Es fácil hablar de los pobres y las víctimas cuando nadie va a calumniarte, tergiversarte o matarte por eso, pero en la época convulsa que vivió hablar como él habló significaba ponerse en la línea de fuego
«La Iglesia católica cree y espera que se haga justicia por el asesinato de Romero«. El biógrafo y secretario privado del arzobispo mártir, Jesús Delgado, ha subrayado que la Iglesia «está de acuerdo que se haga justicia en esto y siempre lo dirá».
En una entrevista con Efe, Delgado agregó que «si no hay castigo a estas cosas, cualquiera puede hacer» lo que quiera en este país «porque saben que no es castigado, que la justicia no hace nada».
Monseñor Delgado dijo que está seguro de que se hará justicia en el caso, pero que «la historia, es la justicia».
«Yo creo que se hará justicia, pero será para la historia, o sea que la historia, es la justicia, cuando ya todos hayamos desaparecido», aseguró Delgado.
Óscar Romero fue asesinado de un tiro cuando oficiaba misa en la capilla de un hospital para enfermos de cáncer en San Salvador.
Dicho crimen se produjo a las puertas de la guerra civil salvadoreña que dejó unos 75.000 muertos y 8.000 desaparecidos en 12 años.
En dicha guerra se enfrentaron la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación (FMLN) y al Ejército salvadoreño, financiado por el Gobierno de los Estados Unidos.
La Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas, que investigó las violaciones de derechos humanos, concluyó en su informe de 1993 que el exmayor del Ejército salvadoreño y fundador de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), Roberto d’Aubuisson, fue el autor intelectual del asesinato de Romero.
Sobre los culpables, el sacerdote señaló: «si entre los que mataron a monseñor Romero se presenta alguien confesando, (…) la Iglesia defendería a esta persona, porque se confiesa públicamente de pertenecer al grupo de los que asesinaron a monseñor Romero», y dijo que eso sería una señal de «conversión«.
«Yo creo que poco a poco irán confesando todas las personas que formaron parte en la muerte de monseñor Romero», expuso.
El caso judicial sobre el asesinato de Romero fue «congelado» en 1987 por una resolución de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y archivado por la aplicación de la Ley de Amnistía de 1993.
Según el proceso canónico de la Iglesia Católica, para que Romero sea declarado santo se le debe atribuir y documentar un «milagro».
Delgado aseguró que el papa «tiene una autoridad máxima» para juzgar sobre los milagros y que en el caso de Romero, «puede incluso decir que no tiene necesidad de un milagro».
«El papa Juan Pablo II en ese tiempo estaba convencido de que Romero no necesitaba un milagro, para él era impresionante que lo hubiesen matado en el altar celebrando la eucaristía», relató.
Relató que conoce de un caso de una «curación de cáncer clarísima» de una mujer que «odiaba» a Romero porque «pertenecía a las familias muy ricas del país», pero no pudo ser documentado.
El cura estima que la canonización de Romero se puede dar «a más tardar» en el año 2017 junto a la beatificación del padre Rutilio Grande, asesinado en 1977.
El sacerdote jesuita Rutilio Grande fue asesinado a tiros en localidad de Aguilares, 32 kilómetros al norte de San Salvador, junto con Manuel Solorzano, de 42 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 12.
Por estos últimos la Iglesia católica salvadoreña también pedirá se declaren mártires, de acuerdo con el padre jesuita José María Tojeira, exrector de la Universidad Centroamericana.
«El proceso de Rutilio está en etapa embrionaria, el investigador de historia está haciendo la biografía y estamos recibiendo testimonios», aseguró el biógrafo de Romero.
En marzo anterior, el actual arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar, dijo que estudian los casos de unas 500 personas asesinadas antes y durante la guerra civil salvadoreña, para pedir al Vaticano que les nombre mártires.
«El papa quiere finalmente hablar de San Óscar Romero y los mártires de El Salvador«, dijo Delgado.
Jesús Delgado, que ha escrito tres libros y un indeterminado número de artículos en la prensa sobre la vida y pensamiento de Óscar Romero, adelantó que planea publicar una nueva biografía con datos inéditos del mártir.
«Quiero publicar una nueva biografía de él, una vez que sea proclamado santo ya se puede publicar todo, porque hay muchas cosas que no podemos hacerlo por el proceso de beatificación, pero una vez se canoniza, la literatura queda liberada», expuso.
Detalló que hay información vedada que si se publica antes de la canonización detendría el proceso porque «puede dañar a personas».
Por su parte, el escritor, columnista y director ejecutivo de la Cámara de Comercio de El Salvador, Federico Hernández Aguilar, ha asegurado que vive «con creciente emoción» la próxima beatificación de monseñor Óscar Romero –arzobispo salvadoreño asesinado en 1980 mientras celebraba misa– porque su figura y mensaje fueron determinantes para que se convirtiera de «ateo militante» a cristiano.
«Durante 15 años fui ateo militante. Durante mi proceso de conversión, que fue relativamente largo, decidí enfrentar los prejuicios que tenía contra la Iglesia estudiando en primer lugar la figura y el mensaje de monseñor Romero», explica Hernández Aguilar en una entrevista con Europa Press ante la beatificación de monseñor Romero este sábado en San Salvador.
Hernández apunta que se hizo dos preguntas –‘¿Qué sé (o creo saber) de monseñor Romero?’ y ‘¿Cuáles han sido mis fuentes?– y se dio cuenta de que la imagen que tenía del arzobispo mártir «no era un retrato sino una caricatura». Fue a partir de entonces, a través de la lectura de sus homilías, diarios, cartas pastorales, entrevistas y correspondencia como empezó a «conocerlo de verdad». Además, tiene la impresión de que «muchos salvadoreños» han tenido, en los últimos años, «una experiencia similar» a la suya.
Para el escritor, la noticia de la beatificación supuso una gran emoción no solo porque monseñor Romero «pasará a ser el primer beato salvadoreño» sino también porque, a su juicio, se convertirá en «un referente universal de coherencia cristiana, como católico primero, y como salvadoreño después», una perspectiva que a Hernández le parece «deslumbrante».
Sin embargo, aunque la «inmensa mayoría» de salvadoreños ha recibido la noticia «con gozo y agradecimiento», admite que en un país, El Salvador, «tan ideológicamente dividido», algunos sectores «han guardado silencio, otros se han inquietado y otros han aprovechado la coyuntura para seguir manipulándolo políticamente».
Según explica, el futuro beato es «una interpelación» en El Salvador y «esa interpelación no es cómoda» pero se muestra optimista y considera que, con el paso del tiempo, «los manipuladores de Romero serán cada vez menos» y «las palabras del beato irán resonando con mayor integralidad y los prejuiciosos irán sufriendo una transformación interior que les ayude a superar sus recelos».
Ante su subida a los altares, Hernández destaca de monseñor Romero su defensa de los derechos humanos y de los pobres y, concretamente, «el sacrificio que esa defensa le implicó».
«Es fácil hablar de los pobres y las víctimas cuando nadie va a calumniarte, tergiversarte o matarte por eso, pero en la época convulsa que vivió y especialmente durante los tres años en que estuvo a cargo de una Arquidiócesis igualmente dividida, hablar como él habló significaba poner la propia vida en la línea de fuego», subraya.
A su parecer, se necesita «un amor muy profundo por la vocación y una valentía muy heroica» para enfrentarse a eso pero, según recuerda, monseñor Romero «tenía miedo natural a morir» y «temblaba ante la posibilidad de una muerte violenta, que presentía cercana». Si se sobreponía era «porque veía a Cristo crucificado». «¿Puede haber ejemplo más grande de amor en un país como El Salvador de aquellos años, partido por el odio, la intransigencia y la guerra civil?», se pregunta.
La ceremonia de beatificación de Óscar Romero comenzará a las 10,00 horas en la plaza del Salvador del Mundo, en San Salvador, ciudad de la que fue arzobispo, y estará presidida por el cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y enviado especial del Papa.
Está prevista la asistencia de seis cardenales, más de un centenar de arzobispos y obispos y, como invitados especiales, figuran el presidente salvadoreño, Salvador Sánchez Cerén, y sus homólogos el presidente Rafael Correa, de Ecuador, Juan Orlando Hernández, de Honduras, Juan Carlos Varela, de Panamá, y los vicepresidentes de Bolivia, Costa Rica, Cuba y Belice. En representación de la Iglesia española, acudirá únicamente el secretario general de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo.
(RD/Agencias)