Brasil despide los primeros Juegos Olímpicos sudamericanos
Bajo una cortina de lluvia constante, la llama que trajo los Juegos Olímpicos a Río de Janeiro se apagó a las 22:30 horas de la noche carioca. Los Juegos en la Ciudad Maravillosa, cuestionados hasta el último momento por el virus del Zika, el terrorismo o el transporte, han sido un éxito, celebrado con una ceremonia modesta y mucho menos fresca que la de apertura, pero que culminó con el estadio del Maracaná convertido en un sambódromo con el barrendero «Sonrisa», figura popular del carnaval carioca, y la supermodelo Izabel Goulart bailando samba como si el mañana no existiera.
España ha terminado con 17 medallas, el número que aventuraron los técnicos en sus previsiones y pronósticos más optimistas.
Y, sin embargo, se han quedado cortos, el número de oros, el crecimiento del carácter ganador de los deportistas españoles, que, siguiendo la máxima de Bruno Hortelano, el atleta que más expectativas e ilusiones despierta, prefieren pensar antes en conseguir lo máximo que conformarse de entrada con un poco menos.
El nivel de las aspiraciones genera el nivel de las medallas. No puede haber cálculo. No se puede decir que un oro vale por dos, tres, cuatro, platas o bronces. Una medalla de oro, el poder sentirse uno campeón olímpico, despierta en la imaginación sensaciones únicas.
Pese a la miseria económica del ciclo olímpico, el recorte de subvenciones, el descenso del plan ADO, el recurso exagerado al voluntarismo y al sacrificio de los empeñados en dar su tiempo y su trabajo por los Juegos, España regresa de Río con siete medallas de oro, más que en ninguna otra cita olímpica si se excluye Barcelona 92, donde la cifra casi se dobló (13). Oro, además de calidad. Oro femenino.
Por primera vez desde Barcelona, justamente, el atletismo y la natación, los deportes nucleares de los Juegos, los más extendidos por el mundo, los que cuentan con más participantes, los más complicados, han alcanzado el oro. Las dueñas de las medallas son dos mujeres, Ruth Beitia y Mireia Belmonte.
Las primeras campeonas olímpicas de los deportes rey. La cara masculina, tan dominante en sus especialidades en su historia olímpica -la de Beitia, por ejemplo, es la 13ª medalla del atletismo español; de las 12 anteriores solo una, la de María Vasco en marcha, era femenina-, comienza a borrarse.