E Dios de la Navidad es un Dios que cambia las cartas. Le gusta hacerlo. Como canta María, es el Señor que depone a los potentes del trono y ensalza a los humildes
(Jesús Bastante).- Miles de niños en la plaza de San Pedro para el último Angelus antes de la Navidad. Como es tradición, los pequeños acudieron con los «niños Jesús» de sus pesebres para que el Papa los bendijera. Así lo hizo Francisco, no sin antes recordar que «no podemos encontrar a Jesús si no lo encontramos en los demás, en la historia y en la Iglesia«, y tras saludar el acuerdo alcanzado por Naciones Unidas para la intervención «en la amada Siria», o el gobierno de unidad consensuado en Libia. La paz, en Navidad, parece abrirse paso lentamente.
En sus palabras, Francisco quiso realzar la figura de María, rememorando su viaje hasta Judea para acompañar a su prima Isabel. «Imaginaos el encuentro… Una anciana y la otra joven. E Isabel se siente embargada por un gran asombro: ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?».
Como Isabel, «Para celebrar de una manera provechosa la Navidad, estamos llamados a detenernos en los lugares del asombro», señaló Bergolio. Y ¿cuáles son en la vida cotidiana? Francisco subrayó tres: el otro, la historia y la Iglesia. En primer lugar, «el otro, en el cual hay que reconocer a un hermano. Desde que ha sucedido la Navidad de Jesús, cada rostro lleva impreso el rostro del hijo de Dios. Ante todo, cuando es el rostro del pobre, porque como pobre Dios ha entrado en el mundo, y por los pobres se ha dejado visitar».
El segundo lugar para el asombro, según el Papa, «es la historia», que «muchas veces creemos verla por la parte justa, y en cambio nos arriesgamos a leerla del revés». A veces, sucede, «cuando nos parece que la Historia viene determinada por la economía del mercado, las finanzas o los negocios, dominada por los potentes de turno». Frente a ello, apuntó el Papa, «el Dios de la Navidad es un Dios que cambia las cartas. Le gusta hacerlo. Como canta María, es el Señor que depone a los potentes del trono y ensalza a los humildes».
En tercer lugar, «la Iglesia». «Miradla con el asombro de la fe, significa no limitarse a considerarla solamente como una institución religiosa, que lo es, sino sentirla como una madre, que aún entre las manchas y las arrugas, que tenemos tantas, deja transparentar las líneas de la esposa amada por Dios». Una Iglesia, prosiguió Francisco, «que sabe reconocer los múltiples signos de amor fiel que Dios continuamente le envía, una Iglesia por la que el Señor Jesús nunca será una posesión que hay que defender celosamente. Los que hacen esto, se han equivocado».
En cambio, «Jesús siempre estará con aquel que le viene al encuentro, y que sabe esperar con esperanza y alegría, dando voz a la esperanza del mundo. La Iglesia que llama al Señor: ven Señor Jesús. La Iglesia madre que siempre tiene las puertas abiertas de par en par y los brazos abiertos para acoger a todos». Aún más: «la Iglesia madre que sale de las puertas para buscar, con una sonrisa de madre, a todos los alejados y llevarlos a la misericordia de Dios. Este es el asombro de la Navidad».
En sus saludos posteriores, el Papa recordó «la amada Siria, expresando un gran aprecio por el acuerdo recientemente alcanzado por la comunidad internacional«. «Animo a todos -afirmó- a proseguir con un generoso empuje el camino hacia la desaparición de las violencias, y de una solución negociada que lleve a la paz».
«Igualmente pienso en la vecina Libia, donde el reciente compromiso de las partes por un gobierno de unidad nacional invita a la esperanza por el futuro», apuntó el Papa, quien también reclamó «compromiso de colaboración» entre Costa Rica y Nicaragua.
Finalmente, Bergoglio también recordó a las poblaciones de Tamil Nandul, en India, «azotadas recientemente por un grave aluvión», y no se despidió sin bendecir los belenes de los niños de Roma. «Queridos niños: escuchad bien. Cuando recéis delante de vuestro belén, acordaos también de mí, como yo me acuerdo de vosotros. Os lo agradezco y Feliz Navidad».
Palabras del Papa tras el rezo del Angelus
Queridos hermanos y hermanas,
también hoy dirijo un pensamiento a la amada Siria, expresando mucho aprecio por el acuerdo apenas alcanzado por la Comunidad internacional. Aliento a todos a continuar con generoso impulso el camino hacia el cese de las violencias y hacia una solución negociada que conduzca a la paz. De igual manera pienso en la cercana Libia, donde el reciente compromiso asumido entre las Partes para un Gobierno de unidad nacional invita a la esperanza para el futuro.
Asimismo deseo sostener el compromiso de colaboración al que han sido llamados Costa Rica y Nicaragua. Auspicio que un renovado espíritu de fraternidad refuerce ulteriormente el diálogo y la cooperación recíproca, como también entre todos los Países de la Región.