sus familias depende de dónde viven. Si eres gay, lesbiana, bisexual o transgénero, intentando dar sentido a tu relación con Dios y la iglesia o si eres padre de una persona L.G.B.T. y vives en una gran ciudad con pastores de mente abierta, entonces tienes suerte. Pero si vives en un lugar menos abierto o tu pastor es homofóbico, ya sea silenciosa o abiertamente, no tienes suerte. Y la forma en que los católicos son bienvenidos o no bienvenidos en su parroquia influye mucho en su perspectiva no solo acerca de la iglesia, sino acerca de su fe y de Dios.
Ese es el verdadero escándalo. ¿Por qué debería la fe depender de dónde vives? ¿Es eso lo que Dios desea para la iglesia? ¿Quería Jesús que las personas en Betania percibieran el amor de Dios menos que las personas en Betsaida? ¿Quería Jesús que una mujer en Jericó se sintiera menos amada que una mujer en Jerusalén?
Entonces ¿qué es lo que ayuda a una parroquia a ser acogedora y respetuosa? ¿Cómo pueden los sacerdotes y diáconos, hermanas y hermanos, directores de educación religiosa, agentes pastorales laicos y todos los feligreses ayudar a las parroquias a convertirse en hogares para católicos L.G.B.T. y sus familias?
Las siguientes observaciones se basan no solo en conversaciones con personas L.G.B.T., sino también en la experiencia de pastorales y grupos de acogida L.G.B.T. que consulté para esta charla. Les pregunté: ¿Cuáles son las cosas más importantes que las parroquias deben saber y hacer?
Entonces me gustaría hablar de tres áreas.
-Primero, ¿Cuáles son algunas ideas fundamentales para las parroquias?
-Segundo, ¿Qué puede hacer una parroquia para ser más acogedora y respetuosa?
-Finalmente, ¿Qué podría decirnos el Evangelio acerca de esta pastoral?
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