A DON FACUNDO, MAESTRO EN TÓRTOLA
(Y a la propia Tórtola de Henares, con un nombre tan bello, que acaban de decirme que si me lo he inventado)
Aprendiendo, cuerpo a cuerpo, indefensos,
en la escuela que rige don Facundo,
cómo la herencia es que nos deja el mundo,
llenando días de hambre y sed intensos
por saber más y más saberes densos
que llevaran a un tiempo más fecundo.
¿Qué fue de aquel tiempo moribundo
cuyos ecos llegan hasta aquí, extensos?
Llega hasta aquí aquel viento fugitivo
de los años de estudio tortoleños
que ahora recuerdo mientras escribo.
Vuelvo, el pasado al hombro, con los sueños
que aún restan en mí, que sobrevivo
tras los días alegres y risueños.