Vergüenza

Alfonso Ussía escribió un libro titulado «Manual del ecologista coñazo», que no he leído, pero que estoy seguro de que en alguno de sus capítulos me describe a mi, si es que no escribió todo el libro pensando en gente como yo.

En efecto, desde hace muchísimos años, cuando no existían los contenedores de recogida, tengo la obsesión de no tirar nada que se pueda aprovechar y en mi casa reciclamos plásticos, papel, vidrio, pilas y aceite. Entonces cargábamos el coche hasta arriba y nos íbamos en busca de los cuatro chavales, ex drogadictos, que se dedicaban al reciclado en Mallorca. Hoy vamos al punto limpio con todo lo que no llevamos a los diferentes contenedores.

Además soy de los que procuran hacer todos los recados en bici, de los que no corren por la autopista y de los que no tiran un papel al suelo. Soy de los que bajan la temperatura de la calefacción y cierran la casa a cal y canto en invierno y la abren en verano y suben el aire acondicionado. Apago luces innecesarias compulsivamente y me pone de los nervios oír un grifo abierto. La ropa que ya no nos sirve se la damos a quien aún la pueda usar. Tengo dos parras que me dan las uvas que no se comen los pájaros y una mini huerta que abono con caca de caballo y burro que me regalan unos buenos amigos y en ella planto tomates sin pesticidas ni abonos químicos. Me gusta pescar y cazar, pero sólo lo que me pueda comer. Y en ese plan todo. Además, siempre que se dan las circunstancias apropiadas, procuro que el avión que vuelo consuma lo menos posible, como hacen todos mis colegas, con muchos miles de toneladas de ahorro al año.


Y ahora viene lo mejor: «Padre, me acuso de haber sido socio de Greenpeace durante casi veinte años». Sí, les pagué mi cuota religiosamente y les ofrecí mis servicios para lo que hiciera falta como piloto y también como patrón de un barquito de vela -por cierto, que sin ningún interés por su parte- hasta que descubrí sus propiedades de organización sandía (verde por fuera y roja por dentro), cosa que mi mujer, que trabajó una temporada allí de voluntaria, me confirmó tras conocer bien el percal.

Cuando la izquierda se apropió -también- del movimiento ecologista y este, a su vez, se puso a su entera disposición para echar a Aznar -lo que pasó a ser su objetivo preferente y muy por encima de la defensa del planeta, al menos en España- decidí que hasta allí habíamos llegado. Si para ser ecologista había que ponerse detrás de José Luis Rodríguez Pancartero, que no contaran conmigo. Seguiría siendo ecologista-coñazo, pero por libre. Y es que, en efecto, no había escuchado a ninguno de ellos montar la escandalera que montaron con el Prestige cuando ocurrieron otras catástrofes ecológicas, como el gigantesco vertido de Aznalcollar en el califato socialista de Andalucía, o el incendio de 50.000 hectáreas -con 11 muertos- en el de Pepe Bono en Castilla-La Mancha y con Rodriguez al timón en Madrid. O la plaga de incendios, casi 2000, que arrasaron 80.000 hectáreas en el feudo socialista-nacionalista de Galicia en 2006.

Cuando ocurrieron todas esas catástrofes los movimientos ecologistas estaban en paradero desconocido. Y mudos. Se ve que todavía estaban afónicos de la que le habían montado a Aznar con el chapapote. En aquella época escribí esto, donde encontrarán el mejor y más breve resumen que he visto de las diferentes varas de medir que usan los movimientos-sandia expresado en este mensaje que circuló cuando Rodríguez llegó al poder y socialistas e independentistas se hicieron con la Junta de Galícia: «Este es el contestador automático de NUNCA MÁIS, en estos momentos no podemos atenderle, todo nuestro personal se halla colocado en la Xunta. Por favor, vuelva a intentarlo cuando el PP gane las próximas elecciones. Gracias».

Y sin embargo hay cosas que no tienen perdón de Dios y que hace necesario que alguien, Greenpeace o quien sea, alce la voz. Como esta que me ha llegado y que es sólo un botón de muestra del estado del planeta, pero que me parece espeluznante. Juzguen por ustedes mismos.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Enrique Zubiaga

Soy un aviador vasco que he visto mucho mundo y por eso puedo decir alto y claro, y sin temor a equivocarme, que tenemos un país increíble y que como España en ningún sitio.

Enrique Zubiaga

Soy un aviador vasco que he visto mucho mundo y por eso puedo decir alto y claro, y sin temor a equivocarme, que tenemos un país increíble y que como España en ningún sitio.

Lo más leído