Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

El ser humano es raro… raro, raro.

 

Hoy el devorador de actualidad dispone de distintos canales para estar al día, aunque casi todos ellos limitados a determinados momentos y en determinados lugares. Confieso que en mi caso suelo utilizar la televisión cuando estoy en casa, la radio cuando voy en coche, la prensa escrita cuando estoy en una cafetería, en casa los fines de semana, o ahora (de jubilado) en casa a primera hora, sobre todo para hacer el sudoku y el crucigrama, dejando la lectura seria (los libros, algunos…) para última hora de la tarde, alternando lecturas y conectando finalmente a internet a última hora de la noche. Suficiente…

Como lo de la utilización del coche suele ser a diario, los programas de radio, sobre todo por la mañana y concretamente Onda 0, suelen ser los escogidos para una ágil información y entretenimiento mañanero, que compensa la parcialidad de la prensa más cercana en favor del impresentable dictadorcete local que trata de pastorearnos y al tiempo, la radio, nos alegra algo la vida en compensación con la realidad disfrazada de no va más, por parte de quien en la fantasía hacia el crédulo ciudadano, tiene a su más fiel aliado, trátese de pastor de súbditos o de almas.

Llenar las horas de la mañana, todos los días, desde un medio que ha de ser ágil, instantáneo en la información de actualidad y discontinuo en cuanto a la propia actualidad y el cumplir horarios atendiendo al interés del oyente, no es tarea sencilla. Una de las formas de llenar espacios son aquellos programas en los que la emisora propone un tema y los oyentes van interviniendo a base a aportar sus experiencias.

En esa linea y en un trayecto, esta vez de tarde, el tema iba de “olvidos imperdonables” en el que se relataban todo tipo de anécdotas a cual más variopinta, protagonizadas gran parte de ellas por olvidos familiares, como olvidarse de la suegra en una gasolinera, del perro en el monte o a la salida del supermercado, de la mujer en la peluquería, e incluso de la fecha de la propia boda, para pasar al olvido de los hijos, como de ir a recogerlos, o incluso en el colmo del asunto, de quien el fin de semana le toca hacerse cargo del hijo, lo lleva dormido en el asiento trasero del coche y al llegar a casa se olvida del niño, se echa a dormir y en medio de la noche se acuerda, para salir despendolado a buscarlo, encontrárselo afortunadamente dormido, y aquí no ha pasado nada, salvo la crítica de cualquiera a quien se haga conocedor del asunto, como el peor de los olvidos narrados. !Menudo padre!. Pues bien, a mi se me ocurre un caso más extremo, curiosamente aceptado y defendido por auténticos rebaños de “buena gente” ingenuamente crédula, temerosa, o simplemente interesada.

Hace algo más de dos mil años, se nos cuenta que una pareja, y al parecer su único hijo, de doce años, salieron de viaje hacia Jerusalén a la fiesta de Pascua, lo que nos cuentan que hacían todos los años. De vuelta, “pasados los días”, los padres, transcurrido un día entero, se dieron cuenta que el niño no estaba con ellos, pensando que estaría en la caravana o con algún familiar, volviendo a Jerusalén para encontrarlo al tercer día en el Templo, tan campante entre los “maestros” (!tres días!). Los padres, quienes no lo mataron allí mismo (es para matarlo), ni se suicidaron ellos por el olvido, le dijeron “hijo, ¿porque nos has hecho esto?. Mira tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”, al tiempo que él les respondía: Y ¿porqué me buscabais? ¿No sabias que yo debía estar en las cosas de mi padre?. Tampoco lo mataron de esta vez, ni le metieron un par de…, al menos eso se nos cuenta pues al parecer se limitaron a no comprender la respuesta.

Sin la menor intención de ofender a nadie, creyente de estas cosas, analicemos el asunto someramente y con criterios de racionalidad.

Según se deduce del relato, lo único que se conoce del niño hasta después de haber cumplido la treintena y a través del relato de uno solo de los evangelios, el atribuido a Lucas, aunque de autor desconocido al igual que el resto, pero de influencia de sus discípulos, siendo Lucas, al parecer, el único que llegó a conocer a María, la fiesta de Pascua en Jerusalén, era un acontecimiento de suma importancia para los judíos, a donde se desplazaban desde distintos lugares de Judea y Galilea, en caravanas que, desde Galilea debían dirigirse al sur hasta Judea, atravesando Samaria, tardando varios días en recorrer la distancia. Una vez en Jerusalén, “pasados los días”, tras mezclarse en la ciudad los visitantes de todas las localidades, y esperar las caravanas extramuros, quedarían entre ellos emplazándose para la salida, momento en el que unos padres se supone que controlarían la presencia de su único hijo, en el raro caso de que esté se hubiese separado previamente de ellos, con solo 12 años, en una poblada ciudad como en aquellos días era Jerusalén, aunque no fuera ese el caso, pues al parecer el niño se había quedado en el Templo y los padres habían iniciado la vuelta sin contar con su único hijo. Si ello ya es extraño en unos padres, más lo es el que pasase un día entero hasta percatarse de la falta del hijo. A partir de ahí, el asunto no deja de sorprendernos, pues tras la vuelta a Jerusalén, se pasan 3 días con sus tres noches buscando a un niño de 12 años, que finalmente encuentran absolutamente ajeno a la preocupación de su padres, en el Templo, sin que sepamos donde durmió esos días, o quien le dio de comer, y sin que al parecer nadie se preocupara por la soledad de un niño de 12 años. El asunto se complica todavía más con la reacción y el poco sentido del niño al ver a sus padres, a quienes prácticamente despacha con el mayor desapego, desconsideración y falta de caridad, en un niño al parecer tan listo. !¿porque me buscáis?!.

Si uno piensa que se trata de una familia un tanto extraña e intenta conocer algo más, se encuentra con que la madre se quedó embarazada de soltera, prometida al futuro marido quien, al parecer, nada había tenido que ver en el embarazo, algo que en la Galilea de entonces suponía la condena a la mujer por lapidación, delito que el futuro marido no denuncia tras haberle dicho su futura mujer que lo del embarazo se debía a !un ángel!, una especie de humano, enviado de Dios, con alas y vestido de blanco (¿se imagina alguien, hoy en día, a una niña que al llegar a casa le cuente a sus padres que su embarazo tiene tal procedencia?), algo que en sueños le corroboró el personaje alado y el marido “lógicamente” se creyó, como si se tratase de algo muy común.

Los que así lo relatan hablan también de que la mujer tuvo más hijos posteriormente, al menos 5 (3 varones y 2 mujeres), siendo uno de ellos llamado Santiago el Justo, el sucesor en Jerusalén de su hermano, una vez este desaparecido, aunque del padre no se vuelve a hablar para nada. Unos hijos que pasados algunos siglos, los seguidores del niño hacen pasar por primos, pues toman la decisión, amparados en una antigua profecía que de un texto a otro acaba mal traducida, cambiando el término “de una joven nacerá… por “de una virgen nacerá…”, ya que al parecer todos los dioses han de nacer de una virgen (?), léase Horus y Osiris (Egipto), Mitra (Persia), Buda (India), Attis (Frigia), Dionisio (Grecia), Krishna (India), Heracles (Grecia), Zoroastro (Asía Menor), Vyasa, Hermes, Tammuz, etc., dioses curiosamente con vidas calcadas casi al milímetro con la de Jesús, pasando casi exactamente por las mismas vicisitudes, repitiendo los mismos actos, los mismos “milagros”, las mismas curaciones, “resucitando” finalmente, etc.

Pasados unos 20 años, aquel niño, ahora ya mayor y con seguidores, vuelve a cometer un nuevo desplante ante su madre y sus hermanos cuando estos lo esperan y a él se lo comentan, preguntando ¿quienes son mi madre y mis hermanos?…

Finalmente la madre, a lo largo de los siglos, y al igual que otras virgenes, se dedica de vez en cuando a aparecerse a pastorcitos en países latinos, con mensajes de lo más simple y pintoresco, que la iglesia cada vez rechaza con mayor intensidad, pero que acepta en algunos ante el éxito innegable entre la población con más profusión en el “don” de la fe, y de devoción a las distintas versiones, que incluso llegan a rivalizar en una especie de competición milagreira sin parangón, lo que acaba ofreciendo unos dividendos fuera de lo común.

Vuelvo a manifestar que no quiero herir la sensibilidad de nadie, ni de creyentes ni de no creyentes, que al fin y al cabo todos tenemos derecho a suponer lo que más lógico nos parezca y a comentarlo, pero parece innegable que la familia no nos la describen como muy normalita, al menos como para ponerla de ejemplo urbi et orbe, como la familia a imitar. Del padre nunca más se supo (realmente a ciencia cierta nunca se supo nada), el hijo se dice que murió crucificado y unos dicen que “resucitó”, algo imposible si se está realmente muerto, aunque tratándose de dioses, todo vale, y otros que no llegó a morir entonces, al permanecer en la cruz solamente unas horas, fue curado y “desaparecido” para evitar un nuevo apresamiento por parte de los romanos, trasladándose a otros lugares lejanos donde se supone existe una tumba que… Del hermano Santiago (la única figura de toda la familia con referencias históricas explícitas por parte de Flavio Josefo, el historiador del pueblo judío) se sabe que murió a manos de romanos y del resto de la familia nada se sabe.

A mi modesto entender, desde mi confesado agnosticismo, y sin echarle tanta fantasía, urdida toda ella posteriormente en base al necesario cumplimiento de ciertas profecías judías esperadas entonces, todo parece ser mucho más simple: Entiendo que se trataba de un matrimonio normal con 6 hijos (muy común en la Galilea de entonces), sin tipos de blanco y con alas de por medio, sin absurdas y necesarias virginidades, sin magisterios y extravíos a los 12 años, con desplantes a sus padres incluido, y sin historia alguna hasta una larga mayoría de edad del personaje, quien posiblemente estuviese casado (entonces entre los judíos no solo era infrecuente la soltería, sino muy mal vista) fuese un convencido judío (un rabino aseguran algunos estudiosos) que apostaba por un estricto cumplimiento de la ley, pero con distintos criterios en su interpretación, al tiempo que un patriota que aborrecía de la presencia romana (al menos en el grupo había varios activistas), en una época de la historia de su pueblo en la que el fin del mundo se creía inminente, y él preparaba al pueblo judío (no a los gentiles), para ese pretendido final para el que esperaba la ayuda de su “padre”. Abandonado finalmente en sus esperanzas, colgado en una cruz, reconociendo y lamentando su fracaso (¿porqué me has abandonado?) y dudosamente fallecido para no volver a saber históricamente nada más sobre el personaje, a quien en principio pocos seguidores le sucedieron en sus teorías, probablemente todo hubiese acabado ahí entre los múltiples profetas que entonces campaban entre el pueblo judio. 

Es la llegada de Saulo de Tarso, un judío con ciudadanía romana, en principio perseguidor de los judeo cristianos, y posteriormente convertido, debido a que una caída del caballo le hizo tener una aparición que le convertiría (hoy sabemos que tanto las apariciones como las audiciones, son procesos debidos a alteraciones neuronales producidas por múltiples causas) quien, a partir del personaje que nunca dejó nada escrito y al que nunca conoció, acaba junto a sus discípulos, tras romper con el judaísmo (algo que nunca pretendió el personaje de análisis) por crear un nuevo planteamiento, una nueva religión de la que a lo largo de los años surge toda una nueva recreación del personaje en cuestión, a fuerza de intentar el cumplimiento de viejas profecías que finalmente acaban desvirtuándolo todo, hasta hacer irreconocible una familia convertida en poco menos que pintoresca, de la que posteriormente han vivido durante siglos personajes de la organización, generando situaciones, actitudes, riquezas, poder, intolerancia, crueldades, muertes, violaciones, guerras y todo tipo de incoherencias, que posiblemente nada tengan que ver, ni con lo sucedido, ni con lo esperado por el personaje del que se trata, quien solo pretendía preparar a su pueblo, al pueblo judío, para un inminente fin del mundo, pero en definitiva una historia de éxito, un extraordinario negocio y un pastoreo inenarrable ajeno a toda racionalidad y que, de levantar la cabeza, lo de los mercaderes en el Templo sería un juego de niños que dejaría en mantillas al propio Deuteronomio como manual de atrocidades.

Si así fuera, me parece más grave lo del padre que se olvida del niño en el asiento trasero, ya que lo relatado parece altamente improbable, salvo para quienes, a través de algo que consideran importante, que consideran un “don” del que son agraciados y que llaman “fe”, la antítesis de la virtud de la racionalidad, se quieran creer de quienes han manipulado constantemente no solo la historia, sino a su personaje del que se alimentan. En ese caso, tanto da esta historia como cualquier otra que nos queramos inventar, ya que tratándose de dioses, todo vale.

De todas formas, y sea como fuese, el ser humano es raro… raro, raro.       

     

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

Lo más leído