Personalidades de Iglesia recuerdan dónde estaban hace ahora cinco años

Sistach: «Dios no tuvo que perdonarnos nada, hicimos algo muy bueno eligiendo a Francisco»

Padre Ángel García: "Sigue con los mismos zapatos que tenía en Buenos Aires"

Sistach: "Dios no tuvo que perdonarnos nada, hicimos algo muy bueno eligiendo a Francisco"
El Papa Francisco pide la bendición del pueblo RD

Sor Lucía: "Ha sido una bendición para la Iglesia. Este Papa es un gigante, es el 'Messi' de la Iglesia"

(Jesús Bastante).- El 13 de marzo de 2013 no paró de llover en todo el día en Roma. A primerísima hora de la mañana, cuando este cronista caminaba por la plaza de San Pedro en dirección a la sala Stampa, entre los adoquines y los charcos, un hombre, ataviado con el hábito franciscano, rezaba rodillas en tierra.

Varias horas después, a las 19,06 horas, el humo blanco de la chimenea nos anunciaba que los cardenales habían elegido Papa. A las 20,12, la misma hora en que usted lee este reportaje, del balcón central de San Pedro salía… Jorge Mario Bergoglio. Y entonces, dejó de llover.

¿Dónde estábamos hace ahora justo cinco años? ¿Qué sentimos al ver a un Papa inclinarse ante el pueblo fiel de Dios para recibir la bendición? ¿Qué pasó por nuestras cabezas, por nuestros corazones, al contemplar al primer pontífice jesuita y latinoamericano, al primer hombre cuya lengua materna era el castellano, en la historia de la Iglesia? Algunos de los protagonistas de aquellos días, y de los que han de venir, recuerdan cómo vivieron aquel instante.

 

 

Ramón Ollé: desde la plaza de San Pedro

Aquella tarde, Ramón Ollé, delegado de medios del Arzobispado de Barcelona, se encontraba en plena plaza de San pedro. «Estábamos debajo de un chorro de agua procedente de la columnata de Bernini, cansados de esperar. Nos disponíamos a abandonar nuestro lugar de guardia», recuerda. «Parecía que en aquella hora nada debiera ocurrir cuando la fumata blanca apareció en la chimenea de la Sixtina. Fue un clamor de sorpresa para las relativamente pocas personas que aquellas horas ocupaban la Plaza de San Pedro. Las campanas de las Iglesias de Roma empezaron a repicar y empezó a aparecer desde todos los lados de la plaza, personas de múltiple procedencia, corriendo para no perderse el espectáculo».

«Me llamó la atención la cantidad de familias italianas que acudieron con sus hijos. Cuando apareció aquel Papa argentino que nadie esperaba con su forma sencilla de pedir la bendición para él, cientos de manos se levantaron para dársela y su lenguaje y sus formes daban ya entender que surgía más que un nuevo Pontífice, una nueva forma de ejercer el papado», explica Ramón.

 

 

Cardenal Sistach: desde el Cónclave

Al otro extremo, justo en uno de los balcones de la basílica, escuchando las primeras palabras del Papa «venido del fin del mundo», se encontraba el entonces cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, uno de los grandes protagonistas de aquellos días, y uno de los pocos españoles que participó en el Cónclave.

«Elegimos al Papa Francisco», nos cuenta el purpurado. «Al preguntarle el nombre, primera sorpresa agradable: ‘Me llamaré Francisco’, nos dijo, recalcando que era el poverello de Asis», recuerda Sistach. Aquella noche, ya elegido Papa, «cenó con nosotros, y nos dijo: ‘Que Dios les perdone lo que han hecho conmigo’«.

«Cargamos sobre sus espaldas el servicio de obispo de Roma y sucesor de Pedro», asegura el cardenal, quien recuerda cómo «un día le dije que Dios no tuvo que perdonarnos nada, porque hicimos algo muy bueno eligiéndole a él«. Y a fe que es cierto. «Estos cinco años de Papa lo demuestran. Gracias, Francisco, por tu cercanía a todas las personas, enfermos y pobres, y por tu constante sonrisa que armoniza con tu denuncia profética», concluye el cardenal.

 

Osoro: camino de Ademuz

Carlos Osoro, actual cardenal de Madrid, entonces era arzobispo de Valencia. «Estábamos en Cuaresma, y yo estaba dando una misión en una parroquia de Ademuz», relata. «Esta tarde, camino de Aemuz, justo cuando pasaba por el pueblo del cardenal Cañizares (su sucesor en Valencia), se anunció el nombramiento del Papa. Así que lo escuché por la radio, camino de una misión».

Cuando regresó a su casa, Osoro buceó en Internet, consultó «su vida, su biografía, sus escritos», aunque ya conocía algunas de sus pastorales. «Encontré el cuaderno durante los ejercicios espirituales que nos impartió (en 2006), y descubrí que en sus subrayados ya hablaba del papel del obispo como servidor, de los riesgos de la Iglesia, de la presencia en mitad del mundo, de la necesidad de la confesión y de la oración», recuerda el hoy arzobispo de Madrid, para quien Francisco «es alguien a quien todos queremos y nos está marcando una dirección bellísima a todos los hombres».

 

Sor Lucía: «Me metí en un bar»

Hace ahora cinco años, la religiosa argentina Sor Lucía Caram estaba dando una charla en el Colegio de Abogados de Barcelona, «sobre el derecho a la libertad religiosa». «Estaba en el vestíbulo, cuando el portero me dijo: ‘Acaban de elegir a un Papa, ¡y es argentino!’… No sabía que hacer, y me metí en un bar que había enfrente para verlo«.

Como en Roma, «estaba lloviendo. Me emocioné, se me puso la piel de gallina», recuerda la dominica de Manresa, quien enseguida comenzó a recibir llamadas de los medios. «Pensé que empezaba un cambio. Y para mí es un cambio radical. Fue una emoción impresionante».

En aquellos momentos, la religiosa sufría mucha presión por su presencia en los medios. «Y esa noticia fue una sensación de aire fresco, por las referencias que tenía de él. Y, ya, cuando dijo su nombre, me terminó de convencer. Me puse a leer, a investigar sobre él».

Cinco años después, sor Lucía lo tiene claro: «Ha sido una bendición para la Iglesia. Este Papa es un gigante, es el ‘Messi’ de la Iglesia«, asegura.

 

Padre Ángel: en un coche, hacia Antena 3

«Estaba en Madrid. Me llamaron de Antena 3 para que fuera a un programa. Y en el coche me enteré de que era el cardenal de Buenos Aires», recuerda el padre Ángel. «No era posible, si Bergoglio ya tenía preparada la habitación en nuestra residencia de Buenos Aires», sonríe el fundador de Mensajeros de la Paz. «Tenía, y tiene, que esa habitación sigue reservada«.

«Estuve una hora en televisión hablando de él, de lo que nos ayudó con los niños durante las hambrunas de Tucumán, de su sencillez, de cuando nos cocinó un huevo frito…» añade el religioso, uno de los primeros en hacer suya la petición de una Iglesia «de puertas abiertas» formulada por Bergoglio. San Antón es hoy una realidad, «y buena parte de la culpa es del Papa Francisco».

El sacerdote viajó a Roma el 16 de marzo, y estuvo en la famosa recepción a los periodistas, «cuando el Papa habló de su sueño de una Iglesia pobre y para los pobres». «Recuerdo esos días con una gran felicidad. Era como si nos hubiera tocado algo especial, una persona que necesitábamos en la Iglesia, que lo que hace es besar, abrazar y sonreir».

Cinco años después, «sigue con los mismos zapatos que tenía en Buenos Aires. Porque este es un Papa con los pies en la tierra, que pise firme… pero también tiene la mirada puesta hacia arriba».

 

 

Pedro Miguel Lamet: Desde la casa de los jesuitas

Pedro Miguel Lamet, sj, siguió la elección desde la casa de los jesuitas en Madrid. Antes del cónclave, en un artículo en RD, había pedido «un hombre con sabor a evangelio, a desprendimiento, pobreza y apertura; que no conciba la Iglesia como castillo sino como plaza de pueblo. Que no se encierre en el Vaticano, sino que baje a la calle para encontrar a Dios no como una póliza de seguridad, sino como una luz que da sentido y se reparte». Un «Papa de los pobres».

«Alguien debió inspirar entonces estas proféticas palabras, o Dios quiso escuchar mi humilde oración, que no era más, por otra parte, que un gran deseo de la opinión pública en la Iglesia más consciente», recuerda Lamet. Tras la inicial sorpresa, «los jesuitas conocíamos la división provocada en Argentina entre ‘bergoglianos’ y ‘antibergoglianos'» los primeros pasos de Francisco «ya nos trajeron la impresión de que comenzaba efectivamente una primavera para la Iglesia, un pontificado evangélico, reformador con aporte de credibilidad, sencillez y cercanía a los que están lejos, escandalizados y tristes por las crisis y lacras que asolan a los hombres solitarios en un mundo injusto y globalizado».

Cinco años después, añade Lamet, «se han cumplido sus promesas de inicio de pontificado, donde se presentó como un papa al servicio de los demás, que acoge con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños». Un papa «que deseaba entregarse al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado», y que «predica que no debemos que tener miedo de la bondad ni de la ternura», bajo «la estrella de la esperanza». En definitiva, concluye Lamet, «un programa que mantiene abierto el corazón al optimismo«.

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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