Todos antisociales

La universidad española acaba de ofrecer una nueva muestra de su brillante aportación a la ciencia posmoderna. Una facultad de las llamadas de Educación, auténticos inventos del maligno, que era pedagogo, ha alumbrado una tesis doctoral que sostiene que el 56% de los adolescentes “presenta conductas antisociales”. La orden cana, la mitad de nuestros críos son delincuentes. Sociópatas. Algunos hasta han llegado a discutir en sus casas, se han dado unas obleas con un colega de curso o le han espetado vete a hacer pijos, chaval, actuaciones todas de gravísimas consecuencias y que se encuentran incluidas en la “tasa de conducta antisocial”. Hasta mi hija, que es un encanto, se negó el otro día a comerse unos alcanciles deliciosos, en clara conducta antisocial: no puede con las alcachofas. Esto debería incluirse en la tasa.

Por supuesto, de la apasionante tesis saldrá una doctora, que será recogida en un departamento, donde ya hay gentes que en su día también produjeron ocurrencias, alguno de los cuales habrá impulsado y dirigido la luminosa ópera, y cobrará por ello lustrosos emolumentos y sexenios. Tenemos demasiados políticos. Pero también demasiados estudiosos sociales. Y en algo tienen que ocuparse, las criaturas. El incremento durante los últimos años de facultades productoras de psicólogos, pedagogos, sociólogos, graduados y trabajadores sociales, terapeutas y comisarios de la doliente Humanidad hispánica en general, ha sido espectacular. No hay administración, centro educativo o ayuntamiento que no cuente con tropecientos de este ejército que nunca fue necesario hasta su propia autoimplantación. Son la especie socialdemócrata por excelencia (y perdón por el término, elitista y antisocial), la Providencia del moderno Estado-Jehová. Si se hubieran dedicado a la ingeniería o a criar lubinas, hoy seríamos una potencia mundial y no la ruina de Europa. Cuando se habla de investigación, deberíamos distinguir entre dedicar dinero a medicina, física de partículas o agricultura, y estas investigaciones de tantas facultades de ciencias sociales y psicopedafláuticas perfectamente percebes. Y prescindibles. O acabaremos todos diagnosticados. Sólo nuestra anomalía obligatoria justifica su existencia.

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