«El arriero de Bembibre», romance

EL ARRIERO DE BEMBIBRE

 

 

De Ponferrada a Bembibre,

mulas arrea un arriero,

en la noche aún cerrada

y oscura por cada extremo.

 

Aguas del Sil bajan frías,

el camino amaneciendo,

hacia Bembibre apuntaba

recua aún llena de sueño.

 

Un canto de búho suena

desde un bosque todo en negro

 

Estrellas aún se abren

para mostrar los senderos,

siete machos arreaba,

ocho con el delantero.

 

El mozo era fuerte y bravo,

cual corresponde a un mulero,

que los senderos camina

de las montañas del Bierzo.

 

Ulula el viento en las copas

de los pinos, a lo lejos.

 

No amanecido aún día.

No se ha roto aún silencio.

No vuelan aún las aves.

Todo de sombra aun lleno.

 

Sólo camina el mozo

con la ayuda de su perro,

que es un mastín español

con carlancas en su cuello.

 

¡Ay, qué silencio tan grande,

qué enmudecido silencio!

 

Pero detrás de unos montes

siete bandidos salieron,

se hacen los encontradizos

como no buscando aquello.

 

-¿Dónde vas cerca del Sil?,

-¿Dónde va el mozo arriero,

cuando aún está la noche

poniendo al día un sombrero?

 

-Voy a llegarme a Bembibre,

eso es todo lo que quiero,

y sin encontrarme a nadie

que me pregunte por ello.

 

-A Bembibre puedes ir,

mas sin carga y sin dinero,

que si de otra forma llegas

sólo puede ser ya muerto.

 

Los delfines de puñal

de las lunas de los pechos

han salido a relucir

por buscar de otro el cuello.

 

Y el buen mastín español

que el mozo lleva por perro,

con las lunas de sus dientes

asciende más que arde el fuego.

 

¡Ay, que la sangre ha salido

del pecho fuera de asiento!

 

Del primer golpe que dio

el puñal de frío acero,

los siete bandidos todos,

los siete retrocedieron.

 

Y al ver cómo combatía

de Bembibre oscuro arriero,

y el ardor con que mordía

el mastín de aspecto fiero…

 

los siete bandidos todos

buscan sus ojos los puertos…

Si por los montes venían

por los montes ya se fueron.

 

Que no han de tocar la carga,

ni han de llevarse el dinero,

siete bandidos nocturnos,

enfrente de dos aceros.

 

Ha callado incluso el búho.

todo el bosque está en silencio.

 

De Ponferrada a Bembibre,

arrea mulas arriero,

ya retorna a su camisa

la luna de puro acero.

 

 

Juan Pablo Mañueco

 

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Juan Pablo Mañueco

Nacido en Madrid en 1954. Licenciado en Filosofía y Letras, sección de Literatura Hispánica, por la Universidad Complutense de Madrid

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